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El desafío económico del subcontinente americano / 2

La deuda externa de América Latina disminuyó en términos reales por primera vez

Joaquín Estefanía

JOAQUÍN ESTEFANÍA, En América Latina, por no crecer, no crece ya ni siquiera su gigantesca deuda externa. Sólo la inflación permanece todopoderosa -610% en 1985- asombrando al mundo, que se interroga, por ejemplo, cómo puede sobrevivir un país (Bolivia) cuyos precios crecen anualmente a una tasa anual de más del 11.000%. El pasado año, la deuda externa -368.000 millones de dólares (alrededor de 57 billones de pesetas)sólo se incrementó un 2%, lo que significa una disminución en términos reales. Esta paralización de las deudas no significa un cambio de tendencia; sólo que la atonía también invade a los problemas y que la banca internacional apenas proporcionó dinero fresco a la zona.

La deuda externa de América Latina disminuyó en términos reales durante 1985 por primera vez en la historia reciente de la zona. Los datos objetivos son los siguientes: 368.000 millones de dólares, lo que en términos monetarios supone un incremento del 2% respecto al año anterior. Que una parte tan importante del Tercer Mundo reduzca su nivel de endeudamiento debería ser una noticia positiva. Sin embargo, queda atenuada porque sus causas están mucho más en un ajuste forzado por la falta de dinero fresco que porque las necesidades de pedir créditos hayan desaparecido o siquiera disminuido. Todo lo contrario.En 1985, la banca internacional sólo aceptó desembolsar nuevos créditos por valor de 4.750 millones de dólares, cifra más baja, por ejemplo, que los intereses que los países latinoamericanos pagaron en el pasado ejercicio. Los préstamos nuevos afectaron sólo a cinco países, y casi el 90% del monto global correspondió a Argentina.

¿Qué hacer?

Durante el año se extendió la bipolarización sobre qué hacer ante el endeudamiento exterior. El denominado Consenso de Cartagena (acuerdo formado por los 11 países más endeudados de la región) vio reforzadas sus tesis gradualistas por la postura adoptada en la práctica por Perú. Al tomar posesión como nuevo jefe de Gobierno peruano, Alan García anunció, y así lo ha cumplido, que sólo dedicaría al pago de la deuda externa el 10% del valor de las exportaciones peruanas. Asimismo indicó el deseo de su Gabinete de renegociar los términos de los créditos directamente con los bancos acreedores, acabando con el papel de policía económico de la región del Fondo Monetario Internacional. Estas tesis, junto con la baja de los tipos de interés de los créditos y un diálogo político y multilateral entre acreedores y deudores, constituyen la carta de presentación de Cartagena.

Frente a los reformistas se ha alzado la voz radical -aunque él niegue el calificativo- de Fidel Castro. El líder cubano ha hecho de 1985 un año militante contra el pago de la deuda externa. Fidel ha participado en la multitud de foros convocados en La Habana para el estudio de los problemas del endeudamiento exterior. Castro ha afirmado que la lucha contra la deuda es la más importante para América Latina desde la independencia política de la región. Se trata de su segunda independencia, la independencia económica. La solución: la moratoria de pagos unilateral de todos los países endeudados.

Fidel Castro y Alan García han luchado denodadamente, cada uno ante su público, por convertirse en los campeones de la rebeldía "ante la usura de Estados Unidos y la banca internacional".

Las tesis de Alan García, pese a su gradualismo, chocan con la realidad. Pese al estancamiento de la deuda, al haber bajado paralelamente la exportación de bienes y servicios de la zona, la relación deuda externa-exportaciones creció. El ratio medio intereses de la deuda-exportaciones fue, en 1985, del 36%. Este coeficiente es mayor en Bolivia (60%), Argentina (55%), Chile (47%) y Brasil (44%).

La tercera ronda

Como en el caso de las principales magnitudes macroeconómicas, decir que la deuda exterior disminuyó en la zona, oculta realidades nacionales muy diferentes. En el período tratado disminuyó la deuda de Brasil y Venezuela y se estabilizó (al alza) la de México, pero aumentaron las de Colombia, Bolivia, Paraguay, Nicaragua, Guatemala, Honduras, Haití y El Salvador.

Desde mediados de 1984 y durante todo 1985 se ha dado un proceso de reprogramación generalizada de la deuda externa, cuyos caracteres le dan proporciones de etapa diferenciada (tercera ronda) de las renegociaciones anteriores. Once países forzaron con los acreedores las condiciones y los plazos de los créditos; cuatro de estos países (Argentina, Chile, Ecuador y México) han firmado acuerdos definitivos de reestructuración, mientras que Costa Rica, Cuba, Honduras, República Dominicana, Panamá, Uruguay y Venezuela llegaron a pactos preliminares.

Entre los países que no habían firmado reprogramaciones de los créditos en 1985, Brasil -la nación más endeudada del surcontinente- logró autorización de la banca privada para diferir el pago de las amortizaciones (con lo que únicamente pagó el servicio de la deuda) y continuó contando con líneas de crédito comercial de corto plazo por valor de 10.000 millones de dólares y líneas de crédito interbancario por 6.500 millones. Nicaragua postergó el pago de amortizaciones hasta junio de este año, que incluye la capitalización de los intereses. Colombia sigue siendo el único país latinoamericano con un endeudamiento relativamente importante que no la ha refinanciado.

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