Los fórmula, más cerca del cielo que de la tierra
Una avanzada tecnología convierte a los monoplazas en aparatos listos para volar
ENVIADO ESPECIAL Aquel empleado de la agencia de alquiler de coches estaba alucinado. En su vida, y lleva 20 años de profesión, había necesitado tantos automóviles. "¿Qué, es por la Feria de Sevilla?", le comentó a media voz al último cliente. "Que feria ni que niño muerto, la feria empieza el martes, es esa carrera loca". La carrera loca no es otra que el Gran Premio Tío Pepe de España, claro que con ese nombre no es de extrañar que algunos la consideren medio chiflada. El camarero de la estación de servicio de la autopista de Cádiz también estaba contento. "Yo soy un apasionado de los coches, pero a esos precios que no cuenten conmigo". Esos precios van de las 5.000 pesetas por una general -dicen los entendidos que ésa es la media europea- a las 25.000 por una buena tribuna.
Tras cinco años de ausencia, el Mundial de Fórmula 1 ha vuelto a España para inaugurar, con u fastuoso lujo y sus carpas metálicas, algo que ha costado 2.000 millones de pesetas, que no está pagado, pero que se pagará. Y, si no, que nos quiten lo bailao, debe pensar Pedro Pacheco, alcalde de la localidad gaditana. Mientras Brasil recibía hace apenas 15 días a los Challenger de la tierra con un gran anuncio por las playas de Río que rezaba Ven a ver el cometa, Jerez abrió el corazón de sus gentes y tierras para que Alain Prost y compañía entraran a 280 kilómetros por hora.
Todo vale millones
Es éste un mundo que vive montado en el dólar (a 147 pesetas) y en la libra esterlina (215). Por tanto, puede resultar ridículo contar en pesetas. Aquí, el peor piloto gana más de 100 millones de pesetas al año y el equipo que acaba el porras mueve 2.000 millones de presupuesto, como el Barcelona o el Real Madrid. Los pilotos se entretienen pilotando sus jets particulares, los jefes de equipo se comunican con sus auxiliares por frecuencia modulada y cascos especiales, los mecánicos cuentan sus horas de trabajo en fantásticos Rolex de oro, y hasta hay quien se permite el lujo, como el equipo Lotus, de tener como chico de los recados a un auxiliar de vuelo de la compañía norteamericana Eastern Airlines, cuyo hobby es aprovechar sus días libres para viajar a Europa y convertirse en carganeumáticos del equipo del brasileño Senna.Un mundo en el que hay neumáticos de lluvia y cascos con ducha incorporada para los días de sol es, sin duda, un mundo muy avanzado, en el que todo es posible. Por ejemplo, que la factoría norteamericana Hércules de tecnología espacial, instalada en Salt Lake City (Utah, EE UU), sea la que fabrique los chasis de los actuales McLaren; que el Arrows que debutará próximamente haya sido un diseño del departamento de aerodinámica de la British Aerospace, la misma que fabricó el Concorde británico; que Johnny Dumfries, actual segundo piloto de Lotus, sea conde y haya llegado al equipo británico después de pasarse dos años como chófer de una de las escuderías del circo, ahorrando para poder correr, y ganar, en 1984, el Campeonato Británico de Fórmula 3; o que una decena de multimillonarios árabes, encabezados por Mansur Ojjeh, fundará en su día una empresa denominada Tecniques d'Avant Garde (TAG), propietaria actual de McLaren, para encargarle a la Porsche un motor de Fórmula 1 que, según cuentan posteriormente se convertirá en el motor de un helicóptero que la propia TAG comercializará.
Comparativamente, por ejemplo, al mundo de las motos, el circo de la Fórmula 1 está más cerca del cielo que de la tierra. Es decir, si quisiesen sus proyectistas, estos monoplazas volarían. Los mecánicos de Honda del norteamericano Freddie Spencer, doble campeón del mundo de 250 cc y 500 cc, se vuelven locos por ocultar las motos del campeón en cuanto éste cruza la línea de llegada. Los equipos de F-1 suelen trabajar con los vehículos destapados, tal vez conscientes de que sus inventos tan sólo pueden imitarse de una temporada a otra, nunca de un gran premio a otro.
Moquetas sobre los muros
Es éste un mundo tan avanzado que los técnicos ponen moqueta sobre los muros de los boxes para que, al apoyarse para cronometrar el paso de sus monoplazas, el cemento no les arañe sus brazos; que cada coche tiene, al menos, ocho mecánicos encima cada vez que llega a su taller; que los neumáticos son protegidos con mantas eléctricas para que no se enfríen; que cada monoplaza tiene designado para toda la temporada un mismo emisor de señal, que será el que registre su tiempo de entrenamiento o carrera cuando pase por encima de la línea de llegada, donde las firmas Olivetti y Longines tienen instalado un complicadísimo sistema de cronometraje, a años luz del que puede ser utilizado en muchos de los grandes premios motociclistas. Y es que en el mundo de las dos ruedas no está Bernie Ecclestone.En la F-1 nada está improvisado. Los coches no tienen una gota de grasa o aceite, brillan como espejos, pues cada equipo tiene su limpiador oficial, un muchacho que, al estilo de los que asaltan a los conductores en los semáforos de las ciudades, espera ansioso, con su gamuza y el limpiacristales en la mano, el momento en que Prost, Piquet o Senna paren sus coches junto a él.
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