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Tribuna:PRESENTE Y FUTURO DEL SISTEMA FINANCIERO / y 2
Tribuna
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La reacción de la banca ante los cambios del mercado

Los cambios exigen, en primer lugar construcción de una nueva teoría, un nuevo enfoque conceptual. Hoy no se pueden tomar decisiones con imágenes y mecanismos del pasado. Es preciso reflexionar sobre lo que significa este nuevo entorno y esta nueva banca dentro de los objetivos de cada empresa bancaria, y de está reflexión han de derivar nuevos modelos de comportamiento.A modo de ejemplo, voy a referirme a la gestión del Departamento de Tesorería. En el esquema tradicional, la tesorería estaba al final del proceso como departamento colocador de excedentes para rentabilizarlos. Hoy, la tesorería se coloca al principio de la gestión para configurar las masas del balance que queremos conseguir para alcanzar unos determinados resultados. Las áreas de negocio y tesorería son interdependientes.

Además, el proceso de planificación exige ser revisado. Aparte del plan estratégico a largo plazo y del presupuesto anual, es preciso hacer un nuevo tipo de planes a más corto plazo, que permitan identificar las opciones en el manejo de la estructura de activos y pasivos en períodos cortos; medir los riesgos de intereses implícitos a esas opciones; movilizar recursos financieros y redes comerciales y controlar muy de cerca todo el proceso.

De igual forma, la nueva gestión de activos y pasivos plantea retos importantes de organización a las grandes instituciones bancarias. Primero, porque, aunque tengan una organización flexible, los golpes de timón, como en el pilotaje de un supertanque, no pueden conseguir, y en ocasiones no es bueno que lo hagan, efectos inmediatos. Y segundo, porque el nuevo marketing bancario de segmentación de mercados por clientes y productos requiere un tipo de organización descentralizada, frente a la centralización necesaria para el manejo de grandes agregados. La agilidad frente al mercado exige organizaciones planas y sin escalones intermedios. El manejo global, por otra parte, implica un tipo de organización y mecanismos de decisión técnicos y centralizados. Ello hace saltar por el aire la figura del ejecutivo individual en la cumbre, que debe ser sustituido por equipos de dirección, no muy numerosos, pero que funcionen en sintonía total.

Nueve frentes cara al futuro

El cuarto aspecto que quiero con templar al analizar la respuesta de la banca hace referencia a la gestión de los recursos. Las grandes instituciones financieras han acometido este período de mutaciones, no partiendo desde cero, sino sobre una estructura determinada compuesta por unas redes de distribución construidas a lo largo de muchos años y que sustentan el sistema de pagos del país; por unas plantillas que ni en número ni en formación coinciden con los requerimientos de la etapa que estamos afrontando y, finalmente, con unos recursos financieros, los fondos propios de los accionistas, que como consecuencia de todos estos cambios pueden estar sometidos a exigencias crecientes.

No creo exagerar si digo que la preocupación dominante de la gran banca no está en los retos del mercado, sino en la gestión económica de sus recursos humanos y financieros.

A modo de conclusión, me parece necesario cerrar estos dos artículos con la exposición de unas cuantas reflexiones hechas mirando al futuro, que debieran concretarse en definir los temas dominantes que determinarán la evolución del sistema financiero en los próximos cinco años. Esos temas están, en mi opinión, en nueve frentes distintos.

El primero sólo quiero dejarlo enunciado, y es el referente al es cenario general de la evolución de las tasas de crecimiento económico en los próximos ' años. Porque hay temas, como la deuda interna cional en Latinoamérica y el de sempleo en Europa, que difícilmente pueden resolverse sin un giro de las políticas económicas hacia tasas más altas de crecimiento y comercio que las mantenidas este último quinquenio.

El segundo hace referencia a cuál va a ser la evolución futura de nuestro déficit público estructural. Aunque el volumen total de la deuda respecto,al PIB esté aún en cifras manejables, el peso de la financiación al sector público gravita excesivamente en los flujos de financiación total de la economía. Si hasta ahora no se ha producido el crowdfing out del sector privado, ha sido por circunstancias especiales. Pero acomodar fuertes cifras anuales de necesidades de financiación con las tasas de ahorro de nuestro sistema económico puede resultar difícil en el futuro.

En tercer lugar, debe considerarse cuál va a ser el futuro de los tipos de interés. No estoy plan teando aquí un tema de pronóstico de tipos de interés a corto plazo, sino la cuestión más fundamental de si el período de tipos altos y volátiles que hemos vivido es un rasgo permanente que nos va a acompañar en nuestra historia financiera, o es un fenómeno accidental, que ha ocurrido en una época de fuertes convulsiones, pero que desaparecerá como tal en los próximos años.

Lo que sí parece claro es que no sabemos mucho sobre los tipos de interés. No se sabe si se trata de un fenómeno puramente' monetario, que puede ser manejado desplazando los objetivos de la política monetaria desde la variable cantidad de dinero a la variable tipo de interés, o si, por el contrario, actúan sobre él fuerzas económicas reales y significa un ajuste entre ahorro disponible, productividad del nuevo capital o déficit del sector público. O si este ajuste debe de producirse con transferencia de renta de ahorradores a inversores, como ha ocurrido en el pasado, o no debe de haber efectos de transferencia de renta.

