La URSS y Yemen del Sur
LAS ÚLTIMAS noticias indican que una calma relativa se ha establecido en Yemen del Sur después de varios días de terribles combates; algunas fuentes dan la cifra impresionante de 10.000 muertos; Aden ha quedado semidestruido. La solución política, refrendada por la URSS, ha consistido en nombrar al jefe de Gobierno, Haider Abubaker Al-Attas, que estaba visitando la India cuando estalló la rebelión, y que de ahí se había desplazado a Moscú, como presidente provisional de la República; el anterior presidente, el derrotado Ali Nasser Mohamed, ha sido expulsado del partido, acusado de haber conspirado contra la revolución.Estamos ante un esquema con una larga historia. El sistema soviético, desde sus etapas iniciales, jamás aceptó la legitimidad de las discrepancias en su seno; desde Trotski y muchos de los dirigentes máximos de la revolución de 1917, acusados más tarde de agentes del imperialismo y del fascismo. Pero después incluso del período demencial del stalinismo, el mismo esquema se siguió aplicando, concretamente en los países incorporados al bloque soviético. El comunista húngaro Nagy fue ejecutado como agente de la burguesía. En Checoslovaquia, cuando los carros de combate soviéticos detuvieron prácticamente a toda la dirección oficial del Partido Comunista, la acusación lanzada contra ellos era que estaban fomentando la contrarrevolución y facilitando incluso una invasión de Alemania Occidental. Lo de menos es la credibilidad de las acusaciones; hace falta que el dirigente derrotado, desplazado, sea un agente del enemigo. Un rasgo típico del marxismo soviético (por emplear la expresión de Marcuse) es que no admite el pluralismo, el debate entre diversas opiniones; el que no está de acuerdo con el poder es, tiene que ser, un agente del enemigo. Ejercer el poder supone casi como un complemento de detentar la verdad de la historia. Pero como los favores de la URS S han sido, en la mayoría de los casos, el factor determinante para alcanzar los máximos puestos de mando, se han ido desarrollando los dos procesos siguientes: en los equipos dirigentes, la carrera del más prosoviético para desplazar al que lo era un poco menos, y la tendencia soviética a utilizar esa carrera, dando preferencia a los dirigentes más obedientes sobre los que podían -tener mayor capacidad para conectar con la realidad de sus países.
Esas tendencias han alcanzado mayor gravedad cuando el sistema político marxista-leninista se ha implantado sobre sociedades arcaicas, con fuertes estructuras tribales, con un peso enorme de la religión islámica, como en Afganistán y en Yemen del Sur. En el primer caso, baste con recordar las sucesivas eliminaciones sangrientas de Nur Mohamed Tarik por el duro Hafizullah Amin, y luego, la de éste por Babrak Karmal, colocado directamente por los soviéticos. En Yemen se daba una serie de rasgos diferentes, incluso a causa de la lejanía geográfica de la URSS. Pero existía, desde hace bastante tiempo, un conflicto muy agudo en el seno de la dirección del llamado Partido Socialista de Yemen. Conflicto en el que rivalidades personales implacables se entremezclaban con luchas con raíces tribales, y al menos con dos orientaciones políticas enfrentadas. Las dos partidarias, desde luego, de la alianza con la URSS; pero Nasser, el presidente hoy desplazado, era más pragmático, había iniciado relaciones con los países vecinos moderados, como Omán y Yemen del Norte, y era partidario de una apertura hacia Occidente. Esta orientación había triunfado en el Partido Socialista de Yemen, y su principal adversario, Amin, tuvo que emigrar durante un período a la URS S. En el último congreso, en octubre de 1985, los soviéticos no disimularon su apoyo a Nasser, que de hecho obtuvo una victoria indiscutible, si bien dejó a sus adversarios en una serie de cargos importantes, incluso con mandos militares.
A la luz del desenlace de la rebelión, hace falta subrayar que ese apoyo dado por la URSS a Nasser no era algo casual; correspondía por completo a las necesidades de su política exterior, con sus esfuerzos por mejorar sus relaciones con los regímenes árabes moderados. Mientras la política excesivamente pro-israelí de la Administración Reagan causa evidentes disgustos en Gobiernos árabes que ayer apoyaban a fondo la política norteamericana, la URS S logra retornar a la escena política de Oriente Próximo, no sólo con su alianza con Siria, sino extendiendo audazmente sus relaciones con países conservadores. Cuando estalló el conflicto en Aden, la primera reacción soviética consideraba a Nasser como la autoridad legal que se enfrentaba con una rebelión. Por primera vez, tratándose de un régimen comunista, la URS S ha evacuado a sus nacionales en operaciones conjuntas con otros países como el Reino Unido, Francia e Italia. Se habló luego de que Moscú intentaba crear un comité de pacificación entre las diversas fracciones. Al final se ha decidido por respaldar al grupo que ha logrado triunfar en la lucha armada. Pero la URSS ha dado muestras de vacilaciones, de cambios bruscos de posición, de escasa capacidad para influir sobre lo que ocurría. Todo ello puede representar un factor de debilitamiento de su posición internacional: por las repercusiones en esta zona tan importante de la política mundial y, sobre todo, porque se ha puesto de relieve cierta pérdida de hegemonía soviética allí donde sigue vigente la práctica de implantar regímenes marxistas-leninistas, sin tener en cuenta ni las condiciones objetivas ni la voluntad de los pueblos.
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