El futuro presidente es un buen tirador
J. C., El democristiano Vinicio Cerezo, casi seguro vencedor en las elecciones presidenciales de Guatemala, considera que no se podrá hablar de democracia "si el Gobierno civil no toma el liderazgo de las decisiones políticas fundamentales del país", y se mostró dispuesto a "correr el riesgo de que se tumbe el proceso", porque, de lo contrario, sólo sería un maquillaje.
La casa de Cerezo está situada en una de las zonas residenciales de la capital. El candidato presidencial vive rodeado de aparatosas medidas de seguridad organizadas por el propio partido, porque los candidatos no tienen protección oficial. Los guardaespaldas de Cerezo llevan abundante armamento. Con sus extrañas metralletas provocan en el visitante la impresión de que sería mejor no encontrárselos por la noche en una calle oscura. Una torreta, con centinela armado, controla la entrada de la casa.
En el momento en que llegó el enviado de este periódico, una mujer joven amamantaba a un niño y pedía limosna. En el patio de la casa, el mismo Cerezo llevaba una pistola en la mano. Cerezo explicó después que Ios demócratas en América Latina no deben ser tampoco ingenuos. Aquí hay grupos de derecha extrema que definitivamente van a tratar de hacer maniobras para evitar la consolidación de un proceso democratizador. Estos grupos están acostumbrados a hacer uso de las armas para tratar de eliminar físicamente a la gente que ha trabajado muchos años por la democratización. Nosotros vamos a defendernos y a tratar de evitarlo. No vamos a atacar, pero no vamos a permitir que nos maten".
El candidato se considera "bastante buen tirador. Ésa es una práctica que los políticos guatemaltecos tienen que realizar con eficiencia".
En el despacho de Cerezo, donde recibe a los periodistas, hay algunos muebles de madera recia y tosca. En la pared cuelga una tabla con una cita del libertador Simón Bolívar: "Ser nombrado jefe para no ejercer el mando es el colmo de la miseria humana". El candidato democristiano es un hombre que despierta simpatía y cordialidad, directo en sus respuestas; se muestra seguro de sí mismo, con la seguridad del que se sabe vencedor.
La casa es un hervidero de gentes que quieren verle, hacerle entrevistas o conseguir algo del futuro presidente de Guatemala. En un momento de la entrevista, una secretaria le pasa una nota para anunciarle que le llama por teléfono el presidente de El Salvador, Napoleón Duarte. En el patio de la casa está aparcado un gigantesco automóvil Impala rojo, que parece arrancado de una película de Hollywood de los años cincuenta. Uno de los guardaespaldas de Cerezo explica que "el carro es del hijo del licenciado".
El automóvil pone una cierta nota de simpática decadencia en el ambiente, junto con los guardaespaldas, que circulan por el patio con la artillería visible y dispuesta. Hasta la investidura presidencial, en el mes de enero, Cerezo no tiene derecho a escolta oficial. La violencia es algo que se palpa casi con el tacto en Guatemala. La misma noche de la entrevista con Cerezo, a unos centenares de metros de su casa, en la llamada zona diez, la policía liquidó a tiros a unos presuntos delincuentes que habían robado un coche. En la calle estaban tendidos los cadáveres de dos jóvenes y otros tres fueron llevados heridos al hospital. El vehículo robado tenía numerosos impactos de bala.
"Iban armados y dispararon", explica un policía Sobre el vehículo estaban las armas: dos pistolas con cargadores completos y una escopeta de perdigones. En la avenida, un charco de sangre y dos cadáveres, mientras que en un vecino hotel de lujo el congreso panamericano de medicina bailaba a ritmo de samba: "Brigitte Bardot, Bardot. Tu estilo triunfó, triunfó".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.