Según Maravall,
"la salida de un país como España de la Alianza Atlántica significa un tanto impresionante para un sector o grupo de países y, por el contrario, un golpe brutal en contra para los países europeos" (en otras páginas, Holanda "desplegará 48 misiles de crucero").Es sorprendente cómo el lenguaje se puede modular y manipular las palabras. Ya no dicen OTAN, sino Alianza Atlántica, que, sin duda, suena mejor. Pero mucho peor es la manipulación geográfica: Europa ahora parece sinónimo de Mercado Común, OTAN, Occidente y piedra filosofal. Sin duda, países tan asiáticos como Suiza, Austria, Suecia, Finlandia o Yugoslavia se marcarían un tanto impresionante con nuestra ¿africanización? Y no digamos otros países que parecen ser el Extremo Oriente, como Checoslovaquia, Polonia, Rumania o la URSS (sólo Rusia y Ucrania son tan extensas como el resto de Europa; Holanda tiene la extensión de Extremadura, más pequeña incluso).
Pero ahora Turquía se extiende hasta los montes más altos de Europa, en el Cáucaso; los relojes suizos son tan europeos como los japoneses; Bob Dylan es más europeo que Beethoven (que vivió en Viena); el tenis occidental es más McEnroe que Wilander; el Premio Nobel se concede en la asiática Estocolmo. Y el lenguaje llega a su manejo más vergonzado cuando nos habla de la necesidad del referéndum. Primero se nos dijo que serviría para que el pueblo decidiera, después para que opinara. Maravall dice ahora un verbo mucho más vacío de significado: "ratificar". La evolución política determina la evolución semántica de las palabras.-
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