La moda 'in' del otoño neoyorquino
Los pantalones militares de 'Franco' encabezan los objetos más atractivos de la temporada en Manhattan
La moda tiene muchas caras. Una de ellas gira alrededor del Upper West Side, entre el lado oeste de Central Park y el río Hudson. Lo que antes era un barrio hispano ha sido invadido por los yuppies (los jóvenes profesionales urbanos). No hay que extrañarse al ver pasear por aquí a Dustin Hoffmann o a Meryl Streep, residentes de esta zona, en la que también murió John Lennon, junto al edificio Dakota, donde todavía vive su viuda, Yoko Ono. Lo que se observa en Columbus Avenue, calle principal del barrio, probablemente entrará en el citado juego.
Las aceras de la avenida se han llenado de terrazas. Pero en ellas, el alcohol está out, igual que la cocacola, tanto la nueva como la antigua. Lo que está in es el agua, específicamente agua gaseosa. Antes solía pedirse un agua de Perrier con un trozo de limón. Lo último es solicitar el nuevo producto con el sabor ya incorporado desde la fábrica, agua con ligero sabor a limón lima o naranja. Ni edulcorantes, ni productos químicos, ni colores afean la naturalidad de la popular bebida, tan popular que ha supuesto para Perrier en los últimos tres meses un incremento en ventas del 50%.
Mientras se toma uno el agua, por más o menos dos dólares (320 pesetas), adelgazando a la vez el cuerpo y el billetero, puede hablarse de ese sitio que no conoce nadie. La caza del restaurante perfecto ha sido calificada por The New York Times como un "importante fenómeno social" de esta ciudad. Prueba de ello son las diferentes guías y folletos que han empezado a publicarse para orientar a los aficionados de este deporte. Algunos, The Restaurante Reporter, The Restaurante Letter y The New York City Restaurant Survey, ofrecen mensualmente críticas personalizadas. Para los que están informatizados existe el East New York, que ofrece, mediante diskettes de computadora, información sobre restaurantes, con precios, horas, tarjetas aceptadas y especialidades.
La conversación puede derivar hacia la búsqueda de un piso, en una ciudad con graves problemas de alojamiento, o hacia la mala fama del metro, sobre todo la línea 1, que recorre esta zona, escenario de la famosa confrontación entre Bernhard Goetz y un grupo de jóvenes negros. Y hablando de moda, queda a dos pasos, en la calle 86 y Broadway, la nueva sucursal de Banana Republic.
El aire de la selva
Esta tienda vende ropa de excedentes militares, al estilo safari, pero, más que prendas, vende una imagen: fibras naturales, colores apagados, corte aventurero, un aire de selva, sin tener que salir de Manhattan.
En Nueva York, la venta se realizaba sólo a través de catálogos hasta este verano. Ahora, tres tiendas se han abierto en la ciudad. Su llegada, en agosto, al Upper West Side puede indicar su penetración en la movida del otoño.
La fama de esta empresa viene precisamente de sus catálogos, que parecen más bien revistas, con textos, ilustraciones y edición realizados por los dueños. Cada mes se incluyen dibujos y artículos de tema viajero, y la vestimenta apropiada para la aventura. La calidad de estos catálogos-revistas ha atraído la atención de la Prensa nacional y también de escritores, que solicitan colaborar.
Un típico ejemplo del catálogo es el pantalón y la camisa Franco. Los dueños, un joven matrimonió de ex periodistas, Mel y Patricia Ziegler, fundaron su primera tienda con excedentes de ropa militar española. En Madrid, en 1977, compraron al kilo camisas de paracaidistas, que luego les llegaron en cajas con un poco de sobrepeso, ya que algunos kilos (de camisas) habían sido sustituidos por trozos de maquinaria. Esto no desanimó a los Ziegler. Con sus tiendas empezando ya a abrirse a lo ancho de EE UU, volvieron a España a conseguir el pantalón Franco. El catálogo señala que éste, bien conocido por todo español que ha hecho la mili, fue diseñado por Franco mismo, con los bolsillos dispuestos de modo que los soldados no puedan tener las manos en ellos.
El refuerzo del trasero, especifica la revista, señala el blanco donde "el pequeño tirano fascista" podía colocar una patada. Estos pantalones ya se están vendiendo bastante bien, según un vendedor de la sucursal del Upper West Side, por 32 dólares (5.200 pesetas) cada uno.
De la moda individual a la moda colectiva. El ojo que nunca parpadea, la televisión, signo de identidad de la sociedad norteamericana, generó hace varios años un fenómeno que ahora impregna casi todos los campos del
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arte y la sociedad. Es el uso del vídeo, en particular el videoclip musical.
