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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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Medios de comunicación y terrorismo

El terrorismo ha alcanzado un alto grado de éxito a corto plazo, al menos en el caso de Estados Unidos. La ocupación durante un año de la Embajada norteamericana en Teherán contribuyó a la caída del presidente Carter. Y el terrorismo en Oriente Próximo propició, si es que no la causó, la retirada militar de una región en la que, según ha declarado el presidente Reagan, la presencia norteamericana es de "interés nacional".El éxito del terrorismo en forzar cambios políticos ha llevado a algunos observadores a concluir que éste es la guerra. Es, además, una forma de guerra en la que los medios de comunicación constituyen un arma poderosa. Como resultado, se nos pide que limitemos la cobertura informativa de las acciones terroristas. La primera ministra Margaret Thatcher ha declarado: "Tenemos que encontrar la forma de privar a los terroristas y a los secuestradores de aviones del oxígeno de la publicidad, del cual dependen". Mucha gente, incluyendo a algunos periodistas de Estados Unidos, comparten su opinión. Muchos de estos observadores piden que los medios de comunicación se impongan un límite voluntario a la hora de informar sobre atentados terroristas. Algunos llegan incluso a aprobar un control gubernamental; una censura, de hecho, en caso de que los medios de comunicación no se avengan a tal autolimitación.

Sin embargo, yo estoy en contra de cualquier restricción impuesta por el Gobiemo a la libre circulación de la información sobre actos terroristas. Incluso unas pautas acordadas por los propios medios de comunicación serían demasiado amplias para ser útiles o se olvidarían en el calor de una crisis. En su lugar, estoy a favor de una cobertura del terrorismo, tan amplia como sea posible, por parte de los medios de comunicación Estas son mis razones:

- Los atentados terroristas no pueden ignorarse. Son simplemente acontecimientos muy notorios para que pasen inadvertidos. Si los medios de comunicación no informaran, abundarían los rumores, y los rumores pueden contribuir a intensificar y empeorar un conflicto.

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- Los especialistas no tienen pruebas precisas de que los atentados terroristas vayan a acabar si los medios de comunicación no informan sobre ellos. Por el contrario, creen que los terroristas aumentarían el número, la magnitud y la intensidad de sus acciones. Si los ignoramos, los terroristas aumentarán el volumen hasta que el mundo no pueda evitar oírlos.

- Los ciudadanos tienen derecho a saber lo que el Gobierno hace para contener los atentados terroristas. Algunas de las soluciones hacen surgir preguntas preocupantes.

Al mismo tiempo, creo que los medios de comunicación pueden ayudar al Gobierno a resolver crisis terroristas y a salvar vidas, aunque no sea ése nuestro papel. La información puede ser una póliza de seguros para los rehenes. Desde el momento en que los rehenes aparecen en televisión, puede que estén algo más seguros. Al darles a los terroristas una identidad, les hacemos asumir una responsabilidad hacia sus rehenes.

LA OPORTUNIDAD DE AYUDAR

Además, el Gobierno depende hasta cierto punto de los medios de comunicación para obtener información sobre una crisis, que se puede utilizar para resolverla. Un representante gubernamental reconoció que las agencias de noticias norteamericanas tienen más medios para dedicar a estas crisis -en dinero, personal y tecnología- que el Departamento de Estado. También tenemos a veces más fácilidad para llegar hasta los terroristas. En Oriente Próximo, los representantes gubernamentales se encerraban a menudo en sus bunkers. Frecuentemente, los terroristas se negaban a hablar con ellos, pero querían hablar con los periodistas.

Estos factores son importantes. Han contribuido a resolver crisis y han ayudado a salvar vidas.

Pero añadiría rápidamente que la cobertura informativa de atentados terroristas y de la violencia urbana conlleva retos muy reales y excesivamente complejos. Existen, sin embargo, límites a lo que los medios de comunicación pueden y deben hacer. Hay que tener en cuenta tres cuestiones críticas. Todas ellas afectan a la cuestión central de cómo puede la Prensa minimizar su papel como participante en la crisis y extremar su papel como proveedora de información.

