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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Triste aniversario

HACE UN año, la explosión de un artefacto colocado en el restaurante El Descanso, situado en las cercanías de Madrid y habitualmente frecuentado por ciudadanos norteamericanos, ocasionó la muerte de 18 personas, todas ellas españolas, y heridas de diversa consideración a otras 82, una docena de las cuales era de nacionalidad norteamericana.Doce meses después del más grave atentado de este tipo registrado en nuestro país, la investigación policial no ha conducido a la detención de los autores del hecho, los cuales pertenecen, según la hipótesis que las autoridades españolas consideran más verosímil, a un grupo radical palestino, Wa'Ad (La Promesa), desgajado de la disciplina del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), de George Habache.

Por su espeluznante balance, el atentado de El Descanso constituyó para la mayoría de la población española una inquietante señal de alarma sobre la existencia de ese otro terrorismo, de ámbito internacional, que ya había golpeado antes en varios países vecinos. La nueva posición internacional de España (integración en la OTAN, reconocimiento de Israel) más la creciente tensión en el Mediterráneo han favorecido la extensión a territorio español del campo de operaciones del terrorismo internacional y en particular del que hunde sus raíces en la explosiva situación de Oriente Próximo.

El concepto de terrorismo define la actividad de quienes tratan de imponer sus ideas o creencias mediante el terror. Por ello, desde los sicarios, brazo armado de los zelotes, que combatieron contra los romanos en la Palestina del siglo I, hasta los asesinos -literalmente, consumidores de hachís-, que asolaron amplias zonas del actual Oriente Próximo en la alta Edad Media, o los narodnikis rusos de fines del XIX, la existencia del terrorismo es tan antigua como el fanatismo.

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Sin embargo, el moderno terrorismo internacional, en cuyo apartado cabe incluir el atentado de hace un año, se distingue de sus próximos o remotos antecedentes por su tendencia a proyectarse sobre un conjunto social lo más amplio posible.

De ahí que, una vez que lo esencial no es ya causar víctimas entre los enemigos, ni siquiera llamar la atención sobre un hecho mediante la elección de blancos con un alto contenido simbólico, sino generalizar el temor a la represalia, la existencia de víctimas inocentes -en el sentido de ajenas al conflicto esgrimido como pretexto- no constituye una anomalía imprevista, sino un componente esencial ole la estrategia terrorista. Por otra parte, según un reciente informe del Departamento de Estado norte americano, el mayor riesgo de atentados terroristas para los próximos 15 o 20 años se concentra en Europa occidental, principalmente en Alemania, Francia y España.

De ambas consideraciones -y este aniversario puede ser una buena ocasión para recordarlo- cabe extraer la consecuencia de que, no siendo ya posible alimentar ilusiones sobre la exclusión de España del campo de acción del terrorismo internacional, árabe en particular, se hace urgente una estrategia preventiva a desarrollar por el Gobierno español en colaboración con los otros países afectados, y orientada no ya únicamente a la protección de las personas y bienes más directamente amenazados, sino del conjunto de la población.

No obstante, al año de la voladura del restaurante El Descanso, no estaría de más que el Gobierno diera cumplida información a la opinión pública y al Parlamento de la marcha de las investigaciones policiales y si de una manera oficial existen criterios definidos sobre la identidad de sus presuntos autores.

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