_
_
_
_
Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El secreto en la sociedad de la información

Que el secreto es un instrumento del poder es una proposición universalmente aceptada. Poder decir "yo sé que tú no sabes" y elaborar un laberinto en el que el necesario conocimiento de los confidentes no coincida. Que se crucen pero que no coincidan. Así no habrá certidumbre, sino duda, que significa, precisamente, bifurcación.Tener poder quiere decir saber algo que el otro no sabe. Todo aquel que sabe algo es vigilado por otro, quien, sin embargo, jamás tiene certeza de qué es en realidad lo que está vigilando.

Canetti nos da noticia del rey persa Cosroes II el Victorioso: cuando sabía que dos personas de su entorno estaban ligadas por estrecha amistad y de acuerdo en todo, se encerraba con uno de los dos y le confiaba un secreto que tenía que ver con su amigo, le comunicaba que había decidido hacerlo ejecutar, y le prohibía bajo amenaza de castigo revelar este secreto al afectado. De ahí en adelante observaba la compostura del amenazado en sus idas y venidas por el palacio, el color de su rostro y su comportamiento cuando estaba ante el rey. Si comprobaba que su conducta en nada había cambiado sabía que el otro no le había revelado el secreto. A éste le incorporaba entonces a su confidencia, y lo trataba con particular consideración, elevaba su rango y le hacía sentir su favor. Si advertía, en cambio, que el amenazado demostraba temor, se mantenía apartado y volvía su rostro, comprendía que su secreto había sido traicionado.

Ser confidente del rey supone ser traidor a su amigo. Por eso la figura del confidente y del traidor, son perfectamente símétricas e intercambiables. Y es que guardar el secreto implica siempre la posibilidad y la tentación de revelarlo. Hasta tal grado que se puede apuntar que todo agente secreto es un agente, al menos, doble.

El secreto reorganiza las pasiones: la curiosidad (que no puede durar mucho tiempo), el disimulo, la sospecha, la incertidumbre, la desconfianza, la complicidad, la delación... que giran todas ellas alrededor del hecho de que todos saben algo de los otros. Sobre el saber mutuo descansan las relaciones sociales, que presuponen igualmente un mutuo disimulo.

La confianza, por ejemplo, es un grado intermedio entre el saber y el ignorar de los otros. El que ignora no puede confiar, el que sabe no necesita confiar (Simmel).

Estar en el secreto, ser un iniciado en las sociedades secretas, quiere decir aprender bajo juramento y bajo amenaza, normalmente de muerte, a ser discreto. Respetar el secreto del otro y evitar conocer de él lo que no nos revela, regla de cortesía que reordena la interacción social.

ÉTICA COMO ETIQUETA

La ética es también etiqueta: no se falta, por ejemplo, al honor solamente vilipendiando la honra, sino "acercándose demasiado", irrumpiendo sin discreción en el frágil territorio de lo privado. Las buenas maneras, pues, impiden que por discreción, o sea, por pudor, queramos saber lo que no debemos saber o lo que el otro no quiere que sepamos. Mas también podemos no querer conocer por indiferencia, por miedo, o por piedad.

En todo caso, las relaciones sociales y las pasiones ligadas a ellas se organizan en torno al secreto, al disimulo de ciertas realidades, que, conseguido por medios negativos o positivos, constituye, en decir de Simmel, una de las más grandes conquistas de la humanidad.

Y, sin embargo, se reivindica la transparencia informativa. Que se sepa todo, que se vea todo.

En época de informatización de la sociedad, bajo la industria pesada de la comunicación, la ocultación de la información es sancionada como punible. El secreto, salvo en estrictos casos de "materia reservada", no cabe.

El buen hacer democrático y el buen hacer informativo, que ambos son equivalentes, se afanan en rescatar el más recóndito secreto, sin reparar en que acaso detrás del secreto no haya nada, o en desmembrar la complicidad que consiste en mostrar que hay secreto sobre el secreto. Y procurar que se haga visible lo que podría perfectamente ser invisible.

La obscenidad de la comunicación, la pornografía de la información desplaza a los precarios y reducidos motivos de la pornografía sexual. Ver más, saber más, sin reparar que tras tamaña obscenidad siempre algo se empeña en ocultarse.

Con voraz hiperrealismo lo más nimio e insignificante es capturado en beneficio de la opinión pública que todo debe saber, a la que no se puede hurtar noticia.

