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'Chunnel'

Antes de anunciar el declive económico de Gran Bretaña, vaticinio que se hace sobre ese infeliz país con la frecuencia de un día lluvioso, el Juan de Gante de Shakespeare lo describió como una piedra preciosa enmarcada en un mar de plata, añadiendo que el mar le servía de muro o de foso defensivo. La gloria de Gran Bretaña, tal como fue en su día, consistió en ser una isla aislada de la contaminación de los sucios extranjeros que comían caracoles y ranas y que tenían unas costumbres sexuales deplorables. Se puede decir que Gran Bretaña alcanza su categoría de isla por poco, y que el canal no se parece en nada a un mar de plata. Para los franceses es una manche o manga, una parte de una prenda, no una capa de terciopelo azul como un verdadero océano. En su punto más ancho, entre Ushant y Land's End, tiene sólo 117 kilómetros. En el más estrecho, entre Cap Gris Nez y Dover, unos ridículos 27 kilómetros o, todavía más ridículo, 17 millas.Pide a gritos ser salvado por un puente o por un túnel. Una vía de enlace por tierra entre la Europa unida y la Gran Bretaña insular fue propuesta ya en 1802, cuando Mathieu se lo sugirió a Napoleón. Presumiblemente, los ingenieros franceses cavarían tranquilamente y la infantería aparecería de repente en el extremo de Dover, ante la sorpresa de los ingleses. Isamard Brunel, que podía construir todo lo que hiciera falta, y que de hecho lo hizo, se sintió atraído por la idea cuando británicos y franceses reanudaron su amistad. En 1875 se firmó un acuerdo anglo-francés para llevar a cabo la obra, y en 1882 comenzaron las excavaciones. Pero en 1883 el Parlamento británico abandonó la idea por considerarla un riesgo militar. En 1972, Inglaterra y Francia volvieron a firmar otro acuerdo, esta vez concretamente para la construcción de una vía de ferrocarril subterránea, si bien ambas partes perdieron interés hasta la década de 1980. Ahora parece que van a volver a sacar las palas y que el Estado insular de Gran Bretaña, como tantas de sus queridas instituciones, va a ser liquidado para siempre.

Los parlamentarios de 1883 se equivocaban, desde luego, al suponer que un túnel bajo el canal, o chunnel, era un peligro militar. A los invasores franceses, alemanes o eslovenos que utilizaran la ruta seca se les podría fácilmente golpear en la cabeza con bates de críquet según fueran asomando, frescos, en suelo británico. Si hubiera existido en los años cuarenta, la Wehrmacht se hubiera visto bloqueada por los cadáveres de su vanguardia. El tiro al alemán podría haber sido uno de esos pasatiempos poco frecuentes. No, el peligro no es la guerra, sino la paz. Con los trenes retumbando por el subsuelo desde Victoria Station a la Gare, du Nord, y viceversa, y con los conductores de turismos insultándose unos a otros desde Versailles hasta Tooting, y viceversa, Gran Bretaña se convertiría en lo que lleva evitando ser más de 1.000 años, un apéndice de Europa.

Oficialmente ya lo es como miembro de la Comunidad Europea, que no encaja del todo, cuyas salchicas rechazan los franceses como si fueran insípidos boudins sin ajo, y cuya cerveza, templada y sin espuma, no se la considera como tal. No obstante, ahí está esa extensión de agua, y la naturaleza se ha ocupado de, que no sea muy fácil salvarla. No hay mareo como el del canal de la Mancha, como descubrieron los normandos en el año 1066. La biliosa manga de 17 millas separa a Gran Bretaña de un continente al que jamás ha entendido y que jamás le ha gustado del todo. Cuando invade Europa con sus criminales fanáticos del fútbol, sus viudas militares que hablan inglés más alto que en su país creyendo que así se convierte en una especie de esperanto, y los mozalbetes que vomitan Beaujolais en la rue de la Paix, está poniendo en práctica su tradicional actitud hacia los extranjeros, deshonrarles y ganarse su desprecio. Una vía seca que eliminara la idea de extranjero que se siente al comienzo de una vía húmeda o aérea les obligaría a los británicos a hacer un esfuerzo serio para convertirse en europeos. Esto no es bueno para ninguna de las dos razas, ni para los británicos ni para los extranjeros a partir de Calais.

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En términos prácticos, el chunnel costará bastante dinero y proporcionará trabajo. En términos prácticos, facilitará la labor a los camiones de larga distancia que llevan naranjas islandesas de Escocia a la Provenza, u ostras de Florida de Lyons a Colchester. Ofrecerá a los viajeros más frívolos una ruta menos mareante a los placeres y molestias de lo exótico, y dentro de un siglo abaratará los viajes por coche o por tren. Pero reforzará insolentemente la idea de que Gran Bretaña debe seguir mirando a Europa. Gran Bretaña decidió, en tiempos de Isabel II y Oliver Cromwell, mirar al Oeste y crear Estados Unidos, o bien al verdadero Oriente y convertir la India en un barrio residencial de St. Pancras.

Las excavaciones que realmente hacen falta son aquellas que amplíen el canal a las dimensiones de un mar verdadero y que muestren lo verdaderamente aislada que tiene que estar Gran Bretaña si quiere sobrevivir. La experiencia de tener que volver a escribir la literatura de siglos comenzando con el discurso de Juan de Gante y el cambio de la mentalidad insular británica para adaptarse a la idea de estar conectada a Francia por una calzada serán traumáticos. Necesitamos- ese mar a todo nuestro alrededor, sin túnel alguno por debajo. Los británicos son gente amable, y no quieren infectar a los pueblos de Europa con su absurda cultura propia en una correa sin fin de coches. Ellos, por su parte, 'son inmunes a las infecciones de las culturas contrarias. Esto es lo que significa ser una raza isleña.

Nota del traductor: el autor amalgama las palabras inglesas channel y tunnel en el neologismo chunnel, que se ha convertido ya en vocablo & uso corriente en la Prensa británica.

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