Objetivo, eliminar a Pol Pot '
La reciente destitución del jefe militar de los Jemeres rojos es clave para el futuro de Camboya
La destitución de Pol Pot al frente de la dirección militar de los jemeres rojos es uno de los acontecimientos más significativos en el sureste asiático desde que las tropas vietnamitas invadieran Camboya hace seis años. Su eclipsamiento abre la vía a la solución del largo contencioso de Camboya y facilitará un entendimiento entre Vietnam y Estados Unidos. Hanoi había reiterado que sin la eliminación de Pol Pot no había ninguna posibilidad de diálogo con la resistencia camboyana. Y los cinco millones de dólares concedidos por Washington a la coalición guerrillera que lucha contra Vietnam excluían explícitamente al grupo del hombre que hizo posibles los acontecimientos relatados en la película The killing-fields.
Pol Pot, de 57 años, (su verdadero nombre es Saloth Sar) ha sido el obstáculo infranqueable durante años a una pacificación de Camboya, en donde los vietnamitas tienen instalado un Gobierno títere, no reconocido por Naciones Unidas, desde que se hicieran con el control de su vecino país asiático en 1979.Protegido por China, Pol Pot está indeleblemente asociado al régimen de utopía rural que bañó Camboya en sangre entre 1976 y 1979, llevándose por delante al menos un millón de vidas. Purgas, ejecuciones, deportaciones masivas y la entera dislocación de un sistema social por la vía más dogmática y radical fueron las palancas del genocidio.
Pekín ha recibido con alivio esta misma semana, a través de una declaración oficial, la sustitución del líder jemer rojo, confinado ahora a un puesto honorífico en una denominada Oficina de Altos Estudios para la Defensa Nacional. El hecho revela que las autoridades chinas -de quienes los jemeres dependen íntegramente para desarrollar su guerra de desgaste contra el régimen que dirige en Phnom Penh Heng Samrin- han conseguido por fin su objetivo de presentar una fachada menos radical para el grupo más eficaz y combativo de los que hacen la guerra al régimen instalado en Camboya por Vietnam.
Los reveses de la coalición
De las tres facciones que componen el denominado Gobierno de coalición de Camboya democrática, los jemeres rojos, comunistas, son la más numerosa y mejor armada. Dirigidos en la batalla hasta mediados de agosto por Pol Pot, los jemeres cuentan con no menos de 40.000 hombres en armas, mientras que las fuerzas realistas del príncipe Norodom Sihanuk no soprepasan los cuatro mil, y el también moderado Frente de Liberación Jemer, obediente al primer ministro de la coalición, Son Sann, ronda los 12.000.
Los formidables reveses sufridos por la heterogénea alianza tripartita que preside el príncipe Sihanuk a manos de los vietnamitas durante los meses pasados, la denominada estación seca, en que Hanoi barrió literalmente los campos que en la frontera con Tailandia servían de base militar a los guerrilleros camboyanos, han sido un elemento decisivo en el eclipsamiento de Pol Pot, a quien, sin embargo, todos atribuyen cualidades militares verdaderamente excepcionales.
Vietnam mantiene en Camboya al menos 160.000 de sus soldados de elite y está empeñado ahora en sellar los 800 kilómetros de frontera entre este país y Tailandia para impedir el paso de suministros a los guerrilleros.
Pero el frente diplomático ha sido al menos tan importante como el militar en la destitución de Pol Pot. En los últimos meses, no sólo ha ido en aumento la presión china sobre sus protegidos jemeres, sino también la de los soviéticos, léase Gorbachov, en dirección a los vietnamitas, para que dieran algún signo de flexibilidad en el gangrenado problema camboyano. Los terceros protagonistas en este baile diplomático han sido los seis países no comunistas de la zona -Filipinas, Singapur, Malaisia, Indonesia, Tailandia y Brunei- que integran la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), teledirigida desde Washington.
Antes de forzar el relevo de Pol Pot, Pekín ya había conseguido que los jemeres rojos se mostrasen dispuestos a aceptar a Heng Samrin, el jefe de Gobierno instalado en Camboya por Vietnam, como interlocutor válido en unas eventuales conversaciones sobre el futuro de Camboya. (Samrin es para los jemeres algo parecido a 16 que representa Pol Pot para los vietnamitas; jefe de una facción disidente comunista, entró en Camboya con las tropas invasoras de Hanoi).
Presiones entrecruzadas
Y no sólo eso: en línea con la acelerada evolución del modelo polítíco chino, los maltrechos jemeres se mostraban en julio pasado, a través de su emisora, la Voz de Kampuchea Democrática, dispuestos a aceptar para Camboya un modelo económico liberal y un sistema parlamentario.
Lo sorprendente es que Pol Pot haya resistido tanto tiempo las presiones entrecruzadas de
Moscú, Washington y Pekín. Para Estados Unidos sólo hay un tema importante en el conflicto camboyano: que un reconocimiento internacional del régimen de Heng Samrin pueda santificar de hecho la ocupación vietnamita de Camboya. Fuera de esto, Washington y Hanoi están enzarzados en una delicada negociación para solucionar el tema de los casi 2.500 norteamericanos "perdidos en acción" durante la guerra de Vietnam. Para Estados Unidos, algunos de cuyos parlamentarios más derechistas pedían una acción hollywoodense tipo Rambo, son todavía prisioneros de guerra.
Por lo demás, el secretario de Estado norteamericano, Schultz, dejó claro durante su visita en julio a Kuala Lumpur, donde asistió a la conferencia de ministros de los países de la ASEAN, que su país apoya la idea de unas conversaciones preliminares entre los vietnamitas y la resistencia tripartita camboyana para sacar el contencioso de Camboya de su crónica situación.
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