Toman su copa, pagan y se van
"Son gente normal. Toman su copa, pagan y se van. Es raro que armen jaleo. Aunque, por supuesto, hay de todo". El dueño del pub El Barón Rojo, Reinaldo, tiene bueno clientes norteamericanos. Jóvenes soldados de la base que viven en el pueblo, en su mayoría, y que casi todas las noches se dan una vuelta por el bar. Chicos de 21 años, como David y William, que han llegado de California e Iowa con la intención de pasar tres años en España.Los dos son mecánicos de aviones nortemamericanos y cuentan las horas y minutos que les quedan para abandonar definitivamente el ejército. William y David constituyen una minoría escasamente exótica en El Barón Rojo, donde la práctica totalidad de la clientela es española, pero se niegan a acudir a otros bares frecuentados mayor¡tariamente por norteamericanos. "Ya hay demasiados en la base", piensa William, y se qqeja de que en algún otro bar hay demasiados negros.
Dentro del pub, la música de los videoclips puede más que los Phantom y los Galaxia, enormes aviones de carga que aterrizan y despegan de Torrejón con infinitos cargamentos de alimentos, ropa y un largo etcétera impreciso de productos con destino a los norteamericanos de la base.
El ruido de la música puede más incluso que esa inquietud de la gente del pueblo en torno a la realidad que tal vez esconde Torrejón. "Si hay armas nucleares, pues, hombre, qué le vamos a hacer. A mí me da casi lo mismo que estén aquí que a 50 kilómetros", opina el dueño del pub El Barón Rojo. "Creo que nos va a dar lo inisíno".
En Torrejón, todos están de acuerdo en reconocer que los norteamericanos son hoy una imagen discreta, que los habitantes del pueblo han ido asimilando sin problemas a lo largo de los casi 30 años que han pasado desde que la base se instaló.
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