Guerreros de elite para "trabajos sucios"
Las fuerzas especiales norteamericanas, en busca de un papel lucido
En la jerga militar se los denomina conflictos de baja intensidad. Y más corrientemente se los conoce por el nombre de pequeñas guerras sucias. Sea cual fuere el nombre que se les dé, son el tipo de batallas que con más probabilidad librarán las tropas norteamericanas en una precaria era nuclear: rescatar rehenes de grupos terroristas, luchar contra grupos guerrilleros o adiestrar a sus aliados para luchar contra ellos, o proteger los dispares intereses norteamericanos en diversas regiones.Estos combates tan poco ortodoxos requieren un tipo de soldado especial: audaz e ingenioso, con frecuencia adiestrado en las artes negras de la clandestinidad y el sabotaje, apropiado para formar parte de una unidad de elite que pueda esfumarse en territorio extraño o que pueda golpear en cualquier parte con rapidez y por sorpresa. Acontecimientos recientes han subrayado la necesidad de este tipo de pequeñas unidades de combate de gran movilidad. A medida que los norteamericanos han ido resultando cada vez más vulnerables en el extranjero a ataques como las atrocidades de Roma y Viena, en la semana de Navidad, Washington ha comprendido más que nunca la utilidad de una respuesta rápida y segura.
Sin embargo, los mandos militares no han mostrado tanto entusiasmo por esta nueva raza de guerreros. Los altos oficiales consideran a menudo a las fuerzas especiales como no merecedoras de los preciosos dólares dedicados a defensa y, además, demasiado independientes. Las revelaciones hechas el pasado mes de noviembre acerca de que miembros de la supersecreta Fuerza Delta habían sido acusados de apoderarse de fondos dedicados a operaciones encubiertas de espionaje aumentaron las sospechas del Pentágono de que las fuerzas especiales son un atajo de filibusteros. El general de brigada retirado del Ejército de Tierra Donald Blackburn, especialista en métodos de guerra no convencionales, se encogió de hombros y dijo: "Las fuerzas especiales han sido siempre los advenedizos del Ejército".
El Congreso ha descubierto también que la preparación para el combate de las fuerzas especiales norteamericanas está por debajo de los mínimos aceptables y que la escasez de material, a pesar de la reciente inyección de dólares, está empeorando. Una investigación llevada a cabo en 1980 sobre el fracaso de la Operación Desierto Uno culpó al Pentágono por disponer tan sólo de ocho helicópteros especialmente equipados para el transporte de la fuerza de rescate cuando por lo menos hacían falta 10.
Los registros del Pentágono revelan que en los últimos cinco años más de la mitad de las unidades de fuerzas especiales han conseguido índices de preparación no superiores a C-3, que significa "insuficientemente preparados" (C-1 indica "plenamente preparados"; C-2, "sustancialmente preparados", y C-4, "no preparados"). "El grueso de las unidades se encuentra en C-3 y por debajo", reveló al Time un funcionario del Pentágono. Otro añadió: "Su preparación ha sido atroz".
Para cierta unidad, la preparación no ha sido un problema tan grave como la simple logística. Con base en Fort Bragg (Carolina del Norte), el grupo de elite Fuerza Delta, del Ejército de Tierra, está demasiado lejos de los recientes objetivos del terrorismo como para haber podido desempeñar papel alguno. Cuando las tropas de la Fuerza Delta llegaron al Mediterráneo para responder al secuestro del vuelo de TWA 847, el pasado mes de junio, y el secuestro del avión de Egypt Air con destino a Malta, en noviembre, era ya demasiado tarde para poder llevar a cabo una operación de rescate con éxito.
Otras fuerzas especiales son los Rangers del Ejército de Tierra, tropas de choque equipadas con material ligero lanzadas en paracaídas para apoderarse de bases aéreas e instalaciones vitales antes de la llegada de las fuerzas principales con armamento pesado. Los SEAL de la Armada (fuerzas de mar, aire y tierra), que se desplegarían sigilosamente para volar puentes y barcos. El Primer Ala de Operaciones Especiales de las fuerzas aéreas fue creado para transportar tropas de combate en aparatos de vuelo de alta tecnología que pueden desplazarse en medio de la noche sin ser detectados. Sin embargo, la misión más conspicua y políticamente popular de las fuerzas especiales es el contraterrorismo. La Fuerza Delta está adiestrada para rescatar rehenes por tierra; los SEAL, por mar.
