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Oliver,Tambo

El principal líder surafricano en la clandestinidad sólo ve dos caminos para acabar con el racismo: la presión internacional o la violencia.

Este abogado de 68 años, amigo y compañero de Nelson Mandela, dirige desde el exilio el movimiento de liberación surafricano ANC (Congreso Nacional Africano). El ANC, un movimiento amplio que agrupa a comunistas, cristianos, musulmanes y progresistas en general, fue prohibido en 1960, lo que obligó a sus dirigentes, entre ellos Mandela y Tambo, a pasar a la clandestinidad. Cuando Mandela fue arrestado, en 1962, Oliver Tambo se hizo cargo del timón y más tarde, en 1967, fue elegido presidente.

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Desde su refugio de Zambia, capital de Lusaka, Tambo ha dedicado los últimos 20 años de su vida a organizar la oposición contra el apartheid. Una tarea casi fantasmal la de conspirar a distancia, la de intentar reagrupar a la mayoría negra desde la ausencia. Convertido en la principal cabeza de la organización tras la detención de Mandela, Tambo ha tenido que demostrar cada día que el ANC seguía en pie. No tenía otra alternativa, porque "el monstruo de Frankenstein", expresión con la que designa al despiadado régimen de Pretoria, seguía enjaulando a sus compañeros.Nacido en Bizana, la misma iciuclad de Winnie Mandela, Oliver Tambo pertenece a la elite cultural de los profesionales. Al acabar la carrera de Derecho empezó a trabajar en un despacho de abogados en Johanesburgo en el que también se encontraba su amigo Nelson Mandela. En 1958 este joven abogado tenía ante si un interesante futuro profesional: el despacho se había especializado en defender a los negros ante los tribunales, un trabajo que, según todos los indicios, no iba a escasear.

Desde los años sesenta, un extraño paralelismo ha fundido las vidas de Nel son Mandela y Oliver Tambo hasta convertirlos en dos hombres, involuntariamente dependientes que completan entre sí sus mutuas deficiencias. Reducido a un carisma lejano, Mandela permanece encerrado en su propio país, mientras que Tambo ha pasado a ser el hombre de acción. A Nelson Mandela le ha tocado el papel de resistir; a Oliver Tambo, el de mantener viva la oposición desde Lusaka o Zimbabue y alertar las conciencias occidentales con sus continuos viajes por Europa y Estados Unidos. Tambo decía el pasado abril en Estados Unidos que estaba dispuesto a negociar con Botha; en julio de este mismo año, con una situación fuertemente agravada por el derramamiento de sangre y el hostigamiento, ha pedido a los policias negros que vuelvan sus fusiles contra sus amos.

La salida a la superficie de las excrecencias del régimen durante este verano ha hecho decir a Tambo: "Mi responsabilidad en estos momentos es convertir a Suráfrica en un país ingobemable", persuadido de que el caos actual es sólo el primer exabrupto de una sociedad acorralada. "La política de apartheid es criminal, brutal e intolerable. Nosotros debemos paralizarla. No sólo con la violencia; las sanciones económicas y la retirada de inversiones son un freno", declaró el 31 de julio pasado a la revista Jeune Afrique.

Como la mayor parte de los surafricanos y en contra de la opinión de Estados Unidos, Tambo cree que el apartheid no puede ser reformado. "Hay que abolirlo". La evolución del ANC hacia tácticas drásticas, enviando guerrillas desde los países limítrofes contra el régimen de Pretoria, estuvo precedida de fuertes debates internos. "Nuestros objetivos no son los civiles blancos, pero debemos llevar la confrontación a un punto en el que sea imposible que los blancos no se sientan afectados".

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