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Mario Soares promete una "presidencia abierta"

Mario Soares, elegido presidente de Portugal el pasado domingo, trazó ayer, en su primera conferencia de prensa después de los comicios, las grandes líneas de una presidencia que pretende que sea "singularmente diferente" a la de su predecesor en el cargo, general Antonio Ramalho Eanes, durante los últimos 10 años. Soares anunció una "presidencia abierta", encaminada a lograr un acercamiento con la opinión pública. El presidente también manifestó su respeto por el actual primer ministro, el socialdemócrata Aníbal Cavaco Silva.

Los primeros pasos del todavía secretario general del Partido Socialista luso (PS) en lo que define como "un nuevo ciclo de la vida portuguesa, con el acceso a la democracia plena", han sido marcados por pequeños gestos cuyo simbolismo fue subrayado en el primer encuentro con los periodistas: una visita al presidente saliente, para preparar la transmisión del poder; otra a la Asamblea de la República, donde conversó con su presidente, el socialdemócrata Fernando Amaral, y con los líderes de los grupos parlamentarios, y, finalmente, la reunión con los informadores.El primer cuidado de Soares ha sido el de deshacer todos los posibles malentendidos acerca del significado, el presente y el futuro de su elección. Empezó por presentarse como "el presidente de todos los portugueses" no sólo de los que le eligieron, sino también de los que apoyaron a su adversario conservador y de los emigrantes impedidos por ley de participar en la elección del jefe del Estado. Anunció la formalización de su "renuncia definitiva" al cargo de secretario general del PS y a los "deberes y prerrogativas" que tenía en relación al partido. Y reafirmó que la llamada mayoría presidencial había dejado de existir desde el momento de la proclamación de su victoria, y consideró "la fidelidad al 25 de abril" el único lazo que desea conservar "con el pueblo de izquierda" que le eligió.

El nuevo jefe de Estado rechazó frontalmente todas las "extrapolaciones políticas" que los periodistas portugueses pretendieron hacer a partir de su victoria electoral del pasado domingo, sea en relación al Gobierno, sea acerca del Parlamento y de su actual composición.

Soares aseguró al primer ministro socialdemócrata, Aníbal Cavaco Silva, su colaboración "mientras conserve el apoyo necesario del Parlamento", y reiteró que la intervención de Cavaco Silva en la campaña de su adversario, Diogo Freitas do Amaral, fue hecha en calidad de líder del Partido Social Demócrata, y no como primer ministro, actitud que calificó de "prudente". El presidente electo dijo que considera "válida hasta la realización de nuevas elecciones legislativas" la representatividad de los partidos parlamentarios y la relación de fuerzas entre ellos, al tiempo que se declaró dispuesto a hacer todo lo posible para evitar, en el futuro, la disolución del Parlamento antes del fin de la legislatura.

Soares no se limitó a tranquilizar y reconciliar. Subrayó, con numerosos ejemplos, implícitos y explícitos, su concepción del papel del jefe del Estado, "singularmente diferente" a la que tiene su predecesor.

Evitar el 'síndrome de Belem'

La "presidencia abierta" que Soares pretende instaurar es todo lo contrario de la imagen del jefe del Estado, discreto, distante y lacónico, que Eanes cultivó a lo largo de sus dos mandatos, y se destina a desarrollar los contactos directos con la opinión pública: desde la anunciada decisión de seguir viviendo en su casa particular para evitar el síndrome de Belem y el acoso de la corte, hasta los mensajes que Soares anuncia dirigirá, en el futuro y como permite la Constitución, al Parlamento, pasando por encuentros periódicos y regulares con los "periodistas acreditados ante la Presidencia". Es ésta una especialización hasta ahora inexistente en Portugal y claramente inspirada en la práctica de la Casa Blanca y del palacio del Elíseo. El futuro presidente portugués dejó claro que no se dejará limitar por los poderes formales que la Constitución lusa atribuye al jefe del Estado desde la revisión de 1982.Soares condenó las "diplomacias paralelas" y recordó que las políticas interna y externa portuguesas son de la competencia exclusiva del Gobierno. Pero mostró también que va a cultivar su prestigio internacional: se han dirigido invitaciones para asistir a la toma de posesión a los jefes de Estado o de Gobierno de Estados Unidos, Unión Soviética, China, Japón, Brasil, India y países de la Comunidad Europea.

Comandante supremo de las Fuerzas Armadas, Soares evitó pronunciarse sobre cualquier problema de ámbito castrense. Soares recordó que, en el año 1980, cuando fue elegido el actual presidente, "aún existía en Portugal un órgano de tutela militar del régimen, el Consejo de la Revolución, que desapareció con la revisión constitucional de 1982".

En privado, el nuevo presidente consideró después que "están ahora creadas las condiciones para el pleno reconocimiento del papel de los militares en la restauración de la democracia en Portugal".

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