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ELECCIONES AL PARLAMENTO GALLEGO

Signos de renovación en una Galicia que empieza a no mirar hacia atrás

Manuel Rivas

El 21 de diciembre de 1980, más de un 70% del censo electoral gallego se abstenía en el referéndum del estatuto de autonomía. Desde entonces, el mapa político y los comportamientos sociales en esta comunidad autónoma han conocido notables variaciones. Aun manteniéndose el secular recelo hacia toda institución, en la sociedad gallega hay signos de que la autonomía propicia una mayor implicación de todos los sectores en la vida política y provoca renovadores debates sobre el futuro de un país que trata de superar la metáfora bíblica de la esfinge, condenada por mirar hacia atrás.

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"Estas carreteras las hizo Fraga", dice el anciano que nos orienta bajando del refugio de Los Ancares hacia San Román de Cervantes. Cuando la conversación se hace distendida, alguien le pregunta sobre quién manda aquí. "Antes mandaba Rosón", dice el campesino, "ahora no se sabe". Sucede quizá que la relación de poder ya no es tan clara o que al hombre no le suena todavía el nombre de Cacharro, el presidente de la Diputación lucense, que, desafiando a la cúpula autonómica de Coalición Popular, impuso su propia lista electoral en Lugo.En el conflicto suscitado en Lugo nadie llamó al orden a Cacharro. Ni siquiera cuando le hizo saber al vicepresidente de la Xunta que no se metiera "donde no le llaníaban". Sólo el viejo Rosón, presidente del primer Parlamento autónomo, le reveló abiertamente: "No tengo nada que ver con Cacharro ni con su cacharrería".

El mantenimiento de las diputaciones como cotos de poder independientes al margen de las instituciones autonómicas, pese a que el estatuto se refiere expresamente a su tutela, es uno de los signos de la precariedad en que aún se mueve el poder autonómico en Galicia. Es sintomático que Enrique Marafany, el dirigente del PDP en Galicia, prefiera seguir en la presidencia de la Diputación coruílesa a una casi segura vicepresidencia en el Gobierno autónomo. Por su parte, Victorino Núñez llegó a un pacto en condiciones ventajosas con Coalición Popular en Orense, después de abandonar Coalición Galega. ¿Sus poderes? Una presidencia, cuestionada, de la Diputación.

¿Contra quién protestar?

En la sociedad civil también se vive diariamente esa sensación de invertebración institucional. "No sabemos muy bien contra quién protestar", decía, encogiéndose de hombros, uno de los participantes en una de las manifestaciones reivindicativas que tuvieron como punto de destino la sede de la Xunta.

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Hasta allí llegaron los campesinos de As Enchousas, desde las remotas tierras de Moeche, protagonistas de un conflicto con reminiscencias feudales, metidos en pleitos desde hace años para no ser expulsados de las tierras quetrabajan. "La autonomía debería servir, por lo menos, para que nuestra tierra sea realmente nuestra", dice Julia Pérez, una de las afectadas, remedando inconscientemente uno de los más conocidos lemas de Castelao.

Hasta allí llevaron también sus quejas los trabajadores de El Ferrol afectados por una reconversión naval emprendida desde la Administración central y en la que el Gobierno autónomo no tenía competencias. Pocas veces se vio tan indignado al presidente Albor como cuando los manifestantes corearon: "A Xunta de Albor, no cortello está mellor" ("La Xunta de Albor, en la cuadra está mejor").. Pero las estadísticas muestran que el sistema autonómico goza actualmente de más prestigio entre la población gallega del que sospechan muchos de los propios políticos.

El estatuto de autonomía fue aprobado en 1980, en un referéndum en el que se abstuvo más de un 70% del censo electoral, un porcentaje probablemente sin parangón en el mundo democrático. El lema escogido entonces para animar a los gallegos a acudir a las urnas pasará a la posteridad como el mayor fracaso de la historia del marketing: Anque chova, vota (Aunque llueva, vota). Cinco años después, el mismo porcentaje de gallegos que se abstuvo con el estatuto considera positiva la autonomía para Galicia. La abstención en las segundas elecciones autonómicas seguirá siendo alta, pero hay una mayor tendencia a implicarse en la vida política. "Pese a lo que diga el refrán, el gallego no nació en, la justa mitad de una escalera", apostilla un heterodoxo de la radio, Lino Braxe. "A veces sube, a veces baja, como el Celta de Vigo".

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