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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un trozo de carretera

DESDE QUE Alejandro cortó el nudo gordiano, la ansiedad por cortar cintas inaugurales forma parte de la vida política, habiendo experimentado un auge desde que las cámaras de la Prensa y la televisión se sitúan frente al coro de los protagonistas. El nudo sur, escasamente gordiano, tramo de carretera de 4,25 kilómetros que une la M-30 madrileña con la de Andalucía, produjo una plural concentración de políticos ministeriales, autonómicos y municipales ante la cinta con la bandera nacional que iba a ser cortada. Todos miraron con cierta ilusión la tijera, ofrecida por la jovencita en el tradicional blando almohadón, pero el viejo sentido de lajerarquía hizo que la parodia de Alejandro la realizará el ministro de Obras Públicas. Cosculluela, que se llama. La realización del breve tramo ha costado más de dos años, y la legendaria carretera de circunvalación todavía no circunvala: le falta un fragmento. Queda muy atrás el día en que la paleta, el otro emblema del progreso, asentó la primera piedra, o el primer pellón de grava. Que sea el recién llegado ministro Cosculluela quien se apunte este galardón no es una lección de soberbia, sino de humildad: estas glorias son cuestión de turnos.En fin, el nudo del tramo sur ha sido cortado y es un progreso para Madrid. Bien mirado, es además una tontería si se contemplan los millares de kilómetros de la red española -unos 150.000, en números redondos- que necesitan mantenimiento, cuidado, ampliación, rectificación. Éste resulta buen momento para recordarlo: cuando en las vacaciones de Navidad y fin de año se van a lanzar por ellas los automovilistas, y algunos cientos de ellos no volverán jamás, o volverán disminuidos, mutilados, heridos.

Es cierto que tenemos un parque de vehículos notablemente envejecido con respecto a los países de la Comunidad, sobre todo en lo que se refiere a los más peligrosos -los camiones, los autobuses-, y también que hay una abundancia de lo que se llaman fallos humanos. Ahora el Gobierno se apresta a una revisión técnica y periódica de los vehículos de motor, como se hace en el resto de Europa. ¿Para cuándo una revisión efectiva de los firmes viales? Si se analizaran bien los fallos humanos, y caso por caso, muchas veces se encontraría que los reflejos que han faltado se deben a la irrupción de sorpresas: la mala señalización -a veces no existe, a veces está oculta-, las curvas mal peraltadas o el viejo bache que para muchos resulta un conocido de años anteriores, pero que para otros es una aparición insalvable. O las cunetas abruptas... España tiene una red de carreteras simplemente deleznable, impropia de un país de su nivel de desarrollo, causante de verdaderas catástrofes en pérdidas de vidas humanas, encarecedora de nuestro transporte y absurdamente abandonada por las autoridades. Las carreteras siguen siendo una de las vergüenzas de este país. Y aparte de cortar alguna cinta que otra, el balance global de la gestión socialista en este punto es verdaderamente casi nulo.

Si administrar o gobernar es un hecho indudablemente televisivo, y tiene un brillante toque de espectáculo y representación, hay sobre todo una amplísima base de trabajo invisible, poco agradecido y fundamental que no puede quedar sin hacer. Inauguraciones, solemnes anuncios de creación de instituciones que no se registran y primeras piedras son rituales que se traspasan de un Gobierno a otro, hasta de un régimen a otro, y propician el júbilo a aquel a quien le corresponde el turno. Podría pasarse por alto lo que tienen de arcaísmo -aunque, repitámoslo, la televisión le añade una excitación y una utilidad nuevas- si no ocurriera que los defectos y las inoperancias se transmitieran también. Un hombre de la sencillez y la buena disposición de ánimo del ministro Cosculluela puede sufrir en su reconocida humildad al verse protagonista de la inauguración de una obra pública de cuya existencia se puede suponer que apenas tenía conocinúento cuando llegó al Gabinete; ese sufrimiento se vería compensado si se supiese, al mismo tiempo, protagonista de una consolidación y una ampliación de la red de carreteras españolas. Morirían menos automovilistas y la incorporación a Europa sería algo más que un tratado. Cambiar las carreteras: eso sí que hubiera sido un cambio. Pero ni siquiera el ritual de la cinta, la tijera y la fanfarria han sido capaces de saber eliminar.

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