La primera cuestión implica saber cómo conseguir y revelar información sin empeorar las cosas, sin poner en peligro la vida de los rehenes ni comprometer la seguridad nacional.

En los primeros tiempos de la cobertura informativa de la violencia urbana y de los atentados terroristas, los medios de comunicación se presentaban en el lugar del suceso, con los flashes y las cámaras funcionando, en pos de la noticia. A veces no sabíamos qué era lo que podía poner las vidas en peligro y a menudo no colaborábamos mucho con la policía.

CONFESIÓN DE ERRORES

Cuando los musulmanes Hanafi retuvieron a unos rehenes en Washington, en marzo de 1977, hubo reportajes de televisión en directo en los que parecía que la policía estaba asaltando un edificio, cuando en realidad estaba simplemente llevando comida. Algunos periodistas telefonearon a los terroristas que estaban dentro del edificio y una entrevista reavivó la furia de uno de los jefes del comando terrorista, que había estado a punto de rendirse.

Estos desastres potenciales han dado lugar a debates entre la policía y los medios de comunicación sobre cómo pueden colaborar unos con otros de la mejor manera posible, lo cual ha dado como resultado un enfoque más profesional por ambas partes.

La mayoría de las autoridades sabe ahora que al principio de una crisis lo mejor es establecer un punto central desde donde se pueda difundir la información fidedigna tan rápida y eficazmente como sea posible. Los medios de comunicación, sabiendo que las autoridades tratan de ayudarles a obtener la información que necesitan, están mucho más dispuestos a colaborar.

De manera especial, los medios de comunicación están dispuestos, y lo hacen, a retener información que pueda poner en peligro vidas humanas o comprometer la seguridad nacional.

Durante la crisis de la Embajada norteamericana en Irán, uno de los periodistas de Newsweek se dio cuenta de que seis norteamericanos que se sabía que habían estado en la embajada no estaban entre los secuestrados. Llegó a la conclusión correcta de que debían haberse escapado a las embajadas sueca o canadiense. Pero nosotros y algunos otros que lo sabíamos, no lo publicamos porque sabíamos que pondría vidas en peligro.

Cuando los shiíes libaneses secuestraron un avión de la TWA y cogieron 153 rehenes, los medios de comunicación sabían, aunque no lo publicaron, que un rehén pertenecía a la Agencia de Seguridad norteamericana.

Sin embargo, y es trágico, hemos cometido errores. En abril de 1983 mataron a 60 personas con una bomba colocada en la Embajada norteamericana en Beirut. En esa época había comunicaciones de radio en clave entre Siria, donde se estaba dirigiendo la operación, e Irán, que la apoyaba. Pero una cadena de televisión y un columnista de un periódico informaron que el Gobierno de Estados Unidos había interceptado las comunicaciones y pronto cesaron. Este hecho desbarató los esfuerzos para capturar a los jefes terroristas y efiminó una fuente de información sobre futuros ataques.

Cinco meses después, aparentemente el nusmo grupo atacó de nuevo, en el cuartel de los marines norteamericanos en Beirut, y mataron a 241 militares. Nadie está completamente seguro de que las noticias causasen la interrupción de las comunicaciones. De todas formas, algunos sospechan que esas informaciones detalladas no sirvieron de nada.

Estos resultados, aunque inintencionados, apuntan la necesidad de una colaboración completa entre los medios de comunicación y las autoridades allí donde sea posible. Cuando los medios de comunicación obtienen una información especialmente delicada, estamos dispuestos a decirles a las autoridades lo que sabemos y lo que vamos a publicar. Reservándonos siempre el derecho a tomar nosotros mismos las decisiones finales, estamos dispuestos a escuchar sus argumentos de por qué no se debe airear cierta información.

