Los 'no alineados' y África austral
LA CONFERENCIA que el Movimiento de Países No Alineados (MPNA) está celebrando en Luanda indica una evolución en el seno de dicho movimiento. Éste ha alcanzado una extensión extraordinaria, con 124 delegaciones presentes en la reunión de estos días en la capital angoleña. La complejidad, las contradicciones internas que le caracterizan, son obvias. Países en guerra, como Irak e Irán, pertenecen a él; en Luanda están, por citar dos casos significativos, la delegación de Marruecos y la de la República Árabe Saharaui Democrática; la de Indonesia y la de Timor Oriental. El MPNA encierra en su seno posiciones muy diferentes, incluso sobre cuestiones generales; su impotencia se ha puesto de relieve cuando ha intentado resolver conflictos concretos entre sus miembros, como la guerra irano-iraquí. Su importancia consiste en que agrupa a la inmensa mayoría de los miembros de la ONU y que, por ello, sus posiciones en el seno de ésta tienen enorme peso. Por otra parte, sin sede fija y sin estructura permanente, el país que ostenta la presidencia del MPNA ejerce una influencia considerable: le corresponde preparar los documentos, convocar sesiones extraordinarias; sin cambiar las orientaciones fijadas en las conferencias plenarias, sí puede otorgar mayor o menor trascendencia a unos u otros problemas.La designación como presidente del MPNA, en marzo de 1983, en la cumbre de Nueva Delhi, del jefe del Gobierno indio (Indira Gandhi y, al ser ésta asesinada, su hijo Rajiv) marcó el retorno a un no alineamiento más auténtico después de la etapa en que ocupó el cargo Fidel Castro; si bien ese cambio y el peso de los problemas internos indios han supuesto un descenso en la actividad del MPNA. Con la actual reunión asistimos a lo que cabría calificar como una africanización de los no alineados. En Luanda, el tema de África del Sur y del apartheid ha ocupado el centro de las discusiones; los delegados lo han vivido de forma directa. El Gobierno racista de Pretoria, la política de "compromiso positivo" sustentada por Ronald Reagan, la negativa a proponer sanciones por parte de los ministros de la CEE, han sido objeto de críticas y condenas rotundas. Sin embargo, es evidente que en torno al apartheid no existe un choque frontal entre las posiciones de los no alineados y actitudes incluso oficiales en países occidentales. La condena del intento surafricano de colocar un Gobierno pelele en Namibia ha sido general: en EE UU, el Congreso ha votado sanciones contra Pretoria, que Reagan no está seguro de poder vetar; en la CEE, la posición de los Gobiernos francés y holandés es favorable a las sanciones, a pesar de las reticencias británica, italiana y alemana occidental. Incluso en África del Sur, por primera vez, influyentes círculos empresariales desean dialogar con representantes de la mayoría negra. Cuando el MPNA pide sanciones contra África del Sur para poner fin al apartheid conecta con una amplia mayoría de la opinión pública occidental.
En cuanto a la actitud del Gobierno surafricano con respecto a sus vecinos, el discurso del presidente de Angola, José Eduardo dos Santos, ha revestido una importancia particular; muy duro en la condena de la violación por el Gobierno de Pretoria de los acuerdos concertados con Angola y Mozambique para respetar las fronteras y mejorar las relaciones, ha dejado claro a la vez que su deseo es volver a un camino de soluciones negociadas que permita desmilitarizar y consolidar las fronteras. La debilidad económica de Mozambique es evidente; Angola se encuentra en mejores condiciones, pero el coste de una guerra más o menos latente impide abordar necesidades vitales. Por eso, los dirigentes angoleños consideran esencial que la presión internacional y el propio desarrollo de la lucha de masas contra el apartheid inciten al Gobierno de Pretoria a volver a la mesa de las negociaciones. Dos Santos ha dicho que siguen siendo válidas sus propuestas de 1984 sobre retirada de Angola de las tropas cubanas en función de un avance en la cuestión de Namibia.
La designación de la sede de la futura cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los no alineados revestirá particular importancia. Existe una fuerte tendencia a seguir por el camino de la actual reunión, dando prioridad a los temas africanos; en ese sentido, se han ejercido presiones sobre Robert Mugabe para que acepte asumir la sucesión de Rajiv Gandhi. Pero siguen en pie otras candidaturas. Muchos delegados consideran que la designación de Belgrado ayudaría a demostrar que el MPNA desborda los marcos del Tercer Mundo y representa una corriente vigente en Europa. La decisión que se adopte sobre este punto tendrá un mayor alcance político que el de los textos que resulten aprobados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.