Noticia y opinión pública varían en el espectáculo informativo: el ciudadano no quiere saber todo. El socializador tema de conversación sustituye a la obligación política de estar bien informado, como la fascinación por la puesta en escena de la in formación sustituye a la lectura crítica del equívoco discurso.

La noticia, por ejemplo, en vez de ser un elemento de la "historiografía del instante" es relacionada con el acontecimiento, que, como le gustaba decir a Braudel, es "novedad ruidosa", mera explosión.

Es cierto que la noticia en cuanto que aparece es la que fija y orienta lo que se debe discutir en cuanto orden del día en la construcción de la realidad que los mass media confeccionan. Bajo la gráfica rúbrica de Agenda Setting, se está previendo la posibilidad de analizar la influencia y los efectos a largo plazo a través de los "órdenes del día" que para su discusión proponen los media.

Por así decir, el "clima de opinión" irá conformándose a partir de los "temas de conversación" que se fijen atendiendo a: tiempo de actualidad, temas prioritarios, espacio dedicado... (Acaso haya que ir pensando en invertir la ecuación sosteniendo que es noticia lo que es tema de conversación.)

Asimismo, la opinión pública es un personaje proteico en la dramaturgia informativa: ora protagonista ("la O. P. ha impedido...") ora destinatario, ("debemos informar a la O. P...."), mas, también ha sugerido Landowski, siguiendo al teatro griego, como coro.

Sin embargo, se considera que todo (noticia) interesa a la opinión pública, negando el secreto. Se olvida que para que haya secreto tiene que haber interés en el otro por conocer qué se ¡e oculta. Es excesivo creer que se sabe que el otro quiera saber.

Si se trata de catástrofe no sólo se debe estar informado, sino también conocer el detalle más truculento de un despedazado cuerpo lanzado lejos del accidente. Si de un político, se decide que es importante conocer el más insignificante detalle de su vida cotidiana narrado por su doméstica o localizado por esos agentes llamados profesionales de la comunicación. A Antoñete no sólo se le ve en televisión toreando su última corrida y manifestando sus emociones, sino que con impudicia, "acercándose demasiado", se le arrebata hasta el suspiro y la vergonzante lágrima. De ese modo se le da noticia a la opinión pública, negando el secreto.

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

La difusa frontera entre lo privado y lo público la fijaba precisamente con sigilo el secreto, cuya palabra viene de se-cerno, separar, desviar, poner aparte. (La misma raíz etimológica la encontramos en excremento y en sacramento.)

Vanos y fútiles pueden resultar, pues, los intentos por legislar el derecho a la intimidad si no se establecen los confines de sendos territorios. Más si la oposición privado-público, por mor de la necesidad informativa, desaparece.

Si el secreto es pero no aparece, es tentador pensar que puesto que no aparece, simplemente no es. Por eso, erróneamente se piensa que sólo es lo que aparece. Se podría entonces colegir que si algo no aparece en los medios de comunicación es porque no existe. El secreto no cabe y sólo vale lo que aparece.

Reducir lo secreto a "desaparecido" recuerda a la brutal performance de los militares argentinos con ciertas víctimas: ni muertos, ni vivos, desaparecidos.

La utilización de los ordenadores, sin duda, facilita hasta la saturación una exhaustiva información pero también ha enriquecido notablemente las técnicas de codificación y de información destinadas a hacer ininteligibles a intrusos los mensajes reservados. La NSA (National Security Agency) recientemente ha tratado de controlar un dominio avanzado de la investigación matemática sobre los códigos secretos.

Y es que el secreto circula: a lo largo de 1982 en el Silicone Valley, California, el 42% de los investigadores de la industria electrónica han cambiado de firma. Los sistemas de seguridad, es decir, de secreto, han aumentado: la industria privada ha gastado en EE UU, en 1983, 13.500 millones de dólares para la seguridad en un mercado informático evaluado en 150.000 millones. La misma NSA ha puesto bajo control los ordenadores del Tesoro Público para evitar que, por infiltración, cualquier perturbación produzca, entre otros, la posibilidad de provocar una inflación artificial (Rosensthiel, Fabbri).

A los epígonos de la transparencia informativa hay que recordarles la enseñanza de Simmel, cuya idea genial y paradójica ha sido la de enunciar que "la convivencia humana en igualdad de las restantes circunstancias exige una misma cantidad de secreto, variando tan sólo los contenidos de éste, de suerte que al abandonar uno recoge otro y, merced a este trueque, la cantidad total permanece constante".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_