Un segundo desafío al que los medios de comunicación deben enfrentarse es cómo evitar que los terroristas utilicen los medios de comunicación como una plataforma para exponer sus puntos de vista.

¿Cómo se puede evitar que los terroristas utilicen los medios de comunicación como una plataforma para exponer sus puntos de vista?

Creo que debemos admitir que los grupos terroristas reciben más atención y hacen que sus posturas se conozcan mejor por sus acciones. Poca gente conocía a los musulmanes Hanafi o a los separatistas vascos antes de que estos grupos llevaran a cabo sus acciones terroristas.

Sin embargo, los medios de comunicación deben hacer todo lo que puedan para minimizar el valor propagandístico de las acciones terroristas y colocarlas en perspectiva. Tenemos la obligación de informar a nuestros lectores y a nuestra audiencia del trasfondo y de las exigenas de los terroristas. Pero son delincuentes. Tenemos que asegurarnos de que no los exaltamos o de que no damos información no autorizada sobre sus puntos de vista.

SECUESTRO DE LOS MEDIOS

Parte del reto consiste en mantener el control sobre la recogida y la difusión de noticias durante una crisis. Pensamos que los terroristas son inexpertos, pero muchos son especialistas en medios de comunicación. Pueden organizar sus acciones, y lo hacen, para agradar el escándalo y presentar la historia a su manera.

Los terroristas han hecho todo lo que sigue para influir en la cobertura de la información: organizar un servicio de distribución de noticias a la Prensa, conceder entrevistas exclusivas en las que dan información seleccionada a periodistas elegidos por ellos, dar conferencias de prensa en las que los rehenes y los demás están a disposición de la Prensa bajo las condiciones impuestas por los secuestradores, suministrar grabaciones de vídeo que muestran acontecimientos tal como los terroristas desean mostrarlos, programar los acontecimientos y la entrega de noticias asegurándose de que llegan a tiempo de salir en la televisión.

Existe un peligro real de que el terrorismo no sólo secuestre aviones y rehenes, sino que también secuestre a los medios de comunicación.

Para librarse de esto, las cadenas de televisión norteamericanas casi nunca permiten que los terroristas aparezcan en directo. También se resisten a utilizar grabaciones de vídeo suministradas por los terroristas. Si no queda otra alternativa, los presentadores informan continuamente de que el material fue suministrado por los propios terroristas. Del mismo modo, cuando los terroristas ponen a los rehenes a disposición de la Prensa para alguna entrevista, los presentadores comentan repetidamente, o deberían hacerlo, que los cautivos hablan bajo coacción. Pero el privar a los terroristas de su plataforma va más allá de utilizar estas y otras técnicas. Es más una cuestión de ejercer un juicio editorial firme. Durante años, los medios de comunicación se han enfrentado a intentos de manipulación. Hemos aprendido ano pasar de cierto límite, aunque las decisiones son siempre difíciles.

Hace unos años, un grupo terrorista croata pidió en un avión que se publicara su manifiesto en varios periódicos, incluyendo The Washington Post, antes de liberar a 50 rehenes. Publicamos el manifiesto en el tipo de 5,5 puntos, el tamaño más pequeño que tenemos, en 37 ejemplares al final de la impresión. No estoy segura de que hoy accediéramos a esta petición en forma alguna.

Otro desafío es cómo evitar ocasionar una presión indebida al Gobierno para que solucione los conflictos terroristas por los medios que sea, incluyendo la aceptación de las exigencias de los terroristas.

Portavoces del Departamento de Estado me han dicho que la cobertura informativa de los medios de comunicación presiona al Gobierno, pero no es precisamente una presión indebida. De todos modos, creo que hay peligros latentes con los que los medios de comunicación deberían ser sumamente cuidadosos.

