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Alí Agca mantendrá hoy un careo con el jefe de los Lobos Grises, Abdullah Catli

Juan Arias

El tribunal que juzga la llamada pista búlgara en el atentado frustrado contra el papa Juan Pablo II obligará hoy a Alí Agca a estar presente en la audiencia para realizar un careo con el turco Abdullah Catli, líder de la organización ultraderechista turca Lobos Grises, prestado durante una semana a Italia por la justicia francesa. Catli se ha presentado durante sus declaraciones de los últimos días como un serio aspirante al protagonismo ostentado hasta ahora por el principal acusado en el proceso, Alí Agca. Al mismo tiempo, y conforme pasa el tiempo, se va desmoronando como un azucarillo la complicidad de los búlgaros.

A Alí Agca, que hasta hace una semana era el protagonista y anfitrión indiscutible en el proceso, le ha salido de repente un gran contrincante. Se trata de Abdullah Catli, joven, guapo, seguro, con todo el empaque del verdadero líder, quien ha dado la impresión de ser el auténtico jefe de los Lobos Grises en el exilio.Catli, que mañana regresará a su prisión de París, ha desmentido en todo a Alí Agca, al que ha llamado mentiroso. Ha revelado, haciendo saltar sobre la silla tanto al presidente del tribunal, Severiano Santiapichi, como al fiscal, Marini, que los servicios secretos de la RFA le ofrecieron a él y a Oral Celik -considerado el cómplice de Alí Agca en la plaza de San Pedro- la suma de 200.000 dólares (unos 34 millones de pesetas) para que montaran la pista búlgara. Catli aseguró que Alí Agca había actuado solo y que los Lobos Grises le habían ayudado exclusivamente a salir de Turquía, dándole un pasaporte falso.

El precio de la libertad

Catli ha contado que fue detenido, junto a Celik, por la policía suiza después del atentado, pero que fueron puestos en libertad "a cambio de algunas cosas". Catli no quiso, sin embargo, revelar el precio de aquella libertad.El joven turco detenido en París por tráfico de droga y armas ha declarado, por último, que, a primeros de 1982, Alí Agca le había asegurado que con sus declaraciones a favor de la pista búlgara saldría de la cárcel antes de cinco años. El fiscal Marini ha pedido que se llame a declarar al capitán de la policía alemana Kaisler, quien fue, según Catli, quien les ofreció -a él y a Celik- el dinero para que acusaran a los búlgaros del atentado contra Juan Pablo II.

Alí Agca se ha negado por dos veces a presentarse en la sala junto a Catli. Se ha defendido saliendo una vez más por peteneras.

El terrorista turco ha dicho que es un admirador de Hitler, y también que el presidente del Gobierno italiano, Bettino Craxi, está en posesión del tercer secreto de Fátima y lo revelará en breve. Preguntado por los periodistas, Bettino Craxi, con evidente sentido del humor, ha respondido: "No tengo más remedio que confirmar la noticia". Sintiéndose en las cuerdas, Alí Agca se ha dedicado en los últimos días a acusar a todos: al Vaticano, al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, a los comunistas italianos y al mismísimo cardenal Paul Marcinkus.

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