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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En memoria de Tierno Galván

Aquellos locos con su viejo profesor éramos nosotros. Algunos de los que anoche, tristes, tristísimos, en silencio en el vestíbulo de la Ruber, veíamos pasar a una infinidad de personalidades que a nosotros no tenían por qué vemos y que venían a expresar sus condolencias porque había muerto el alcalde de Madrid.Yo, que ya en marzo de 1977, antes de la derrota electoral, y en febrero de 1978, cuando el mismo Tierno no veía otra salida que la unión con el PSOE, escribí y vi publicadas en EL PAÍS cartas pidiendo que los socialistas nos uniéramos, ahora tengo perfecto derecho a, piense lo que piense de lo que ha venido a dar o a quitar la unión aquella, mirar con nostalgia los tiempos en que éramos peseperos.

Yo fui más bien tarde al PSP. Mientras Dionisio Ridruejo vivió, yo, que de cuantos lideraban la oposición al franquismo había sido con él con el primero con quien había contactado y que mientras él vivió jamás pensé en dejar de seguir a líder tan gallardo y amigo tan entrañable, cuando Dionisio murió escogí entre los grupos socialistas compañía apropiada a mi propia ideología y elegí el grupo que había fundado y lideraba el viejo profesor, ya por entonces también viejo amigo mío.

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Mi nostalgia es ahora nostalgia de utopía, que ahora se dice. Éramos utópicos casi todos y lo éramos a mucha honra. ¡Qué discusiones las nuestras, qué proyectos en torno a lo que el tiempo iba a probar que eran quimeras, qué capacidad de ilusión por un socialismo todavía no pragmático! Ahora hasta me duele todo aquello, como, al morir Enrique Tierno, me duele la pérdida del que llegó a ser un amigo muy querido -he sido honrado en la vida con la amistad de tres hombres de excepción: don Salvador de Madariaga, Dionisio Ridruejo y Enrique Tierno Galván- Me duele el pensar que con el tiempo hubo que renunciar a lo que en este corto y estrecho mundo de ahora se iba a tener por utopía, y que el viejo profesor, traído a condición de alcalde, hubo de conformarse con, eso sí, seguir hasta el último momento de su vida dando lección de lo que siempre fue, es decir, hombre de mesura, hombre de concordia, hombre de profundas convicciones y buenas maneras, hombre extraordinariamente inteligente, asombrosamente culto, verdaderamente civilizado, rara y ejemplar figura en un país como este nuestro.-

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