Haití sin Duvalier sigue siendo Haití
Un pueblo arruinado y sin tradición democrática
La caída del régimen duvalierista sólo es un primer paso para resolver los problemas de Haití. El país ha quedado completamente arruinado y frente a la dificultad de construir una democracia sin que haya, por ahora, grupos políticos bien organizados y líderes con arraigo suficiente para canalizar la potencia y capacidad de lucha demostrada por el pueblo.
Diez días después de la caída de Jean-Claude Duvalier, los problemas cotidianos han borrado las sonrisas de la primera hora. El pueblo demostró un alto sentido de disciplina: los linchamientos y pillajes sólo duraron 48 horas y se concentraron casi exclusivamente contra las personas y propiedades más comprometidas con el duvalierismo. Con precisión, las masas saqueaban la casa de un duvalierista, sin tocar las de los vecinos. En ocasiones fueron incluso algunos miembros de la burguesía haitiana quienes instigaron al pillaje, para esperar a la puerta y comprar por tres o cuatro dólares cuadros o antigüedades que los asaltantes no sabían valorar.El pueblo, a pesar del hambre, del analfafabetismo y del terror sufrido durante casi 30 años, no dio rienda suelta a sus comprensibles deseos de venganza, salvo en casos aislados y específicos. Sin embargo, se teme que las expectativas despertadas por la caída del presidente vitalicio Duvalier puedan verse decepcionadas y en poco tiempo se extienda la frustración y el desencanto. Esto podría dejar el terreno abonado para los demagogos en las elecciones prometidas por el Consejo Nacional de Gobierno (CNG).
El CNG ha sabido hasta ahora satisfacer los deseos del pueblo, que se centran, por el momento, en la desaparición de la bandera duvalierista, disolución de los tontons macoutes (milicia civil) y arrancar los nombres de los Duvalier y de Michelle Bennett, la esposa del ex presidente, de calles y edificios públicos.
Limpiar la Administración
Satisfacer ésas exigencias no cuesta nada. Los problemas empiezan cuando el pueblo exige una limpieza más amplia de la Administración pública y las empresas de ele mentos duvalieristas, y sobre todo cuando reclame algo tan elemental como comer Y dar de comer a sus hijos.Ya han comenzado las huelgas y acciones de protesta en ministerios y en la mayor parte de las empresas azucareras del país. Empleados y trabajadores protestan porque quieren ver desaparecer de los puestos directivos a duvalieristas notorios, que hasta hace dos semanas les pisoteaban y atropellaban.
Se habla de duvalierismo sin Duvalier y de que en el nuevo Gobierno están los mismos perros con diferente collar.
Si el CNG no demuestra pronto, con hechos, su voluntad real de democratización y su capacidad para resolver los problemas del país, podría encontrarse enfrentado a un pueblo que ha perdido el miedo y adquirido ya la experiencia histórica de haber derribado a una dinastía tiránica sin más armas que sus propias manos y las gargantas de los que gritaban "¡abajo Duvalier".
La evolución de los acontecimientos de Haití dependerá en gran medida de la actitud que adopte la Iglesia católica, que en la lucha contra Duvalier se mostró como la fuerza más coherente y organizada de oposición. De momento, la jerarquía católica apoya la política del CNG y del Gobierno, pero ni siquiera la Iglesia podría sostenerle si no se encuentran soluciones urgentes a los problemas del país. Por eso se espera en Haití la llegada rápida de ayuda económica exterior, y no sólo de Estados Unidos.
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