Tampoco sabemos hasta qué punto los tipos de una moneda como la peseta podrán aislarse de la evolución de los tipos internacionales.

La evolución de los tipos durante 1985 no arroja mucha luz, pues se ha caracterizado por expectativas cambiantes y sorprendentes.

En cuarto lugar, resultará fundamental despejar la incógnita relativa a cuál va a ser el modelo de financiación de la empresa.

De hecho, en los últimos años se observan síntomas de un cambio en el comportamiento financiero de las empresas. Se pasa de un modelo "a la japonesa" en el que las altas tasas de crecimiento real se apoyan en el endeudamiento externo, sobre todo en el crédito bancario, a un modelo más parecido al anglosajón, dominado por tasas de autofinanciación más elevadas y por tanto menos consumidor de recursos externos. Es claro, por otra parte, que el final del modelo apoyado en el crédito bancario ha dejado muy escaldado al empresario español.

Las incógnitas sobre el déficit público y los tipos de interés tienen algo que ver en la confirmación y alcance de este cambio. En cualquier caso, el sistema deberá encontrar la forma de prestar los servicios que la empresa requiera. Y entre ellos, deberá aclararse el futuro del suministro del capital de riesgo.

. El quinto frente se refiere al ahorro. Una de las insuficiencias endémicas de nuestro sistema financiero ha sido la escasez del mismo. En los últimos años hemos sido testigos de una caída de las tasa! de ahorro de los particulares, en parte como consecuencia del intento de las familias de mantener su nivel de consumo a pesar de los sucesivos aumentos del precio de la energía, y en parte también como consecuencia del mayor grado de protección social.

El ahorrador particular va a tener que hacerse planteamientos totalmente diferentes de cara al futuro. Tales planteamientos pueden tener una gran trascendencia para las instituciones financieras, la banca entre ellas, que esperan servir a este mercado de ahorro previsional.

La presencia en Europa

El sexto frente se llama Europa. La pertenencia a las Comunidades nos convierte en una economía internacionalizada, tanto en el sector real como en el sector financiero, y esto amplía el abanico de incógnitas y decisiones que deben afrontar los bancos. Es claro que la internacionalización del sector real exige la de los servicios proporcionados por el sistema financiero.

Por otra parte, y en la medida en que implica una reasignación de recursos reales entre sectores y empresas, obliga a una paralela reasignación de recursos financieros. Y esto influye en temas como los criterios de evaluación del riesgo, el apoyo a nuevos proyectos viables en un contexto internacional o la financiación de reconversiones de empresa.

En séptimo lugar, las exigencias de reforzamiento de la solvencia y la entrada en vigor de un coeficiente de garantía constituyen datos relevantes para evaluar el comportamiento en la gestión de los activos y pasivos bancarios en el futuro.

Un sistema financiero más competitivo supone menores rentabilidades sobre activos. Una mayor exigencia de capitalización normalmente también va a suponer una mayor presión en la rentabilidad sobre fondos propios.

Por ello la gestión del coeficiente de garantía. exigirá depurar las técnicas de economía de fondos propios. Eso, sin caer en la práctica de partidas fueras de balance, que ha dado ya lugar a la emisión, por parte de los gobernadores de bancos centrales del grupo de los 10, de criterios y directrices de carácter preventivo.

En el caso de España, los estímulos a este tipo de innovaciones van a ser más altos, dada la elección de un sistema de tramos con diferente consumo de fondos propios.

Octavo: las funciones que, según definición tradicional, cumple el sistema bancario son la intermediación entre proveedores y suministradores de fondos y la gestión del sistema de pagos. La gran banca de redes de oficinas ha sido la columna vertebral de este esquema. Su infraestructura de oficinas y personas sigue respondiendo básicamente a estas funciones tradicionales, detrás de las cuales operaba un esquema de importantes subsidios cruzados desde las actividades rentables a las menos rentables, pero necesarias.

La innovación, la desintermediación y los recién llegados han supuesto una ruptura tanto del sistema de intermediación como, en menor medida, del sistema de pagos. Los trozos más rentables, o se diluyen por la mayor fuerza de los clientes, o se comparten con los recién llegados, quedando para las viejas casas los trastos viejos.

El ajuste entre nuevas funciones y viejos medios constituirá otro de los retos que se presentan a la banca en el futuro.

La vía de salida a esta solución no puede estar en la congelación del status quo, sino en la extensión del proceso de liberalización, no sólo a los mercados de productos, sino también a los de factores de producción.

Y, finalmente, debe de considerarse que en el trade off entre competitividad y seguridad va a estar también la clave de la evolución futura del sistema financiero. Tras las crisis bancarias habidas se ha puesto de manifiesto que todos los Gobiernos, incluso los más capitalistas y liberales, procuran evitar que se extienda una crisis de desconfianza. Y si no hay salida de los ineficientes, se elimina el corrector automático de una economía de mercado.

¿Cómo debe mantenerse entonces el nivel de eficiencia del sector en el futuro?

Pedro Toledo es vicepresidente y consejero delegado del Banco de Vizcaya.

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