La batalla del idioma
Un mínimo recorrido por las innumerables carreteras gallegas permite al viajero cerciorarse de la preocupación que ha mostrado la Xunta en adecuar letreros y señales a las normas del idioma gallego, que ha implantado con decisión en emisoras, propaganda y escuelas de acuerdo con las reglas de la ley de Normalización del Gallego.De Fisterra (antiguo Finisterre) a Rianxo (antes Rianjo), pasando por miles de pequeñas localidades de esas 32.000 que componen el mapa abigarrado de población de esta comunidad autónoma, han surgido, sin embargo, espontáneas correcciones de esta terminología, que no ha sido aceptada, ni mucho menos, por todas las fuerzas que hacen hoy bandera del nacionalismo. Desde los lusistas, que se limitan a introducir los términos portugueses allí donde el gallego carece de la palabra justa, hasta los que abogan por conducir esta lengua por la misma vía evolutiva que el portugués, hay un complejo camino todavía hoy en debate.
"Esa ley, qué quiere que le diga; el gallego es otra cosa. Si creen que porque está aprobada en el Parlamento autónomo eso le da alguna entidad, están en un error. Es como si tuvieran que aprobar también por ley la historia geológica del país. Es absurdo". Isaac Díaz Pardo, 65 años, uno de los artífices del resurgimiento de la industria cerámica de Sargadelos y uno de los históricos defensores de la cultura gallega en sus más puras raíces, se muestra incrédulo y un tanto despectivo hacia las manifestaciones nacionalistas de la Xunta.
Su editorial, Ediciós do Castro, sostiene hoy a un importante núcleo de intelectuales y artistas empeñados en desenterrar y aun inventar la cultura gallega en todas sus manifestaciones. Perdida en medio del campo, en Castro, a unas decenas de kilómetros de La Coruña, está la fábrica de cerámica de Díaz Pardo, que junto a la de Sargadelos se ha convertido en sede de toda una movida de escritores, ceramistas, pintores o escultores que crecen en Galicia a la sombra de esa recuperación de las señas de identidad.
Pero en el capítulo lingüístico no está sólo la Xunta, empeñada en recuperar un idioma invadido de términos que le aproximan demasiado al castellano. Para Camilo Nogueira, parlamentario de Esquerda Galega, cuyo nacionalismo nadie pone en duda, esa aludida ley "está por encima del nivel medio". Si se tiene en cuenta que ese nivel medio en Galicia estaba en manos de los campesinos, principales conservadores de un idioma seriamente dañado, la polémica suscitada en torno a esta cuestión se comprende más fácilmente.
Desde el PSOE hasta el Bloque Nacionalista Galego, pasando por Coalición Galega, todos acusan a la Xunta de haber utilizado políticamente esa baza lingüística para hacerse con una imagen progresista en Galicia. De hecho, muchos profesionales de la comunicación de trayectoria nacionalista han aceptado trabajar en la televisión autonómica gallega, claramente orientada por AP, convencidos de que en su comunidad este partido toma unas características especiales que le hacen más próximo al PNV vasco o a Convergéncia i Unió de Cataluña.
Para el actual secretario de ADEGA, Carlos Vales, que cuenta con el respaldo de más de dos mil afiliados y una fuerza política indiscutible, está claro que la "Xunta ha aceptado la degradación del idioma gallego como un hecho incuestionable".
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