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Reportaje:

El sueño de una noche de verano

El 'sindicato del sexo' formado por las prostitutas de Barcelona tuvo una vida efímera

Nadie se acuerda ya del sindicato del sexo, que llenó páginas de los periódicos y horas de audiencia en radio y televisión. Pero posiblemente quienes menos se acuerdan del tal sindicato son las prostitutas que lo auspiciaron. "Aquello acabó mal porque hubo a quien no le gustó el asunto", se limitó a contestar Lita, la voz cantante del colectivo de prostitutas durante el conflicto de la pasada primavera. "Gente extraña intentó entrometerse, pero tampoco sé muy bien qué pasó, porque yo dejé el oficio y me fui a trabajar fuera de España", explicó Nieves, que lideró el grupo de los transexuales.Recientemente, una prostituta de Madrid llamó al despacho del abogado barcelonés Manuel Arnao interesándose por el sindicato catalán de las profesionales del sexo, a fin de copiarlo para el numeroso colectivo que puebla las calles céntricas de la capital de España. Manuel Arnao se limitó a decirle que el sindicato jamás llegó a existir porque la documentación nunca se presentó ante las instancias correspondientes de la Generalitat, por razones que intuía, pero oficialmente ignoraba.

Las fuentes otrora asequibles para el periodista son ahora poco fluidas. No obstante, diferentes testimonios recogidos por este periódico apuntan en una misma dirección: una vez que la Guardia Urbana las dejó ejercer su oficio, limitándose a un discreto control, las otras reivindicaciones han caído en el olvido. Así de simple. Sin embargo, no hay que olvidar dos elementos subsidiarios en la historia, pero igualmente disuasorios: uno, que algunos proxenetas vieron con recelo la formación del sindicato, porque pensaban que a la larga actuaría contra ellos, pues se consideraban parte de la patronal del sexo. Dos, que el liderazgo de Lita generó envidias que se concretaron incluso en acusaciones de apropiación del dinero recaudado para vertebrar el sindicato.

Lita era el alma del sindicato. Dio la cara las veces que hizo falta y donde hizo falta. Ante el juzgado de guardia, después de los presuntos abusos de unos policías municipales; ante las emisoras de radio y las cámaras de televisión, sin rehuir el debate con los vecinos del barrio de Pedralbes, y ante las autoridades municipales y gubernativas. Su desparpajo y su virulencia verbal la caracterizaron. En su escalera -un piso de clase media en el Ensanche-, lejos de producirse un rechazo al conocer la especificidad de su oficio, las vecinas la paraban en el rellano para comentarle que la habían visto por televisión "y estaba muy guapa" apoyando explícitamente que tuvieran "los mismos derechos que cualquier trabajador".

Sin embargo, entre las compañeras de oficio empezaron los recelos, y hubo quien la acusó de haberse quedado con las cuotas -2.000 pesetas por cabeza- de la nonnata asociación, basándose para tal afirmación en que la habían visto en una entrevista televisiva con un vestido nuevo. La mala uva de algunas y la crisis que afectó al sector durante el verano hicieron que Lita decidiera cambiar de aires y marchó a París a hacer hucha.

Amenazas y aprovechados

En cuanto a los proxenetas, hubo alguno que incluso se mostró favorable al sindicato. Pero estas posturas fueron minoritarias. No faltaron las amenazas -la prueba es que de las 35 firmas que debían avalar la petición de legalizar la asociación sólo la mitad pasaron por el despacho del abogado- e incluso se registraron actitudes más sofisticadas, como la de un conocido proxeneta que intentó figurar con un cargo en la junta de la futura entidad.

El abogado Manuel Arnao no quiere oír hablar del tema. Ya en 1983, cuando las redadas policiales se convirtieron en práctica común, la citada Lita, junto con otras dos prostitutas, Begoña y Ana, quisieron articular una asociación. El letrado inició entonces la redacción de unos estatutos que nunca se presentaron ante el Gobierno Civil, porque al cesar la persecución policial y al producirse la muerte violenta de Ana -por un zapatazo mortal en la sien que le atizó otra prostituta- dejaron el asunto para mejor ocasión. Por segunda vez, en la última primavera, volvieron a llamar a la puerta del abogado. Éste planteó una estrategia de recursos ante el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo e incluso el Tribunal Constitucional si la Generalitat hubiera puesto luz roja al proyecto.

Un penalista comentó a este periódico que el grupo que intentó la creación del sindicato en Barcelona era sólo el de las prostitutas callejeras, y que eso podía haber restado fuerza al movimiento. Tampoco está tan claro. Posiblemente del sindicato volverá a hablarse cuando los vecinos de algún barrio protesten o cuando algún gobernador civil quiera hacer méritos o electoralismo. Las prostitutas han dejado pasar una oportunidad única para conseguir que su ancestral oficio se desenvuelva dentro de unas reglas del juego sanitarias y laborales. Porque nadie puede olvidar que más allá de la tolerancia administrativa y la permisivad imperante, la prostitución queda al margen de la ley. De su guerra de primavera, convertida en sueño de verano, sólo queda una pintada en una valla de hormigón: No hacemos daño a nadie, queremos ser legales.

Asociarse para la libre actuación corporal

El sindicato, o Asociación Ciudadana de Libre Actuación Corporal (ACLAC), debía tener unos estatutos que se desarrollaban en 28 artículos. El ámbito previsto de la entidad era Barcelona, aunque se dejaba abierta su ampliación a toda Cataluña y su articulación con asociaciones del resto de España. El objeto de la ACLAC era "la creación de una asociación para la protección de los hombres y mujeres dedicados al intercambio sexual por dinero, así como intentar su reinserción social o, en todo caso, servir como base para el reconocimiento de dicha labor dentro del marco de la legislación laboral y su incorporación dentro del régimen de la Seguridad Social". También se pretendía que sirviera de "ayuda e información para las personas que no deseen entrar en dicha labor y se vean abocadas a ella, tratando de informar lo mayormente posible sobre los peligros de dicha profesión".El domicilio de la asociación se situaba en la calle de Riera Blanca, de Barcelona, y podían asociarse "todos los hombres y mujeres mayores de edad, tanto españoles como extranjeros". La cuota de los integrantes del colectivo, era de 2.000 pesetas mensuales, y el patrimonio de la entidad, en caso de disolución, debería pasar a formar parte de una fundación que se crearía expresamente, siendo el objeto de la misma "el amparo de los niños huérfanos y mujeres mayores que se hayan dedicado a la labor que ampara la presente asociación".

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