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El presupuesto de Reagan para 1987 contempla la privatización de servicios y agencias estatales

Francisco G. Basterra

El presupuesto de Ronald Reagan para el año fiscal 1987, 994.000 millones de dólares con un déficit de 143.600 millones (un 3,2% del PNB), es considerado en principio inaceptable por la mayoría del Congreso y no saldrá adelante sin un compromiso fiscal entre el presidente y el Legislativo. Esta es la impresión dominante en Washington tras conocerse el presupuesto que, por primera vez en 15 años, reduce en términos reales el aumento del gasto público (un 1,4%) y pretende incrementar los ingresos en un 9,4%, hasta 850.400 millones de dólares, sin subir los impuestos. Una novedad es el comienzo de la privatización de servicios y agencias estatales, que reportará 3.600 millones de dólares.

Reagan quiere que el Parlamento acepte una drástica reducción de gastos sociales y un aumento de 33.000 millones de dólares (un 8% real) del presupuesto militar. Con este presupuesto, que reduce en 38.000 millones el déficit para no superar el listón impuesto por la legislación Gramm-Rudman (que fija techos al déficit hasta llegar en 1991 a un presupuesto equilibrado), Reagan continúa persiguiendo su objetivo último: reducir el peso del Gobierno Federal. Pero para ello, el presidente no disminuye el tamaño global del Gobierno sino que, fundamentalmente, reordena las prioridades, y los dólares destinados a los programas civiles y sociales son transferidos al Pentágono. Por primera vez, Reagan define este año una estrategia de utilización del déficit, del que culpa a un Congreso y a un Gobierno dilapidadores pero que él mismo ha doblado en sus cinco años de presidencia, como arma para forzar al Parlamento a reducir el tamaño del Gobierno. "Debemos darnos cuenta", explica Reagan en el mensaje al Legislativo, "que el problema del déficit es también una oportunidad para construir una estructura federal más liviana y mejor gestionada".Reagan inicia con este presupuesto la vía de la privatización de agencias y bienes del Estado, que entiende que pueden ser mejor gestionados por la empresa privada, siguiendo la política de Margaret Thatcher en el Reino Unido, y en un intento de conseguir ingresos. En su mensaje al Congreso acompañando al presupuesto, el presidente afirma que "durante unos años el Gobierno federal ha realizado muchas operaciones de tipo comercial y en la mayoría de los casos sería mejor salirse de estos negocios y dejar de competir con el sector privado, y en este presupuesto me propongo iniciar este proceso".

Para ello, el Gobierno pone a la venta varias compañías de comercialización de electricidad, que venden. el 6% de la energía eléctrica del país, la reserva naval de petróleo, algunos aeropuertos federales como el National de Washington, los satélites del servicio metereológico nacional y algunos servicios postales.

Pero esta privatización no será suficiente para conseguir los ingresos necesarios para el rearme que pretende la Administración y que no considera negociable. La batalla del déficit, que ya se pronostica como "épica", no ha hecho más que comenzar y enfrenta de un lado al presidente y de otro al Congreso, que no acepta un programa de recortes sociales que afecta sobre todo a la clase media, sin nuevos ingresos fiscales y sin tocar el rearme del Pentágono. Los observadores consideran que este punto muerto no se solucionará sin una subida de impuestos. Como telón de fondo del problema se sitúa una reforma fiscal, con la que Reagan quiere reducir al 35% el tipo máximo impositivo para las personas físicas, y trasladar la presión de Hacienda a las empresas, pero sin que signifique mayor recaudación.

Sin alternativa

Según la legislación Gramm-Rudman , si antes de octubre la Casa Blanca y el Congreso no se ponen de acuerdo sobre un presupuesto con un déficit máximo de 144.000 millones de dólares, los recortes serán automáticos, afectando por igual a los gastos civiles y militares. Esta espada de Damocles puede poner en peligro el rearme deseado por el presidente y se cree que finalmente provocará un compromiso. Sin embargo, el secretario del Tesoro, James Baker, echó ayer un jarro de agua fría a los que esperan un próximo pacto. "No hay alternativa a este presupuesto", afirmó Baker, quien advirtió a los legisladores que no esperen un próximo compromiso.El miércoles, el presidente no descartó esta posibilidad, pero dejó claro que podría formar parte de su reforma fiscal para que ésta fuera neutra y no se perdieran impuestos, pero en ningún caso sus beneficios se destinarían a enjugar el déficit. Reagan afirmó tozudamente que "es posible eliminar el déficit sin subir los impuestos, sin sacrificar nuestra defensa y sin recortar los legítimos programas para los ancianos y los pobres". Ningún plan para equilibrar el presupuesto funcionará si no se consideran nuevos ingresos como parte del mismo, respondió el presidente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neill. Pero este p residente es un mago en el compromiso de último minuto y tendrá que aceptar recortes en su presupuesto militar.

Un 28% del presupuesto se dedica al gasto militar, el 57% es absorbido por el resto de transferencias para los ciudadanos y otros pagos a los estados y ciudades, y un 15% se destina a pagar los intereses netos de la deuda, que asciende a la fabulosa suma de 2,3 billones de dólares.

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