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La fulminante muerte de un torero

El asta le partió el corazón

Según el parte facultativo, firmado por el doctor Javier de la Serna, titular de, la enfermería de la plaza de Colmenar Viejo, Yiyo falleció a causa de rotura cardiaca por herida de asta de toro, que provocó una parada cardiorrespiratoria por hipovolemia con midriasis no irreversible.Una vez llegó el torero a la enfermería, se le hicieron maniobras cardiorrespiratorias con masaje cardiaco y respiración asistida por intubación endotraqueal y fenoclisis subclavia. Ante la ausencia de respuesta, se practicó toracotomía, sexto espacio intercostal izquierdo, habiendo apreciado en el momento de la misma una herida por asta de toro en costado del mismo lado a nivel de quinto espacio intercostal.

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"¡Un toro me ha partido a mi hijo. Me lo ha quitado!" gritó el padre de Yiyo entre llantos al entrar en su casa

Una vez en cavidad pleural -añade el parte- se apreció herida en lóbulo interior del pulmón izquierdo y rotura de cavidad cardiaca de unos ocho centímetros de longitud, que afectaba a ápex y cara posteroinferior de ventrículo izquierdo, con rotura de músculos papilares; rotura arcolateral de sexta costilla izquierda. Cuando cesaron las maniobras de reanimación, por ser irreversible la parada cardiorrespiratoria, se suturó la herida de toracotomía. Tenía otra cornada superficial en el tercio medio, cara externa, del muslo izquierdo.

El equipo médico de la plaza de Colmenar Viejo está formado por Javier de la Serna, Luis Cabañas, Alfredo Villafana y María Luz Arrieta. Todos ellos pertenecen al cuadro médico de la residencia sanitaria Ramón y Cajal, donde abundan los facultativos aficionados a la fiesta de toros. El doctor De la Serna es hijo del famoso matador de toros Victoriano De la Serna, uno de los diestros de mayor inspiración artística en la historia del toreo -fallecido hace tres años-, y hermano del matador del mismo nombre, aún en activo, que tomó la alternativa el año 1960.

Cornada mortal

El doctor De la Serna se encontraba anoche muy afectado por la tragedia. "Tenga en cuenta", decía, "que en cuestión de escasos segundos pasamos del alivio por la terminación de la corrida sin percances, más el triunfo apoteósico del torero, a la muerte prácticamente instantánea de ese mismo torero".

Añade De la Serna: "Nosotros nos dimos cuenta de que la cornada podía ser grave, nunca imaginamos que fuera mortal, desde luego, y corrimos a la enfermería con el fin de tener todo dispuesto a la llegada de Yiyo. Cuando vi su aspecto, entonces sí me di cuenta de que la cornada era mortal e iniciamos inmediatamente las maniobras de reanimación que hacían al caso. La herida no era grande, ni especialmente aparatosa. Tampoco sangraba, pues la hemorragia iba por dentro".

Afirma el doctor que le impresionó enormemente el dolor del padre de Yiyo, a quien entregó las cadenitas de oro con medallas que el torero llevaba al cuello, y de Juan Cubero, hermano del espada, que iba de banderillero en la cuadrilla. Otros tres subalternos quisieron ver la cornada y fueron autorizados.

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