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Motlana: "El cambio llegará a Suráfrica a través de la violencia"

El líder negro surafricano Nthato Motlana, que sufrió una condena de cárcel en los años setenta por sus actividades políticas, visitó recientemente Estados Unidos y se entrevistó con una serie de personalidades norteamericanas, entre ellas el vicepresidente George Bush. Motlana viajó ayer a Londres, donde permanecerá dos semanas para explicar a personalidades y líderes británicos su visión de la situación en Suráfrica.En una entrevista exclusiva con EL PAIS, el doctor Motlana predijo, entre otras cosas, que la violencia continuaría en el país hasta que el Gobierno se decida a realizar "cambios fundamentales", que no pueden ser otros que la concesión de derechos políticos a la mayoría negra dentro de un Estado unitario y que se proceda a la liberación de Nelson Mandela y a la legalización del Congreso para la Unidad Africana.

Pregunta. Después de un año de violencia racial en Suráfrica, ¿cree usted va a decrecer o que, por el contrario, aumentará?

Respuesta. Mi esperanza es que la violencia disminuya, pero para que eso ocurra tienen que producirse cambios fundamentales en la política del Gobierno. El discurso del presidente del 15 de agosto en Durban ha demostrado lo que ya sabíamos hace tiempo, que P. W. Botha no es un reformista y que el partido en el Gobierno no tiene la menor intención de introducir los cambios fundamentales que podrían desactivar la violencia. Por ello, no puedo predecir una reducción de esa violencia.

P. ¿A qué llama usted específicamente cambios fundamentales?

R. El cambio fundamental que se tiene que producir es la introducción de una Constitución que garantice los derechos de todos los surafricanos. Y estos derechos fundamentales son, en primer lugar, el derecho al voto -un hombre, un voto- en una patria común. Este derecho no es negociable. Todos los ciudadanos de Suráfrica tienen que tener el derecho de votar. Y, naturalmente, me estoy refiriendo a todos los surafricanos, incluidos los habitantes de los llamados Estados nacionales o independientes, porque no son independientes, sino simples colonias de Suráfrica. En segundo lugar, es necesaria una ley de derechos que garantice la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Y, por último, si se quiere llegar de verdad a una solución pacífica es imperativo que se ponga en libertad a Nelson Mandela y se legalice al Congreso Nacional Africano con el fin de que los negros puedan realizar sus actividades, políticas libremente, lo que incluye el regreso de todos los exiliados. Por otra parte, todas las leyes que sostienen el sistema de apartheid tienen que ser abolidas. Sólo una vez conseguidos estos objetivos podrán iniciarse las negociaciones destinadas a elaborar una Constitución aceptable para todos.

Los Reagan de este mundo

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P. ¿El Gobierno actual es capaz de tomar esas medidas?

R. No parece muy probable. El Gobierno se encuentra encerrado dentro de la actual estructura del apartheid. Y todas las medidas que se mencionan ahora no constituyen sino una mera reformulación del apartheid. Simplemente están tratando de hacer la vida algo más llevadera para los negros que viven bajo el sistema de apartheid. Quieren hacérselo más fácil a los Reagan de este mundo para que les continúen apoyando. Pero, en realidad, no están cambiando nada. Sin embargo, creo que a largo plazo el cambio llegará a este país, pero llegará a través de la violencia. Y digo esto no porque yo quiera la violencia; nadie que no esté loco desea la violencia. A todos nos gustaría que el cambio fuera pacífico.

P. ¿Qué piensa de la propuesta hecha por el líder de la oposición liberal blanca, Frederick van Zyl Slabbert, sobre la posibilidad de celebrar una convención nacional entre todos los grupos del país?

R. No creo que una convención nacional pueda ayudar mucho en las circunstancias actuales, a menos, desde luego, que se aceptaran unas precondiciones mínimas sobre la liberación de los presos políticos y la posibilidad para los negros de llevar a cabo una campaña política en el país. Nosotros nos encontramos ahora en la misma situación de un ratón que tuviera que negociar con un elefante. Tenemos muy poca fuerza para sentarnos a la mesa de negociación con este elefante, afrikaner representado por el Gobierno con todo su poderío militar y económico. Necesitamos igualar algo las fuerzas. Los negros tendremos que hacer mucho más para presionar al Gobierno mucho más. En la actualidad, ellos tienen todos los ases, no sólo los cuatro ases, sino cinco, y antes de sentamos a negociar necesitamos algunos de ellos.

