Los liberales británicos, ante el final de la era Thatcher
"El mundo antiguo estaba cambiando y no había unanimidad sobre el nuevo" escribió un escocés, John Buchon. Cualquier historiador del futuro podría repetir esta frase al pensar en la Giran Bretaña en los años ochenta, porque aunque el consenso butskellite de la posguerra (llamado así por los cancilleres conservadores y laboristas Rab Butler y Hugh Gaitskell) fue rechazado en 1979, la ideología de conflicto de la señora Thatcher, que lo ha remplazado, sólo ha encontrado un apoyo esporádico.Lo que más me ha animado en este verano ha sido el recibir el mensaje inconfundible de la gente de que el préstamo de confianza dado al Gobierno está a punto de expirar. Las tácticas de la señora Thatcher han sido inteligentes y ha planeado bien su diabólica estrategia, pero su visión de una sociedad gobernada por la ley del más fuerte no puede sostenerse en un país que cree en la justicia, en la equidad y en la preocupación por el débil.
Los burdos intentos del Gobierno por ahogar las libertades, ya sea el derecho a pertenecer a un sindicato o la muy preciada independencia de la BBC; su insensibilidad al aumentar los salarios del máximo nivel y su actitud vergonzosamente mezquina hacia el, salario de los profesores; sus ataques a la atención médica pública y a las pensiones, y, más que nada, su absoluta carencia de sensibilidad hacia la situación de tres millones y medio de parados, todas estas acciones se han combinado para hacer de éste uno de los Gobiernos más impopulares de todos los tiempos.
¿Qué ha pasado en la oposición mientras tanto? Las encuestas de opinión dicen que más de la mitad de la gente cree que la alianza liberal-socialdemócrata estaría en mejores condiciones ,que los laboristas para formar gobierno. Estas estadísticas no sori simplemente fuegos de artificio: están apoyadas por una es,pectacular victoria libesal en las elecciones parciales de Brecon y Radnor y por un brillante resultado de la alianza en elecciones locales: desde nuestra victoria en Brecon y Radnor, la alianza ha obtenido el 37% de los votos emitidos en elecciones locales, frente al 32%, dé los laboristas y sólo el 29% de los conservadores. No es sorprendente que este liderazgo se refleje en la encuesta Marplan de la semana pasada, que muestra a la alianza liberal-socialdemócrata en cabeza, un punto por delante de los laboristas y cinco por delante de los conservadores.
Para el bien del país
Estamos siendo testigos en Gran Bretaña del surgimiento del hombre y de la,mujer de la alianza, que no carga con el bagaje de la política de clases, decidido a conseguir,que, la gente trabaje unida para él bien del país y comprometida a construir una sociedad en que cada uno pueda contribuir y donde cada uno sea equitativamente recompensado.
Muchas de las ideas que suscribimos -conseguir que las personas tengan voz en las industrias en que trabajan, crear un consorcio entre financiación pública y privada para invertir en nuestra infraestructura económica, hacer el Gobierno más abierto, más responsable de sus actos y menos centralizado y reforzar la infraestructura social de nuestras comunidades locales- son compartidas por muchos que antes han votado laborista o conservador.
Hay ideas que -tienen un atractivo que trasciende la vieja discusión entre izquierda y derecha en política, y creo que se les podría dar forma en un Parlamento con un Gobierno amplio de coalición después de las próximas elecciones generales. (Para mí, uno de los más satisfactorios logros liberales en nuestro pacto de 1978 con el Gobierno Callaghan fue la introducción de legislación dando concesiones fiscales a trabajadores de compañías con sistemas de participación en beneficios.) Si las próximas elecciones producen un Parlamento equilibrado, sin mayoría para ningún partido, la afianza estaría muy dispuesta a trabajar con otros miembros del Parlamento en un programa conjunto de refiarma nacional. Ésta es una cuestión que. harían bien el señor Kinnock y los líderes conservadores en analizar previamente..
Hasta ahora no ha habido unanimidad sobre un nuevo Reino Unido. La alianza y el Partido Laborista recogieron una parte casi idéntica de votos en las elecciones generales de 1983 (el 25% y el 27,6%, respectivamente).
Sin embargó, la evidencia de una serie de detalladas encuestas de opinión sugiere que los votántes se están convenciendo gradualmente de que ni los nuevos monetaristas a ultranza ni un Partido Laborista belicoso pueden hacer de estas ideas sus principios de gobierno. Para los liberales, estas ideas son la herencia de las tradiciones de Keynes y Beveridge; para nuestros socios socialdemócratas, son la única manera de avanzar para una nación encadenada por los estériles conflictos de clase del pasado. Para un número cada vez.mayor del pueblo británico, estas ideas están emergiepdo como la alternativa, más atractiva en el momento en que la nación espera ya el final de la era Thatoher.
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