Más que una investidura
LA TOMA de posesión de Vinicio Cerezo, que obtuvo en diciembre pasado una victoria arrolladora en la segunda vuelta de la elección presidencial de Guatemala, se está celebrando con una participación desacostumbrada de personalidades del más alto rango, de numerosos países de América y de otras partes del mundo. Están presentes en las ceremonias de investidura desde el presidente de Colombia, Betancur, hasta el presidente de Nicaragua, Ortega, y el vicepresidente de EE UU, Bush. No se trata solamente de viajes protocolarios; Guatemala se ha convertido estos días en sede de reuniones políticas de suma trascendencia tendentes a relanzar el proceso que ha venido protagonizando el Grupo de Contadora para encontrar soluciones negociadas y pacíficas a los conflictos centroamericanos. Los resultados de estas reuniones no han sido dados a conocer en el momento en que se escriben estas líneas, pero, en cualquier caso, conviene destacar el cambio radical que representa el simple hecho de que tales acontecimientos diplomáticos puedan tener lugar precisamente en Guatemala. Hace unos meses, nadie podía imaginar que tal cosa ocurriese.Conviene recordar que desde hace 16 años Guatemala ha estado sometida a dictaduras militares particularmente duras y sanguinarias. La prohibición y persecución de los partidos políticos de izquierda y de los sindicatos han revestido una brutalidad mayor que en otros países centroamericanos, y ello significó la expulsión de la vida política de sectores considerables de la sociedad. El balance de las desapariciones, torturas y asesinatos políticos es pavoroso, hasta el punto de que Guatemala ha figurado de modo permanente en las resoluciones de la ONU condenando las violaciones de los derechos humanos. España fue testigo directo, cuando el asalto de nuestra embajada, de esos métodos brutales. Un proceso evolutivo hacia la democracia, controlado en su primera fase por los militares mismos, ha dado, sin embargo, un resultado distinto a los proyectos iniciales. El candidato a la presidencia que gozaba de las mayores simpatías de EE UU, Jorge Carpio, fue derrotado. Ahora, la democracia cristiana, con Vinicio Cerezo en la presidencia y una mayoría de un diputado en el Congreso, tiene que afrontar una experiencia difícil. Se trata de un partido joven, con escasa experiencia, con un programa moderado, pero no cabe duda de que, en ausencia de partidos de izquierda legales, ha logrado atraerse amplias simpatías entre los sectores más pobres del país. Sin embargo, la tradicional influencia de los militares y la existencia de una derecha cerril, con grupos paramilitares acostumbrados a emplear la violencia, representan obstáculos enormes. Es probable que una condición para consolidar la democracia sea iniciar una negociación con grupos guerrilleros que tienen una evidente ascendencia en zonas campesinas e incorporarles de alguna forma a una vida política legal.
En ese marco resulta muy significativo que Vinicio Cerezo, en el corto período que ha seguido a su elección, haya adoptado una actitud independiente en cuestiones de política exterior. Su viaje a Managua -antes de ir a Washington- fue una sorpresa, y en su visita a EE UU se mostró favorable a las soluciones del Grupo de Contadora, contrario a las intervenciones militares y partidario incluso de consolidar la unidad de Centroamérica estableciendo un Parlamento conjunto.
Esta imagen democrática de Cerezo ha contribuido sin duda a que los actos de su toma de posesión estén revistiendo una importancia singular. Ello responde además a una lógica histórica que es necesario asumir si se quieren entender los acontecimientos de Centroamérica: en la medida en que dictaduras militares -a las que era relativamente fácil influir desde Washington- sean sustituidas por democracias auténticas, y en la medida también en que se afirme el respeto a los derechos humanos, aumentarán las posibilidades de que triunfen los principios que han sido la inspiración permanente del Grupo de Contadora. Principios que conducen a la eliminación de las injerencias extranjeras, el respeto a la independencia de cada país, el derecho de cada pueblo a la autodeterminación y, finalmente, a franquear el camino hacia la reconciliación nacional y el avance de la democracia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.