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Los ministros de Asuntos Exteriores vuelven hoy a debatir la reforma de la CEE en un clima difícil

Andrés Ortega

La reforma de la CEE está otra vez, hoy y mañana, sobre el tapete de los ministros de Asuntos Exteriores, reunidos en Bruselas. Por un lado, Italia, que quiere llegar a una mayor reforma -especialmente en lo que se refiere a los poderes del Parlamento Europeo-, y por otro, Dinamarca, que quiere echar marcha altrás en este aspecto sobre el acuerdo de principio alcanzado hace dos semanas en el Consejo Europeo de Jefes de Estado y de Gobierno de Luxemburgo, pueden hacer aumentar la tensión del ambiente y demorar la solución final.

Los textos de la cumbre han sido puestos a punto. Pero aún quedan numerosas reservas importantes para hacer posible las decisiones por mayoría, en vez de por unanimidad, para la liberalización de los mercados de capitales y de cambio, los servicios, los transportes aéreos y marítimos, el acceso a las profesiones y otras cuestiones necesarias para crear un auténtico gran mercado.Pero el tema más espinoso será el de los poderes del Parlamento. Italia está maniatada por el voto de la eurocámara, contrario a lo que se ofrecía, y quiere ir más allá de lo que se propuso en Luxemburgo, que deja siempre la última palabra al Consejo de Ministros de la CEE.

En el otro extremo está Dinamarca, que quiere, a cambio de aceptar eventualmente la reforma tal como está, que se retire la propuesta de dar un poder de codecisión al Parlamento Europeo para aprobar el ingreso de nuevos miembros en la CEE o los acuerdos con países terceros.

Los ministros deben debatir asimismo el texto que servirá de sombrero a la reforma del Tratado de Roma y al Tratado sobre una Política Extranjera Común, institucionalizando las cumbres, que pasarían a llamarse Consejo de la Unión Europea.

Problemas presupuestarios

La situación se ha complicado al votar el Parlamento Europeo, con el único poder limitado de que dispone, un presupuesto de la CEE para 1986 que sobrepasa sus límites legales. El presidente del Parlamento, Pierre Pflimlin, se ha dado hasta las Navidades como plazo de reflexión para firmar este presupuesto.

Si lo firma queda aún por saber qué ocurrirá si algunos países se niegan a pagar. Si no lo firma, la CEE podría entrar en 1986 sin presupuesto, con lo que mensualmente habrá de funcionar sobre la base de doceavas partes del presupuesto de 1985, que era para 10 y no para 12, con lo que no habrá dinero para España y Portugal. La actitud del Parlamento podría frenar en algunos países la ratificación de los nuevos recursos de la CEE y, por tanto, también del ingreso de España y Portugal.

La discusión presupuestaria incide también sobre el nuevo reparto del Fondo de Desarrollo Regional (Feder). La Comisión Europea ha propuesto unas nuevas horquillas de reparto que, según Irlanda y Grecia, supondrían que los fondos disponibles para estos dos países serían en un 10%, en términos absolutos, inferiores a los de 1985.

Otra cuestión será el régimen comercial que tendrán que aplicar España y Portugal frente a los países de la Asociación Europea de Libre Cambio (EFTA) tras su ingreso en la CEE. Ésta se comprometió a buscar una adaptación del régimen que respetara el mismo desarme arancelario que tendrán los países adherentes frente al Mercado Común. Pero los países de la EFTA lo consideraron insuficiente, y han pedido, por ejemplo, la apertura de contingentes arancelarios de automóviles y otras medidas que España rechaza. En este debate la CEE no ha hecho gran prueba de solidaridad comunitaria. Lo más probable es que los ministros propongan congelar la situación actual hasta el 1 de marzo de 1986 (cuando empezará el desarme arancelario), y disponer así de un respiro.

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