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Reportaje:

La muerte de Celenk, golpe a la 'pista búlgara'

La muerte de Celenk supone, a juicio de los observadores, un duro golpe para el proceso que se sigue en Roma sobre la existencia de una conspiración internacional en el atentado de Roma. Celenk, un hombre de unos 52 años, mediana estatura, maneras de hombre de mundo y educado, ha desaparecido en un momento extraordinariamente inoportuno, cuando el proceso de Roma iniciado el pasado mes de mayo ha visto desfilar a los acusados sin que, hasta ahora, se haya podido demostrar la pista búlgara.Tras retenerle durante más de tres años las autoridades de Bulgaria entregaron, soprendentemente, a Celenk a Turquía el 6 de julio pasado. Ankara había solicitado su extradición, al ser acusado de tráfico de drogas y armas y asociación para delinquir. Cabe la duda de si los búlgaros acabaron por considerar que si Celenk, ya con graves crisis cardiacas, se les moría en Bulgaria, la opinión internacional no hubiese podido menos que sospechar que se había quitado de enmedio a un peligroso testigo.

De las audiencias del largo proceso romano sólo ha salido una evidencia: que si en la conspiración internacional para asesinar al Papa existe una pista, ésta es la pista turca. Así se desprende, al menos, de los testimonios brindados en el proceso.

Desacreditado el testimonio de Alí Agca -el terrorista turco de extrema derecha que disparó contra el Papa el 13 de mayo de 1981 y acusó a los búlgaros como organizadores y financiadores del magnicidio frustrado-, debido a sus manifestaciones mesiánico-apocalípticas, la estrategia del ministerio fiscal italiano se centró en tratar de poner en boca de otros procesados las acusaciones de Agca.

De ahí la importancia de Celenk, porque el nexo de unión entre los extremistas turcos y los servicios secretos búlgaros, según las acusaciones de Agca y del sumario elaborado por el juez Ilario Martella, era precisamente Celenk, señalado como uno de los principales padrinos de la mafia turca. La acusación indica que fue Celenk quien, a mediados de julio de 1980, se entrevistó con Alí Agca en el lujoso hotel Vitosha de Sofia y le ofreció tres millones de marcos alemanes (cerca de 180 millones de pesetas) por matar a Juan Pablo II y presentó a Alí Agca a varios miembros de los servicios secretos búlgaros.

Celenk negó que conociese a Agca, si bien reconoció que estuvo en Sofia en las fechas que indicó al juez Martella el agresor de Juan Pablo II "Soy un honesto comerciante, respetuoso con las leyes y normas internacionales", afirmó cuando, en diciembre de 1983, hizo en su presentación en una bien escenificada conferencia de prensa internacional celebrada en Sofia, con lleno hasta la bandera. Según su propio testimonio en esa ocasión, abandonó Turquía en 1966 para hacer dinero en Europa.

El pasado mes de febrero, también en Sofia, se presentó a los periodistas como un hombre angustiado por su futuro. Celenk, cuando acudió ante el tribunal militar turco en septiembre pasado, reconoció que se dedicó al tráfico de armas entre 1967 y 1969. Ahora se lleva el secreto sobre su conexión con servicios secretos de una u otra orilla.

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