La batalla mundial de las comunicaciones por satélite
Organizaciones internacionales se disputan el control del medio más poderoso de comunicación en el umbral del siglo XXI
Muy pocos usuarios del teléfono, aficionados a ver la televisión o lectores de determinados periódicos saben que la conversación que están manteniendo de larga y a veces mediana distancia, que el programa informativo o de entretenimiento que están viendo en el televisor o las noticias que están leyendo en el periódico han sido posibles gracias a la transmisión vía satélite.Toda esa información ha pasado por este avanzado artilugio, que presenta múltiples caras: arma asesina o gigantesco espía, cuando se utiliza para fines militares; o avanzada herramienta, capaz de poner en comunicación -a través de la voz, de las imágenes o de los dígitos- los lugares más recónditos de la Tierra, cuando se aplica para hacer avanzar la civilización.
Intereses políticos, comerciales y culturales
La referencia a estos casos concretos de la vida cotidiana se debe sólo a la intención de poner un ejemplo. También se puede hablar de otros usos más específicos, como radionavegación (hasta ahora naval, pero en un próximo futuro también aérea), predicción del tiempo, inventario de recursos naturales y otros muchos.Son, sin embargo, los usos en telecomunicación los que han desatado una acelerada carrera por el control de este medio de comunicación, considerado como el más revolucionario del final de este siglo.
Detrás de esta lucha existen profundos intereses políticos (dominio y colonización sobre terceros), económicos (en estos momentos el sector de las telecomunicaciones es él más rentable de los que utilizan las denominadas nuevas tecnologías) y de carácter social y cultural (con los satélites tienden a desaparecer las fronteras y cabe la posibilidad de que acaben imponiéndose las tendencias sociales más fuertes o expresiones culturales más dominantes).
Existen varios escenarios internacionales donde se desarrolla esta batalla. Uno de los más recientes es la conferencia mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), celebrada en Ginebra entre el 8 de agosto y el 14 de septiembre de este año para estudiar el reparto de las órbitas geoestacionarias de los satélites y la utilización de las bandas de frecuencia de los mismos.
En esta ocasión, la UIT, agencia especializada de la ONU que agrupa a 130 países, ha pretendido repartir, o por lo menos ordenar, el espacio que hace posibles las telecomunicaciones. Aunque ahora no son muchos los satélites de comunicación que pueden estar en circulación -se estima que pasan pocos números de los 200-, en el año 2000 se prevé una invasión de satélites espaciales que requiere ya desde ahora una ordenación ante la amenaza de la saturación y de las consiguientes interferencias.
La administración de los recursos espaciales exige que los países organizaciones y empresas interesadas se vayan poniendo de acuerdo. En la conferencia de la UIT se ha puesto de manifiesto una vez más que los países buscan el poder y el dominio en medio de evidente desigualdades.
No obstante, parece que en esta ocasión los países pobres en recursos de tecnología de telecomunicación, que coinciden con los países no desarrollados, han conseguido frente a países como Estados Unidos, Japón, Canadá o algunos otros de la CEE que se les reserven órbitas y frecuencias para cuando puedan lanzar su propio satélite.
Diferencias en el reparto del poder tecnológico
En este debate ha entrado también el director general de Intelsat, Richar R. Colino, quien ha afirmado que en materia de telecomunicación existen desproporciones en el reparto del poder tecnológico y, consiguientemente, económico y político. "Pero no se puede perder de vista que las organizaciones internacionales agrupan no sólo a los países más poderosos de la zona del Atlántico norte, sino también a otros situados en otras latitudes donde las telecomunicaciones están menos desarrolladas. Estos países tienen también una voz que debe ser oída.Expertos como Colino estiman que en el desarrollo de las telecomunicaciones por satélite existe una ventaja: que se adaptan fuentes, recursos y decisiones globales para todo el mundo porque la utilización del espacio afecta a todo el mundo. "No se trata, por tanto, de un problema tecnológico, que prácticamente está resuelto, sino de un problema de regulación del espacio para que todos puedan participar", dice Colino.
En el terreno más concreto de la utilización de los satélites, la lucha se plantea en el seno de la Organización de Telecomunicación Internacional por Satélite (Intelsat), de la que forman parte 110 países. Las empresas privadas norteamericanas que operan con satélite continúan presionando para que cese el monopolio que tiene Intelsat en el Atlántico norte, precisamente el segmento más rico y el de mayor consumo de servicios de telecomunicación, especialmente de televisión. El día 11 de este mes se reúnen los países miembros de Intelsat para tomar decisiones precisamente sobre las pretensiones de los empresarios norteamericanos.
