Sanciones y 'apartheid'
LAS DECISIONES que han sido adoptadas durante estos últimos días en Washington y poco después en Luxemburgo sobre la aplicación de sanciones al régimen racista de Africa del Sur indican que la reacción mundial contra el sistema odioso del apartheid ha, entrado en una dinámica diferente a la que se ha aplicado hasta ahora; ya no se trata solamente de condenas morales votadas por las Naciones Unidas y proclamadas en movilizaciones populares; los Gobiernos, y en, particular los que tienen relaciones económicas más estrechas con África del Sur, reconocen la necesidad de recurrir al procedimiento de las sanciones económicas para obligar al Gobierno de Pretoria a poner fin a un sistema que niega los derechos humanos y políticos más elementales a la mayoría negra.Presionado por su opinión pública, por el Congreso, con mayoría demócrata, y en cierto modo también por el Senado, en el que los republicanos son mayoritarios, el presidente Reagan ha decidido la aplicación de sanciones económicas y financieras bastante limitadas; inferiores desde luego a las que el Congreso había votado. Pero lo significativo, más aún que el ámbito de estas sanciones, es que Reagan haya efectuado lo que numerosos periódicos estadounidenses califican de un viraje de 180'. En Luxemburgo, después de confrontaciones duras entre diversos Gobiernos, con la excepción británica, la CEE ha decidido asimismo aplicar ciertas sanciones diplomáticas y económicas.
Quizá el rasgo más sintomático que se desprende de estas dos decisiones es que implican un reconocimiento neto de que la política aplicada hasta ahora con respecto a África del Sur ha fracasado; de que ya no es posible continuar esperando a que los gobernantes de Pretoria tomen medidas reformistas, limitándose mientras tanto a aprobar críticas o condenas morales. La propia evolución interior en África del Sur, la voluntad de las masas negras, la brutalidad de la represión, la reacción de la opinión pública en el mundo, imponían a los Gobiernos occidentales una actitud nueva ante el problema del apartheid.
-Sobre la eficacia de las sanciones económicas se discute mucho, y las experiencias que ofrece la historia río permiten deducir una conclusión evidente. En una serie de casos, las sanciones económicas¡ cuya aplicación se presta casi siempre a escapes y engaños, no han permitido paralizar a los agresores; conviene recordarlo, sobre todo porque seria absurdo creer que las sanciones parciales decretadas ahora van a obligar a Pretoria a ceder. Pero, si tenemos en cuenta sobre todo las actuales circunstancias de África del Sur, no cabe subestimar el impacto de lo que se ha decidido en Washington y Luxemburgo. Es evidente que las sanciones crean - un clima de desconfianza en el mundo financiero internacional, al tiempo que minan la moral de los detentadores del poder político en el país objeto de condena, mientras aumenta la sensación de inseguridad entre sus ciudadanos.
En Suráfrica, las verdaderas sanciones, lo que ha alertado a su población sobre la situación insufrible en que se encuentra el país frente a la comunidad internacional a causa del odioso régimen de apartheid, ha sido la actual crisis económica producida por la caída vertical en la cotización del rand. Una crisis que ha obligado al Gobierno a decretar una moratoria de cuatro meses en el pago de la deuda externa por primera vez en la historia surafricana y que va a producir en los próximos días el. increíble espectáculo de una entrevista en la capital de Zambia entre una delegación dé los hombres de negocios más importantes de Suráfrica y los responsables del. África National Congress (ANC), el movimiento nacionalista prohibido desde 1964, a cuyo frente estará su presidente en el exterior, Oliver Tambo.
Este clima explica las últimas decisiones del presidente Botha sobre la devolución de la nacionalidad surafricana a los negros de los cuatro bandustanes, territorios a los que se ha dado una independencia ficticia, precisamente para disimular la monstruosidad jurídica del apartheid. Sin embargo, esta decisión significa reconocer el fracaso de una pieza fundamental de la política racista seguida desde 1948 por el partido blanco gobernante en Pretoria. Y cada vez resultará más difícil rehuir el verdadero problema de reconocer los derechos políticos a la mayoría negra. Ante esta necesidad, resulta suicida y ciega la política represiva que está aplicando Botha. Dialogar con los líderes negros que tienen prestigio real entre las masas se convierte en una necesidad objetiva. En realidad, el desmantelamiento del sistema de apartheid ha comenzado por la acción de las masas negras, unas de las más moderadas del continente, y el desencanto de una parte de la población blanca con la política del actual Gobierno. "Los vientos del cambio" que anunció en Ciudad del Cabo el entonces primer ministro británico, Harold McMillan, en 1957, han comenzado a sacudir los cimientos del establecimiento afrikaner.
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