P. ¿Cree que la actual crisis económica puede contribuir a acelerar el cambio en Suráfrica?

R. Si el Gobierno tuviera alguna intención de cambiar, sí. Pero la cuestión es que no tiene ninguna. Se niega a leer el signo de los tiempos. La minoría blanca se siente protegida contra la violencia y la disensión negras. Las víctimas de esa violencia, con excepción de dos, han sido hasta ahora negras. Por eso, creen que vigilando la economía e incrementando las medidas de seguridad pueden salir otra vez adelante. Por ejemplo, el ministro para la Ley y el Orden acaba de decir que la situación está mejorando por la aplicación del estado de emergencia. Creo que se siguen engañando y que no están dispuestos a coger el toro por los cuernos, que es lo único que podría producir una mejora.

Dudas sobre las sanciones

P. ¿Cree usted que la imposición de sanciones económicas puede producir un cambio?

R. No creo que las sanciones económicas puedan producir resultados. La historia ha demostrado que desde que se adoptó la medida por primera vez don Italia, como consecuencia de la invasión de Abisinia, en 1935, las sanciones nunca han funcionado. Véase el caso de la antigua Rodesia o de Polonia, o el ejemplo del gasoducto de Siberia cuando los capitalistas europeos se negaron a secundar los propuestas del presidente Reagan. No creo que en el caso de Suráfica, con su riqueza de minerales estratégicos, las sanciones se pudieran cumplir. En todo caso, los surafricanos no nos podemos pronunciar libremente en torno al tema de las sanciones. En el Frente Democrático Unido, y mi organización es un miembro activo del Frente, hemos declarado que no nos pronunciaremos oficialmente sobre este tema debido a las leyes del país, que consideran un delito que puede ser castigado con la pena de muerte cualquier declaración que pueda ser interpretada como sabotaje económico.

P. ¿Cree usted que el líder zulú, jefe Gatsha Buthelezi tiene un papel en el futuro de Suráfrica?

R. No me gusta hablar de personalidades, pero yo le he dicho a Gatsha, en presencia del reverendo Jessee Jackson, que si dimitía como ministro principal de Kwa Zulu (el homeland de los zulúes, en la provincia de Natal) y se convertía nada más que en el presidente nacional de Inkhata (la organización política zulú), yo me afiliaría a Inkhata. Buthelezi tiene carisma y es un líder nato de hombres, pero mientras siga asociado al Parlamento de Kwa Zulu muchos de nosotros nos negaremos a colaborar con él. Sólo tiene un futuro político si se decide a construir su organización política fuera del concepto del bandustán actual.

P. ¿Cuál es el grado de aceptación entre la población negra del African National Congress (ANC) y cómo se mide ese grado de aceptación en un país donde los negros no pueden participar en política y gus líderes están encarcelados?

R. Como en los países europeos, Markinor, que es el equivalente surafricano del Instituto Gallup, realiza encuestas regularmente, y esas encuestas demuestran que la aceptación del ANC se incrementa por momentos. En el último sondeo un 73% de los encuestados manifestaban a Mandela su adhesión, gente que no le conoce, ni le ha visto nunca, porque ni siquiera muchos de ellos habían nacido cuando fue encarcelado. No existe la menor duda de que el ANC es la organización mayoritaria entre la población negra de Suráfrica, incluidos los zulúes. Me acabo de reunir en Nueva York con algunos congresistas, y a la reunión asistieron representantes del Pan African Congress y del ANC. Los cinco representantes del ANC eran zulúes, incluso el delegado de la organización ante las Naciones Unidas. Es mentira que nuestras organizaciones nacionalistas estén basadas en grupos tribales. Quizá la única que tenga una mayoría tribal, la zulú, es precisamente Inkhata.

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