Uno de los mayores problemas reside en el hecho de que, en lugar de estar fundidos en una fuerza de elite compacta, este revoltijo de unidades diferentes ha aumentado las rivalidades entre las diferentes armas, debido en parte a su rápido crecimiento en los últimos años.
El Primer Ala de Operaciones Especiales está equipado para transportar fuerzas especiales, al igual que la Fuerza de Choque 160 de la 101 División de Ataque Aéreo del Ejército de Tierra. Los Rangers, una unidad formada por 1.800 hombres, se consideran la unidad de elite de la infantería ligera, al igual que la totalidad del Marine Corps, integrado por 198.000 hombres. La Agencia Conjunta de Operaciones Especiales del Pentágono, creada en 1984 como organismo asesor, la dirige el general de brigada del cuerpo de marines Wesley Rice. No obstante, hasta 1985 los marines no disponían de fuerzas especiales e, históricamente, minimizaban su importancia.
Preocupados por el enredo organizativo, algunos congresistas quieren hacer de las fuerzas especiales un arma totalmente independiente. El senador republicano William Cohen, de Maine, defiende un plan que eliminaría todas las misiones de fuerzas especiales realizadas por los militares y las haría depender de un nuevo departamento dirigido por civiles, y responsable ante el secretario de Defensa, que controlaría y desplegaría las unidades.
Cine y realidad
Fue Kennedy quien dio categoría de héroes de cine a las unidades de elite. Fue él quien creó las fuerzas especiales norteamericanas, organizándolas por primera vez durante la guerra de Corea y popularizando la boina verde que muchos comandos habían adoptado informalmente como símbolo representativo. La tarea de los boinas verdes era la contrainsurgencia, repeler los movimientos guerrilleros apoyados por los comunistas. Vietnam fue su gran prueba.Las amargas frustraciones de Vietnam dejaron a los altos oficiales del Pentágono con el deseo de librar una forma de combate más familiar, como las batallas entre portaviones en el mar y la guerra de carros de combate en las llanuras de Europa. Durante la década de los setenta se dejó marchitar a los boinas verdes y a otras fuerzas especiales. El presupuesto para operaciones especiales cayó en picado, desde los 1.000 millones de dólares a finales de los años sesenta a menos de 100 millones de dólares en 1975.
Resentidos y quizá con algo de envidia hacia los boinas verdes, fueron pocos los oficiales del Ejército regular que lamentaron su declive. Los boinas verdes eran considerados como devoradores de serpientes, marginados sociales incapaces de adaptarse a las ordenanzas militares. Se desconfiaba de las operaciones especiales por su "estructura de mando de puerta trasera", que no tenía en cuenta la cadena natural de mando.
Más tarde se produjo la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán. La Fuerza Delta, un destacamento especial creado a finales de los setenta para atacar a los terroristas con "sorpresa, velocidad y éxito", se encontraba a la espera. Pero la misión se vio condenada por la rivalidad entre los diferentes departamentos y una insuficiente preparación. Como es costumbre, todas las fuerzas insistieron en tomar parte en la acción.
Desbarajustes y recelos
El fracaso hizo que el Pentágono crease el Mando Conjunto de Operaciones Especiales con el fin de evitar el confusionismo entre las diferentes fuerzas. Pero esta novata organización no pudo imponerse a los altos jefes, tradicionalistas, como pronto quedó demostrado en Granada. Aunque la invasión fue un paseo contra mal armados trabajadores cubanos de la construcción, casi todas las operaciones especiales fueron víctimas de la mala utilización de las tropas por los comandantes de campo, que insistieron en que las tropas especiales operaran en pleno día y con tácticas convencionales.El escándalo desatado sobre la apropiación de fondos en la Fuerza Delta muestra el problema de dar mano libre para actuar por su cuenta a las fuerzas especiales norteamericanas. El otoño pasado fueron amonestados o sometidos a consejo de guerra al menos 80 miembros de la Fuerza Delta, acusados de engañar en sus cuentas de gastos. Las investigaciones han generado una serie de nuevos descubrimientos que dejaron al descubierto una amplia gama de operaciones encubiertas desarrolladas por las fuerzas especiales.
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