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Tribuna
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El Fraude

Rosa Montero

Una de las cosas que más me irritan de esta sociedad tan pesetera en que vivimos es el auge del negocio de la desesperación. En estos momentos en que el psicoanálisis y la psiquiatría en serio están en una revisión profunda, como todo; en estos tiempos presididos por el cadáver de Freud, en fin, los mercaderes de traumas y complejos están proliferando como setas.Ahí están, anunciándose en las paredes o en la Prensa. Consultores psicológicos, sexológicos, familiares. Si no te encuentras bien en tu trabajo, si te tratas con tu mujer a bastonazos, si te despiertas por las mañanas atragantado con un ansia de suicidio, no tienes más que acudir a estos curanderos de los ánimos. La felicidad está al alcance de la mano, explica la publicidad de estos centros con un desahogo espeluznante: basta con marcar un número de teléfono, con visitar a los chamanes. No hay problema de insatisfacción, frene sí, fobia o temor que no arreglen, según dicen, en lo que dura un parpadeo. El secreto de lo que somos, la complejidad de nuestras mentes, la infinita variedad del sufrimiento, todo es reducido a una nimiedad en esta publicidad de charlatanes. Particularmente indignante es la explotación del heroinómano: esos negocios tan vidriosos, esos tipos que chupan las economías de los familiares angustiados y que prometen algo imposible, a saber, la infalible recuperación del drogadicto. Sanguijuelas.

Ahora, en televisión, se está anunciando una enciclopedia de psicología práctica en fascículos. El spot empieza con tres o cuatro personas que exponen sus problemas, del tipo de "no me entiendo con mis padres" y esas cosas. La solución a todo esto es fácil: no hay más que comprar semanalmente esta portentosa enciclopedia, verdadero bálsamo de Fierabrás de nuestra psique. Quizá los fascículos estén incluso bien, no sé, no los conozco, pero el anuncio es delirante. Al pobre Chollo del Un, dos, tres le cuentan los segundos que aparece en pantalla fumándose un puro, cosa que al parecer es un atroz escándalo. Pero nadie vigila estas publicidades inmorales, esta traición de las ansias de dicha, este abuso del dolor humano, este fraude.

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