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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

'Fábricas de dolor'

Leyendo en su periódico el artículo firmado por Ignacio Carrión, el domingo 16 de marzo, titulado Fábricas de dolor, he creído reconocer a los dos grandes hospitales públicos malagueños: el Hospital Regional Carlos Haya y el Hospital Civil, entre otros centros hospitalarios que, para mi sorpresa, el autor no cita.Realmente la situación en dichos hospitales es tal y como la describe el señor Carrión; y se podían relatar muchas más de esas situaciones tan increíbles, hasta el punto de haber escuchado yo misma decir a unos médicos adjuntos del primero de los hospitales ya citados que "era igual que una casa de citas", pero empleando una terminología más vulgar.

Estos días hemos escuchado hasta la saciedad al Gobierno, y al partido en el poder, que entrar en la OTAN es ingresar en el grupo de países económicos y socialmente más avanzados. Yo me pregunto si la primera medida para ser un país verdaderamente avanzado no será mejorar de manera definitiva estos servicios públicos, francamente tercermundistas. A veces pienso en la imagen que se llevará de nuestro país la enorme cantidad de alemanes o británicos y en general europeos que son atendidos en esta ciudad, acostumbrados a la seriedad y eficiencia de sus hospitales, que también conozco. Por supuesto que nuestro carácter es diferente, pero no es una excusa para tener nuestros hospitales en un estado tan lamentable. Tenemos profesionales muy capacitados, y los resultados serían magníficos si todos, y especialmente los que ostentan el poder, tuviésemos la voluntad de cambiar. ¡Ah! Por cierto, en Málaga tenemos un precioso hospital, supuestamente universitario, empaquetado. Y sin estrenar, es decir, de adorno.

Que se sensibilice la opinión pública con este problema y, sobre todo, las administraciones central y autonómica para que se dediquen a actividades más imperiosas que la intoxicación informativa, los debates que duran meses y los referendos inútiles y costosísimos para nuestra de por sí maltrecha economía-

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