Gary Moore, el duro
El rock muy duro, llamado heavy, tiene un gran número de seguidores firmes y fieles que llenan cualquier acontecimiento del mismo, lo reaniman y mantienen. Algunos rompen puertas y lanzan botellas o hacen aguas en las gradas o en cualquier otro rincón del recinto, y otros, los más, sin parar vibran, saltan y corean cada impulso de la banda que toca a volumen brutal. No parece importar ni el precio, ni el momento ni el lugar.Ninguna otra corriente del rock goza de tanta viveza y continuidad. Gary Moore, un guitarrista y compositor de rock fuerte, pero variado, lo sabe. Conoce la situación del mercado, de la audiencia en las ciudades industriales: una gran cantidad de jóvenes que crecen en barrios periféricos, en las zonas obreras, en las ciudades dormitorio, que necesita sonidos salvajes, gritos rebeldes, guitarras asesinas.
Concierto de Gary Moore
Gary Moore, voz y guitarra. Banda: Neil Carter, voz, guitarra y teclados; Bob Daisley, bajo, y Gary Ferguson, batería (118 minutos). Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 30 de noviembre.
Un concierto de este irlandés parece diferir mucho de su grabación reciente, Run for cover, cuyo repertorio se presenta muy cuidado en instrumentación y sonido, que es fuerte pero no pesado. Gary Moore, que hace años ya había actuado en España con el grupo Coloseum, en directo resulta pesado por sus poses y ademanes de artista fiero y terrible.
Satisfizo suficientemente a aquellos cerca de 4.000 espectadores que poco necesitaron apreciar la pésima calidad del sonido. Las voces y los punteos en guitarra se escuchaban escondidos al fondo, superados por la presencia exagerada de la base rítmica, sobre todo de la batería. Tanto Moore como el guitarrista y teclista de acompañamiento Neil Carter interpretaron principalmente temas del último disco. Desde las piezas duras, Out in the fields o Nothing to loose, a las más calmadas, Military man, o su mayor éxito, la balada Empty rooms, todo sonó estridente y apenas discernible y los asistentes demostraron saberse los estribillos y siguieron las señales y pautas que los músicos marcaban.
Moore animó mediante sus solos largos y fuertes, que no eran precisamente nítidos, y se empleó en efectos resultones como la imitación de una sirena de policía, y en dos momentos protagonizó en solitario el recital. Tocó a ritmo de blues unas frases fortísimas y veloces y enardeció a su público, y más tarde, y esta vez con la guitarra acústica -usó cinco guitarras en las dos horas de concierto-, osó guitarrear fragmentos de la música clásica española, mientras algunos le aclamaban "torero, torero".
Moore no se cortó e insistió pese a la escasa claridad sonora de la guitarra. Al final, tres bises parecían no bastar a los alegres rockeros y tuvo que repetir.
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