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Reformistas y ortodoxos se combaten en Hungría, mientras aumentan los rumores sobre la salud de Kadar

ENVIADO ESPECIAL La pugna entre adversarios y partidarios de las reformas económicas en Hungría se ha intensificado en los últimos meses, mientras aumentan los rumores sobre el mal estado de salud del máximo dirigente del Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH), Janos Kadar. En el marco de una difícil situación económica, y tras un año en el que no se cumplieron los ya modestos objetivos para lograr una mejoría, cobra fuerza en el seno del partido y de las organizaciones sindicales la tendencia que achaca a la liberalización los males que atraviesa el país.

Kadar, dirigente indiscutido en el país y con gran autoridad ante los aliados en el Pacto de Varsovia, es el principal garante de la continuidad de la política reformista, instaurada por él, que ha hecho de Hungría el país política y económicamente más abierto de la alianza oriental. Sin embargo, desde su parcial retirada en el congreso del POSH celebrado el pasado mes de marzo, el jefe del partido está obligado por los médicos a frecuentes descansos y su asistencia a actos públicos o del partido es cada vez más rara.El secretario general adjunto, Karoly Nemeth, elegido en el congreso para llevar parte del trabajo político que hasta entonces realizaba Kadar, se ha revelado como una mera solución transitoria hasta que se zanje la lucha entre las dos tendencias.

Los defensores de una profundización de las reformas económicas y políticas mantienen gran expectación ante el próximo congreso del Partido Comunista de la URSS (PCUS), que se celebrará en febrero de 1986. Si, tal como se especula, el líder soviético, Mijail Gorbachov, logra imponer en su partido una política que propugne fórmulas de incentivación de la iniciativa privada y un mayor vínculo de la economía a los mecanismos del mercado, los reformistas verían confirmada su línea y ganada la batalla contra los ortodoxos, que defienden una marcha atrás en la liberalización.

"De Moscú esperamos sólo una señal para seguir haciendo lo que de hecho estamos haciendo", decía ayer un intelectual vinculado a círculos reformistas. En el sector oficial se cree que Gorbachov tiene ya una posición lo suficientemente sólida como para emprender estas reformas.

En la actualidad, y gracias a Kadar, el aparato del Estado húngaro está en manos de los reformistas. Imre Pozsgay, secretario general del Frente Popular Patriótico, la organización creada por Kadar tras la crisis de 1956 para integrar a todas las fuerzas sociales posibles en su proyecto de reformas, es uno de los más destacados defensores de una profundización de la democracia socialista.

En un artículo recién aparecido en la revista teórica del partido, Panorama Social, Pozsgay defiende la institucionalización de las asociaciones políticas, la autogestión y la libre elección de diputados por parte de la población y de directores de empresas por parte de los trabajadores. Los primeros pasos en este sentido ya se dieron este año, con la presentación de dos candidatos como mínimo en cada circunscripción en las elecciones parlamentarias de junio y con la implantación generalizada de consultas en las plantillas industriales para el nombramiento de di rectores y consejos de empresa.

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Las voces críticas

Es, sin embargo, en los sindicatos y en el partido donde se oyen cada vez con más fuerza las voces que critican los fenómenos antisocialistas surgidos al amparo de la liberalización. Las diferencias sociales han aumentado vertiginosamente en los últimos años. Frente a profesionales artesanos y propietarios de tiendas o pequeñas empresas, que tienen grandes ingresos y gozan de un sistema fiscal muy imperfecto, los trabajadores industriales y otros sectores de la población, como los jubilados, han sufrido un constante descenso de su nivel de vida.En esta situación, un político como Karoly Grosz, secretario del partido en la capital, y procedente de MiskoIc, centro de la industria pesada, ha tenido una fulgurante carrera como representante de esa línea dura que, si no contraria a toda reforma, ve en el curso tomado una desviación peligrosa. Grosz, que achaca la falta de productividad del sistema a la "erosión de la disciplina", es para muchos el próximo hombre fuerte. Círculos intelectuales de Budapest no ocultan su preocupación por el ascenso de este hombre, que cabalga sobre la ola de insatisfacción por la situación económica, y hay quien le tacha de demagogo.

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