Uno es la cantidad de cobertura informativa que se dedica a un atentado terrorista. Durante un conflicto, todos queremos saber qué está pasando. Pero una cobertura constante puede agrandar un incidente terrorista de forma desproporcionada en relación con su importancia real. Una información excesiva puede preocupar a los lectores y al Gobierno, haciendo que se olviden otros temas.

Otro peligro es el problema de las entrevistas a las familias de los rehenes. Existe una curiosidad natural sobre cómo reaccionan los seres próximos y queridos ante acontecimientos de vida o muerte, pero se corre el peligro de pasarse. Se puede producir una invasión desagradable de la intimidad. Y lo que es más, existe el peligro real de que la opinión pública se vea injustificablemente influenciada por la información sobre los familiares de los rehenes y sus opiniones. Esto puede forzar la mano de un Gobierno. Como se puede fácilmente comprender, los rehenes y sus familiares son unos testigos bastante parciales. Los medios de comunicación deben aplicarles los mismos criterios que a cualquier otra fuente de noticias.

Un último peligro para los medios de comunicación es convertirse, incluso sin darse cuenta, en negociadores durante una crisis. A pesar de lo mucho que detestemos el terrorismo, los medios de comunicación no pueden convertirse en diplomáticos, negociadores o agentes del Gobierno. Si esto es lo que piensan los terroristas o los manifestantes urbanos, si creen, por ejemplo, que le vamos a entregar a la policía grabaciones, fotografías o notas no utilizadas, no nos darán información alguna. Puede que incluso nos ataquen.

INFORMACIÓN RESPONSABLE

Todo medio de comunicación serio y profesional de cualquier parte del mundo desea ser lo más responsable posible. Desgraciadamente, no todas las empresas de comunicación ni todos los periodistas se guían por un alto nivel de profesionalismo. Y lamento decir que, una vez que estas personas menos escrupulosas o menos cuidadosas publican alguna información, todos los medios de comunicación se sienten obligados a seguirles. Así pues, puede ser cierto que la persona menos responsable de los que toman parte en el proceso determine el grado de cobertura informativa.

Todos estos problemas son graves. Pero, a pesar de ellos, creo que las ventajas de una plena información superan con mucho las consecuencias adversas. El daño de limitar la información sobrepasa con mucho los peligros de propagar información errónea o incluso perjudicial. Lo que está en juego es la libertad misma.

Las democracias se basan en la creencia, demostrada por los siglos, de que la gente puede tomar, y toma, decisiones inteligentes en cuestiones importantes si conocen los hechos. Pero algunos políticos parecen temer que la gente crea el mensaje de los terroristas y se muestre de acuerdo sólo con sus exigencias, sino además con sus ideas. Consecuentemente, intentan amordazar a los medios de comunicación.

En última instancia, un ataque terrorista es una plataforma que se derrota a sí misma. Los terroristas, de hecho, se están colgando a sí mismos cuando atacan. Transmiten odio, violencia, terror. No hay imagen más clara de lo que es realmente un terrorista que la que muestran esas fotografías inolvidables de un hombre enloquecido apuntando con una pistola a la cabeza del piloto en el reactor secuestrado de la TWA. Para mí, eso lo decía todo.

Suprimir o racionar la información no supone solución alguna a largo plazo. Si un Gobierno no puede defender su postura frente a la violencia por medios democráticos es que su política no es la acertada. Consideremos los recientes acontecimientos de Suráfrica. El Gobierno ha prohibido el acceso de cámaras de televisión a las zonas de disturbios y ha puesto todo tipo de trabas para que los periodistas informen sobre lo que está sucediendo. Pero, a la larga, la censura no servirá de nada.

Para resumir, los medios de comunicación sirven mejor los intereses de la democracia recogiendo las noticias e informando de los hechos lo mejor que puedan. Tener al frente gente experta, con un juicio firme sobre la base de unos altos niveles profesionales, es lo mejor que se puede pedir. Es lo que todos deberíamos pedir. Puede que la publicidad sea el oxígeno de los terroristas, pero la información es la savia de la libertad.

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