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México, tras la catástrofe

Eco alfa 4 OX, llamando a México

Momentos después de producirse el terremoto que dejaba incomunicado México, miles de personas comenzaban a formar una red de ondas dispuestas a informar. XE1-FFW fue una de las primeras emisoras que desde la propia Ciudad de México relataba la gravedad del siniestro.

Mientras los medios de comunicación convencionales comenzaban a reaccionar en busca de datos, los radioaficionados de todo el mundo creaban una red de emergencia, que desde entonces ha seguido abierta a nuevos datos.

El teléfono y el télex permanecían cortados y, pese a ello, la información se transmitía por la onda corta a través de la red de emergencia argentina. En Las Palmas comenzaban a recogerse los mensajes y a transmitirse a la Península.

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Barrios afectados, listas de personas, descripción de daños y otros datos salían desde un país sin comunicaciones a través de los radioaficionados, que, como en otras ocasiones, han sido el sistema de ernergencia más eficaz e inmediato.

Desde un coche particular, con una pequeña emisora o con un equipo sofisticado, los radioaficionados mexicanos podían establecer contacto y servir al resto de la población facilitando las primeras noticias. Así es como el mundo se enteró el jueves de que el silencio en que estaba sumido México se traduciría en miles de muertos.

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En esta ocasión no ha sido necesario que algunos radioaficionados se lanzasen en paracaídas con equipos y baterías, como hicieron después del terremoto que asoló Managua en 1972. Sus datos han sido, sin embargo, igualmente básicos para las autoridades de Protección Civil, que en numerosos países mantienen líneas directas con algunos de ellos.

Hace algunos años, un radioaficionado canario solicitó la búsqueda urgente de un medicamento norteamericano con el fin de salvar la vida de un joven con leucemia. Gracias a este sistema, el medicamento llegaba por avión un día después. La sorpresa por la eficacia del sistema fue aún mayor cuando ese mismo día llegaban hasta las islas Canarias varias decenas de dosis, procedentes de lugares diferentes, remitidas por anónimos radioaficionados que habían escuchado el dramático SOS.

Si en España se diese una catástrofe similar, se calcula que más de 500.000 personas podrían lanzar al éter sus ondas. 30.000 de ellas están asociadas a la Unión de Radioaficionados Españoles.

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