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Tribuna
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Ni caso

No han vuelto demasiado entusiasmados los representantes españoles en la 31ª asamblea de la OTAN reunida en San Francisco. Han vuelto con la intuición histórica de que han pasado por un examen de buena conducta y que la OTAN va a lo suyo, pasando por encima de las sutilezas militantes del Estado español. Es más. El cerebro central y no demasiado oculto, se llama Caspar, de todo el atlantismo está convencido de que ya vendrá el verano y España pasará por la piedra atlántica con todas sus consecuencias militares, nucleares y, naturalmente, morales.Ya sé que voy a decir una majadería política, pero a mí estos atlantistas españoles empiezan a darme una cierta lástima. Están vendiéndole a Caspar el mucho esfuerzo que hacen para convencer a la conciencia social española de su vocación atlántica, pero al tiempo que realizan la venta de la piel del oso que aún no han cazado, ellos mismos están tristes, melancólicos, descreídos de su propia retórica, como si les sentara mal tanta rueda de molino. Incluso el desmejoramiento relativo, pero advertible, del presidente de gobierno tendría mucho que ver con el límite de las propias tragaderas. No les ayuda en nada esa actitud arrogante con la que los propietarios del Atlántico norte están pidiéndoles los pantalones o la vida. Y los pobres hacen lo que pueden. Incluso sostienen que la mejor manera de desbloquear el mundo es meterse en un bloque ¿por qué no en los dos? Hasta han recurrido a la filosofía popperista para justificar el pragmatismo atlantista y nadie se lo agradece, ni siquiera los dueños del Atlántico norte, que no están para zarandajas popperístas. Tú adentro y a callar.

Cuando, recientemente, Felipe González visitó al presidente Reagan como se visita al médico del seguro (cinco minutos, la receta y a la calle) mis ojos se nublaron de melancolía. ¿Qué queda de aquella moruna arrogancia isidoriana? Se empieza prefiriendo morir de un navajazo en el metro de New York y se acaba de pariente pobre, incómoda visita a deshoras. Y les es imposible cualquier capacidad de replanteamiento. Cuanto menos caso les hagan, más frenéticamente se irán desnudando.

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