La caída de la Bolsa de Nueva York
LA CAÍDA de la Bolsa de Nueva York el miércoles pasado despertó viejos y siniestros recuerdos al superar, en valores absolutos, la ocurrida el 28 de septiembre de 1929 y establecer así el récord de caída en un solo día. El índice más frecuentemente utilizado, el Dow Jones, para los valores industriales, perdió 39,10 puntos, estabilizándose en la cota de 1.526,61. La caída, con ser importante, no es tan dramática como la de 1929, pues en términos relativos representa un 2,5% frente al 12,5% de entonces. Conviene recordar que la Bolsa de Nueva York ha experimentado recientemente importantes subidas, que han llevado el índice Dow Jones desde la cota de 1.320 puntos, a finales del mes de septiembre, hasta un máximo, registrado el día anterior de la caída, de 1.565,71 puntos.Paradójicamente fueron las buenas noticias relativas a la marcha de la economía las que provocaron en parte el descenso; la tasa de paro de diciembre se situó por debajo del 7%, lo cual fue inmediatamente interpretado por los analistas financieros como una prueba de que la economía norteamericana estaba creciendo más deprisa de lo que se pensaba, resultando, como consecuencia, muy poco probable que las autoridades de la Reserva Federal redujesen el tipo de descuento en un futuro próximo. Esta interpretación se reflejó inmediatamente en el mercado de renta fija, alimentándose también de la preocupación que reina actualmente en algunos círculos financieros sobre la posible inconstitucionalidad de una ley recientemente aprobada por el Congreso, y que tiene como objeto reducir automática y drásticamente el déficit público norteamericano. Como los efectos de esta ley han sido ya descontados por el mercado, su posible inconstitucionalidad renueva los temores de que el déficit siga creciendo y ejerza una influencia alcista sobre los tipos de interés.
A todo esto se une la creciente interpretación de los mercados financieros y bursátiles. La caída de la Bolsa de Nueva York se aceleró en la última hora de la mañana, cuando se abrieron en el mercado de futuros de Chicago las diferencias entre la cotización al contado y a plazo en el mercado de renta fija, motivando una venta masiva de títulos. Tal vez sea éste, a medio plazo, uno de los principales motivos de preocupación: en los últimos tiempos, los activos financieros están creciendo en el mundo a un ritmo que algunos juzgan insostenible, aumentando las sospechas de que es un proceso que se autoalimenta y que tiende a desconectarse de los fenómenos reales de la economía, que son los que en definitiva debieran servirle de sustento, con el consiguiente peligro de ajustes rápidos de imprevisibles consecuencias. No es probable, sin embargo, que estemos ante uno de estos ajustes. La caída de la Bolsa de Nueva York el jueves ha sido mucho más moderada (8,38 puntos) y las aguas parecen volver a sus cauces.
Para quienes gustan evocar la crisis de 1929, conviene recordar que los mercados están hoy sometidos a normas de control mucho más rigurosas que entonces y que, por ahora, la evolución de la economía mundial es relativamente satisfactoria dentro de su atonía. Lo cual no excluye, como es lógico, sorpresas desagradables, pues algunos de los desequilibrios básicos en las grandes economías occidentales, y en especial la norteamericana, distan mucho de haber sido corregidos. Uno de ellos, el de las cuentas públicas, ha contribuido a la caída del miércoles; quedan otros que, como el déficit exterior norteamericano, aún no han dicho su última palabra. Es de esperar que en su corrección los responsables políticos de los principales países del mundo sepan encontrar una vía de concertación que consolide el crecimiento de la economía mundial y aleje los peligros de la crisis.
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