Marifé de Triana, la Ioba.

Quintero, León, y Quiroga son, como autores, la trinidad de lo que se ha llamado canción española. Por su parte, Concha Piquer, Juanita Reina y Marifé de Triana son la trinidad interpretativa. En el homenaje a Rafael de León, el letrista de los cuplés más hermosos de todos los tiempos, no estuvieron ni doña Concha ni Juanita Reina, aunque excusaron su ausencia con motivos coherentes. Pero sí estuvo Marifé de Triana, la más pasional de las tres, la loba, la trágica, la mujer frágil que parece que se va a romper, pero que de repente se yergue como una leona, como Agustina de Aragón.Márifé de Triana, al igual que el rock duro, no es apta para cardiacos. Sólo cantó tres temas (María de la 0, La loba y Te he de querer mientras viva), pero logró concentrar en un cuarto de hora mágico las pasiones más fuertes de toda una vida.

El homenaje, póstumo como casi todos, a Rafael de León había transcurrido exquisitamente. El doctor Gómez Lara pronunció una conferencia apasionada y convincente, ilustrada con recitados de la actriz Esperanza A.lonso y con la actuación de la joven tonadillera sevillana María Vidal, que interpretó con muy buenas maneras temas tan populares como La otra, Lola Puñales, Ojos verdes o La zarzamora.

Pocas veces se organizan homenajes con tanta pulcritud. Pero al final salió Marifé, apareció la loba en el escenario y se comió al conferenciante, a la organización, a la tonadillera, a la rapsoda, al pianista y al público. Plena de facultades, Marifé de Triana se arrancó con una versión de María de la 0 que dejó estremecidos a-los presentes. Las heroínas de Rafael de León son todas ellas hembras muy bravas que por amor maldicen, se emborrachan, odian, desprecian él dinero, las instituciones y la condenación eterna, que les duelen los centros de tanto querer. Las heroínas de Rafael de León sólo tienen un dogma, el amor sin contempla ciones y sin hipocresías, el amor fatal que les lleva a enfrentarse con los poderes de este mundo y del otro, como en las tragedias clásicas.

La maestría de Rafael de León como letrista de canciones consistía en su capacidad de contar una vida entera en cuatro minutos. Cada canción es un drama con su exposición, nudo y desenlace y, además, intermedios musicales para que la tonadillera se pasee por el escenario aireando la bata de cola.

De esta forma, la intérprete de estos cuplés tiene que ser necesariamente una actriz capaz de enternecerse, gritar, susurrar, desesperarse, lanzar miradas terribles, llorar, reír, enloquecer. Y todo ello en cuatro minutos. Demasiado fuerte. Demasiado excitante. Demasiado fugaz.