Parecida ofensiva han lanzado los empresarios norteamericanos contra los monopolios de telecomunicación europeos, los PTT, y, por extensión, también contra la organización regional Organización Europea de Telecomunicaciones por Satélite (Eutelsat).
Ofensiva contra los monopolios estatales
Recientemente, en la cumbre de telecomunicaciones International Televent Incorporated (Intelevent), celebrada en Cannes (Francia), los dirigentes de las empresas multinacionales, norteamericanas, japonesas y canadienses han puesto en tela de juicio el derecho de los monopolios estatales de Europa sobre telecomunicaciones en presencia de los más destacados responsables de estos últimos.Las empresas multinacionales reclaman un lugar en el mercado europeo y para ello exigen la liberalización o la desregularización de las telecomunicaciones. Dicen que los monopolios constituyen una rémora para el desarrollo y que, además, no ofrecen la calidad exigida por el mercado.
Los monopolios europeos explican en defensa propia que lo que ha sucedido en Europa en este terreno no tiene nada que ver con la práctica que se ha seguido en Estados Unidos. Aseguran también que han estado y siguen estando a la cabeza de la innovación tecnológica. Estiman, además, que después de haber hecho grandes inversiones con dinero estatal, ahora que están logrando una gran rentabilidad, el sector privado pretende repartirse el pastel.
En el fondo de esta batalla late el tema de la televisión. Las empresas norteamericanas no pretenden usurpar a los monopolios europeos los servicios telefónicos, sino que quieren que les permitan entrar en el mercado de la televisión -se entiende de la televisión por satélite- y en la transmisión de datos y otros modernos servicios telemáticos.
La tecnología juega una vez más en este campo un papel revolucionario, puesto que los satélites han tenido un gran éxito de rendimiento no sólo financiero, sino, sobre todo, técnico, porque permiten salvar todas las distancias y son los más adecuados para las comunicaciones transoceánicas y transcontinentales.
Satélites de radiodifusión directa para televisión
Los satélites de radiodifusión directa permiten la recepción individualizada de los programas de televisión mediante una sencilla tecnología cada vez más asequible. Pero esto plantea problemas comerciales, culturales, políticos y jurídicos no previstos con anterioridad y pone a los Gobiernos ante la perspectiva de perder el control de las señales que provienen del exterior, como ha sucedido con la radio. Algunos de estos Gobiernos, al no poder impedir la opción procedente del exterior, ponen en práctica la estrategia de multiplicar las opciones del interior. Otros pretenden interponer como filtro la conveniencia de la televisión por cable, que no significaría otra cosa que el control de las señales del satélite.Los peligros de esta invasión de la televisión vía satélite se centrarían no sólo en la saturación o superposición de señales de diversos satélites, y en los problemas de mercado que producirían una despiadada lucha por hacer crecer el número de usuarios, sino, sobre todo, en las consecuencias sociológicas y culturales, acompañadas de pérdida de calidad y homogeneización, consecuencia de la multiplicación irreflexiva de las opciones de televisión, como ha señalado recientemente David Webster, miembro del Consejo de Administración de la BBC.
Técnicamente, es posible que Europa, y mucho más con la pretendida invasión de las empresas norteamericanas, se convierta en un terreno infectado de señales superpuestas procedentes tanto de los satélites nacionales como internacionales. Las posibilidades para la propaganda son en este caso inmensas, pero están condicionadas por la complejidad de las emisiones.
Webster ha dicho que la base del pensamiento de los Gobiernos europeos para enfrentarse a la amenaza que suponen los satélites de radiodifusión directa para los servicios públicos de televisión debería sustentarse en dos reglas. La primera regla sería: "Más no siempre es mejor"; la segunda, "lo posible no es siempre conveniente".
Los satélites, aunque sean de radiodifusión directa, seguirán manteniendo los más de 20 servicios que facilitan en la actualidad, entre los que destacan los de teléfono, la televisión por cable, teleconferencia y distribución punto a punto. Las nuevas generaciones de satélites que ha anunciado, por ejemplo, Intelsat serán capaces de ofrecer el doble de servicios.
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