Los periodistas, víctimas 'selectivas' de la violencia en Filipinas
Los periodistas de Filipinas son víctimas predilectas de la violencia política que vive ese país. En los últimos dos años, un total de 22 periodistas han sido asesinados, 10 de ellos en lo que va de año. En una situación cada día más violenta, las balas pretenden acallar a una Prensa cada vez más crítica hacia el régimen del presidente Marcos, mientras el Ejército, en un país militarizado, desmiente su vinculación con los asesinos, alega que hay investigaciones en curso sobre estos asesinatos y autoriza a llevar armas a los periodistas que se sientan amenazados. Un enviado especial de EL PAÍS visitó recientemente Filipinas.
"Creo que vamos hacia una situación de mayor violencia, en la que los periodistas figuramos como víctimas selectivas", dijo Antonio Nieva, presidente del Club Nacional de la Prensa filipina, en relación con los asesinatos y desapariciones de periodistas en Filipinas.En los últimos dos años, un total de 22 periodistas han sido asesinados en Filipinas, 10 de ellos en lo que va de año. En un clima de violencia casi permanente, las balas pretenden acallar a una Prensa cada vez más crítica hacia la turbulenta situación del país. "No se trata de actos de violencia, son simples ejecuciones", comentó Nieva en su oficina del Press Club de Filipinas, donde los periodistas, locales acaban la jornada tomando copas y comentando los acontecimientos del día.
Las víctimas preferidas son los comentaristas de radio de localidades de provincias por su influencia entre una población que no cuenta con recursos para comprar periódicos y se entera a través de las ondas de los casos de corrupción, abusos o asesinatos en un país donde las autoridades militares reconocen que ha y un "promedio de 14 muertos diarios".
Periodistas armados
El último asesinato de un periodista en la serie negra de la Prensa filipina ocurrió el mes pasado, cuando 30 balas acabaron con la vida de Joselito Paloma, de 41 años de edad, editor de dos semanarios en la localidad de Surigao, en la isla de Mindanao. La policía detuvo a Constancio Panuncialman, conocido miembro de una milicia privada vinculada a las operaciones del Ejército filipino contra la guerrilla.El teniente general Fidel Ramos, actual jefe del alto Estado Mayor, habitualmente desmiente que el Ejército esté vinculado a los asesinos de periodistas. Alegó que hay varias investigaciones en curso y recordó que el Ejército ofrecerá protección y autoriza a llevar armas a los periodistas que se sientan amenazados. Al magnetófono, la cámara y el bolígrafo, los periodistas filipinos deberán sumar -así ocurre ya en algunos casos- la pistola.
"Algunos colegas van armados para ejercer su profesión, pero ésta no es la solución, ya que si quieren liquidarte lo pueden hacer igual", comentó Antonio Nieva. Personalmente, ha tenido ya algunos sustos: hace dos años intentaron acuchillarle, una vez le desatornillaron las dos ruedas delanteras y ha recibido repetidas llamadas en las que se le amenazaba de muerte.
"Vivimos en un país militarizado, y, si los militares quieren, pueden parar esa oleada de terror e intimidación contra la Prensa", manifestó Antonio Nieva, un profesional con 25 años de experiencia que no ve posibilidades de mejora inmediata para los periodistas filipinos.
"¿Es una campaña para aniquilar a los periodistas recalcitrantes?", ésta fue la pregunta que recientemente planteó Nieva en la primera página del semanario Panorama, suplemento dominical del diario Bulletin Today, uno de los de mayor difusión y de tendencia progubernamental.
Nieva realizó en su amplio y patético reportaje una extensa cronología de los periodistas asesinados e incluyó la desaparición de Tim Olivarez, un periodista del diario Tempo, literalmente raptado el 4 de febrero a la salida de un restaurante, en plena calle de un elegante barrio de Manila.
Pero el sentimiento general entre los profesionales de la información es que se trata de una estrategia velada destinada a amordazar a la Prensa, en un país de grandes escándalos financieros con presuntas implicaciones que llegan hasta el palacio presidencial del dictador Marcos e incluyen a varios ministros de su Gobierno. "Es una mala política, porque la Prensa no callará", concluye Nieva.
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