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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los liberales, en Alemania Occidental

QUIZÁ SEA exagerado decir que la asamblea nacional recientemente celebrada en Stuttgart por el Partido Liberal de la República Federal de Alemania (RFA) ha sido el inicio de una larga campaña electoral que desembocará directamente en las elecciones legislativas en marzo de 1987. Sin embargo, es significativo que en dicha asamblea la preocupación de los principales oradores, empezando por el presidente del partido y ministro de Economía, Martin Bangemann, haya sido reiterar la fidelidad de los liberales a su alianza con los democristianos, encabezados por el canciller Koffi, y argumentar la necesidad de mantener este compromiso con vistas a las elecciones de 1987. Un entierro definitivo, por tanto, de cualquier veleidad de retorno a la colaboración liberal- socialista que existió en el Gobierno de Schmidt hasta 1982. La explicación de tal actitud es obvia: después de un periodo de angustia en que parecía que el Partido Liberal iba a desaparecer de la escéna parlamentaria, las últimas consultas han indicado cierta consolidación de su peso electoral. Van, pues, a seguir por este camino.A partir de esta actitud cabe vislumbrar cuál va a ser la tela de fondo del año electoral que empieza en Alemania, en el que tendrán lugar elecciones en los Estados de Baja Sajonia, Baviera y Hamburgo, tres anticipos, en cierto modo, para las elecciones generales de 1987. En el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se ha producido un cambio significativo: estaba inmerso en un proceso autocrítico, en la tarea de elaborar un nuevo programa para sustituir al de Bad Godesberg de 1959 y con una perspectiva de recuperación del poder a largo plazo. Sin embargo, se ha abierto ante él una nueva perspectiva con la conquista de la mayoría absoluta en el Sarre, con un dirigente de izquierda como Lafontaine, y después, un triunfo semejante en el mayor land de Alemania, Renania del Norte yNesfalia, que representa un tercio del electorado, apoyándose en un dirigente moderado como es Johannes Rau. Quizá con excesivo optimismo, Brandt ha supeditado los trabajos de elaboración del programa al objetivo'de ganar las elecciones de 1987. La campaña electoral socialista se perfila ya orientada hacia dos objetivos fundamentales: un programa económico centrado en el empleo yla ecología, y una política innovadora de paz y desarme. En este último sentido, el SPD está desplegando una intensa "diplomacia de partido" con el Este para demostrar que es posible encontrar nuevas formas de seguridad que no dependan de la acumulación de armamentos.

Desde ahora, los ataques de Kohi y Strauss contra la socialdemocracia tienen un perfume electoral inconfundible. Los dos argumentos con que embaten son los siguientes: denuncian una coalición verdes-socialistas y achacan a éstos todos los extremismos de aquéllos; y sobre todo, presentan al SPD como el enemigo de Estados Unidos, capaz de poner en peligro esa seguridad que, a los ojos de una gran parte de la población alemana, depende del apoyo y de la presencia incluso de los americanos en Alemania. A la vez, en una etapa en que Reagan y Gorbachov dialogan, Kohl necesita demostrar una capacidad de apertura hacia el Este, problema particularmente sentido en una Alemania dividida. Y ello duplica el interés del Gobierno de Bonn en que se realice por fin la prevista visita de Honecker a Occidente.

En ese marco, el Partido Liberal considera que dispone de bazas importantes para elevar su porcentaje electoral. Situados dentro de la opción conservadora que representa el Gobierno de Kohl, los liberales intentan aprovechar los errores, las incapacidades, incluso los escandalos, para realizar críticas puntuales a la gestión del actual canciller. Ello crea un clima conflictivo en Bonn, pero el papel del Partido Liberal puede ser importante: evitar que el disgusto provocado por la indecisión y la incapacidad del canciller Kohl se traduzca en un desplazamiento de votos hacia el SPD. Los votos liberales pueden ser así, en el momento de la verdad, los que impidan finalmente al SPD realizar su esperanza de recuperar el poder en 1987.

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