Desde 1981, la emisora privada de cable Music Television (MTV) ha estado ofreciendo 24 horas diarias de videoclips. Éstos han potenciado una nueva industria y un nuevo arte.
Un 'clip' de 15 minutos
La explosión del vídeo está borrando las fronteras que separan el cine, la televisión y la música. En algunos cines se han sustituido los cortos tradicionales por videoclips musicales. CBS Records está produciendo con Billy Joel una nueva fórmula: un clip que durará 15 minutos, recopilación de los hits del cantante, que se emitirá en la cadena musical.
La creación con vídeo ya se ve en todas partes: discotecas, restaurantes, tiendas y en un elevado porcentaje de las casas. Los avances en la tecnología han hecho que éste sirva para todo tipo de expresión artística.
El estilo de los videoclips está influyendo hasta en la producción de las series televisivas. El mejor ejemplo es Miami vice, una serie policiaca cuya innovación técnica, basada en el estilo de los videoclips, ha sido definida por los críticos, con términos como "voluptuosa", "hipnotizadora", "brillante" y "única". Éste es el estilo: muchos juegos de movimiento y ángulos de la cámara; el uso de música original de artistas populares, y el estudio del color, sobre todo en los trajes de los actores principales, cuyos tonos -rosa, verde claro y melocotón- han inspirado un nuevo estilo de ropa para el hombre.
La música unida a la imagen constituye un nuevo arte. Reflejo de esto sería Palladium, la discoteca de más impacto aquí desde que Steven Rubell e lan Sclirager fundaron Studio 54, en 1975. Y no es sorprendente que los promotores de Palladium sean los mismos.
"Lo que impacta en este momento es el arte", declaró Rubell a la Prensa neoyorquina hace cuatro meses, en la inauguración del nuevo local. "Los jóvenes artistas de hoy son como estrellas de rock and roll.
El signo de Palladium no es "sexo, drogas y rock and roll', sino "tecnología futurística, agua mineral y el arte".
El edificio fue construido en 1926 como un teatro de conciertos, y con los años se han estrenado allí ópera, baile, teatro y fiestas de rock. Actualmente, durante el día, parece un edifico abandonado, con sus puertas de hierro cubiertas de grafitos, pero por la noche suben las puertas, y el público se pelea por pagar los 30 dólares para,entrar al lugar donde estrellas como Mick Jagger se reúnen con sus amigos.
Futurismo en tres niveles
Lo nuevo de Palladium es en realidad la mezcla de lo tradicional y lo avant garde. Artistas de la vanguardia fueron invitados para diseñar todos los elementos decorativos de Palladium, desde la construcción arquitectónica y los frescos en el techo hasta un salón esquizofrénico repleto de teléfonos a modo de creaciones espaciales.
Como su primera obra en EE UU, el respetado arquitecto japonés Arata Isozaki ha instalado en Palladium una infraestructura futurista de tres pisos para crear una pista de baile dentro y alrededor de los detalles neoclásicos del edificio. Colgados por encima de la pista hay dos gigantescos bloques de metal y cristal, divididos cada uno en 12 pantallas de vídeo, que funcionan individualmente o de forma conjunta para formar una única imagen. Mientras el público baila abajo, estos bloques de vídeo, con sus imágenes abstractas o figurativas golpeando al ritmo de la música, suben, bajan, giran, se balancean, parecen tener vida propia.
Y otra vez se une la tecnología con el arte a través del sistema de luces: cientos de focos que funcionan computadorizados a base de un sistema tan complicado, que los que los llevan tienen que asistir a una escuela especial para aprender a manejarlos.
VIAJE PARA IR, VER Y VOLVER
Las compañías Iberia y TWA cubren con vuelos diarios el viaje a Nueva York por un precio entre 89.650 ó 110.300 pesetas según sea temporada baja o alta en tarifa de excusión. Si el billete se cierra con catorce días de antelación, el precio se reduce hasta 70.900 pesetas. En la compañía Spantax, que realiza vuelos charter con una frecuencia de tres vuelos semanales según temporada, el precio máximo es de 69.000 pesetas. Los principales mayoristas que operan con viajes organizados de una semana a nueve días -entre 130.000 y 180.000 pesetas son Turavia, Iberojet, Mundicolor, Tiempo Libre, American Express, Giras, Touring Club e Interaméricas. Una vez allí hay que visitar las galerías del East Village para ver las últimas tendencias en artes plásticas. Pulsar la USA Network, la Cast Iron TV o la Fresh Potatoes para saber hacia dónde camina la televisión por cable. Ir a la galería Knoll en el Soho para ver los nuevos diseños y pasear por las calles 8 y 5 para contemplar los escaparates de la última moda en vestir.
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