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Arzallus afirma que en ningúm momento sugirió ni incitó a ETA Político-militar a volver a coger las armas.

La respuesta ofrecida ayer por el líder del PNV, Xabier Arzallus a las acusaciones del diputado Juan María Bandrés -según las cuales el primero alentó en 1981 a ETApm a romper la tregua iniciada poco antes por dicho grupo- sitúa la polémica en el terreno de la confrontación entre la palabra de unos y otros participantes en la reunión que dio pie a la acusación. Según Arzallus, en ningún momento sugirió ni incitó a los polimilis que volvieran a coger las armas y la exposición de la situación que hizo en las reuniones era la misma que por entonces sostenía públicamente el PNV. Para la dirección de Euskadiko Ezkerra lo manifestado por Arzallus "contribuyó a la ruptura de la tregua y a la persistencia de la lucha armada por parte de un sector de ETApm".

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Ni vencedor ni vencido

El artículo publicado ayer por Arzallus en el diario Deia, bajo el título Calumnia que algo queda, comienza por recordar que la intervención del ex presidente del PNV en la polémica se debió a su deseo de no dejar sin respuesta los juicios de Bandrés sobre el "ambiente viciado irrespirable" que a su juicio existía en dicho partido. Para Arzallus sigue siendo cierto que la alergia del diputado de Euskadiko Ezkerra "a HB y al PNV no puede deberse sino al único denominador común entre ambas organizaciones políticas: su nacionalismo tal como lo entiende y vive la mayoría de los vascos".Sobre las reuniones con los polimilis y lo que en ellas se dijo, Arzallus confirma los datos conocidos respecto a que la iniciativa de convocatoria partió de los dirigentes del grupo que acababa de iniciar una tregua, así como los nombres de los asistentes a las mismas, si bien se habla de una tercera reunión, nunca mencionada antes, en la que habrían participado Josu Abrisketa -hoy dirigente de los octavos, confinado en Cuba- y un tal Astorkiza, actualmente miembro de ETAm. El artículo de ayer, y en los diferentes pronunciamientos de ex poli-milis producidos estos días, no permiten precisar en cual de las reuniones se produjeron o dejaron de producir las manifestaciones de Arzallus que han dado origen a la polémica.

Según Arzallus, "nuestra exposición de la situación política que tanto conmovió, al parecer, a los poli-milis, no era ningún secreto, ya que era la misma que su partido exponía cada día en comunicados y polémicas públicas. Después del tejerazo estábamos persuadidos de que los golpistas, que los seguía habiendo, exigían la reforma de los artículos 2 y 149 de la Constitución, es decir, en materia autonómica. Y que UCD y PSOE, asustados y ante la improcedencia de tal reforma en aquel momento, habían acordado y dado garantías de hacerlo por vía indirecta. Los pactos autonómicos, el informe Entenía, la LOAPA, la gran manifestación de julio (contra la LOAPA), el temor involucionista generalizado fueron los componentes de aquel periodo entre marzo y agosto y de aquellas conversaciones". "¿Cabía -se pregunta ahora Arzallus- un análisis diferente?".

Versiones enfrentadas

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En opinión de Arzallus, las declaraciones de un ex poli-mili asistente a la reunión -que identifica como Juan Miguel Goiburu- habría provocado una "vergonzosa marcha atrás de Bandrés" de tal forma que la acusación primera de "visita de persuasión" se había reducido a que "en su debate interno, desconocido para nosotros (...), cada cual llevó las palabras de Arzallus a su molino", utilizándolas unos para apoyar su postura a favor de la tregua y otros para lo contrario.

Respecto al argumento de Bandrés, según el cual Arzallus tendría que haber reparado en el presumible efecto de su mensaje sobre una organización que se preguntabá si había o no motivos para seguir con la lucha armada, el ex presidente del PNV se pregunta si no será precisamente la utilización por Bandrés del lenguaje de la sutileza y la insinuación lo que ha provocado que "todos terminen desconfiando de él'.

El ex presidente del PNV reafirma luego que "ni sugerí, ni incité, ni envie a ningun correo con mensajes favorables a la continuidad de la violencia", así como la "trayectoria democrática y antiviolenta del PNV y la mía propia". Arzallus adopta, en la última parte de su escrito, un tono a la vez más firme que insinuante, y pasa a la ofensiva comenzando por recordar que a la pretensión de los poli-milis en un mayor protagonismo de Euskadiko Ezkerra -quizás bajo la fórmula de un Gobierno de coalición- "Ies respondieron que era imposible gobernar conjuntamente con un partido que tenía tras de sí a una organización armada".

Afirma Arzallus que, al responder así, tenía en mente un antecedente del año anterior: "el ministro de la Presidencia nos llamó para proponernos una negociación a dos bandas UCD-PNV sobre el Estatuto de Guernica. Por razones que creo son del caso, exigíamos la presencia de Benegas y Bandrés en dicha negociación. El ministro, rodeado de prohombres de UCD, nos respondió fríamente: Ios socialistas aceptarán lo que aquí se haga. En cuanto al señor Bandrés, no podemos permitirnos el lujo de sentar en la mesa de negociación a quien puede señalar en cada momento a quienes manejan las pistolas, quien se muestra más duro o cuales son los momentos de impasse". Era difícil contradecirle: "Gabriel Cisneros, un duro antiautonomista, se debatía entre la vida y la muerte tras el intento de secuestro y disparos de un comando de ETApm. Alguien le había señalado con el dedo".

Adelantando implícitamente que puede haber polémica para largo, así como se reserva cartas para la siguiente ronda, Arzallus termina advirtiendo que "si Bandrés sigue jugando con el me dijeron que dijo, tendremos que bajar a ese terreno donde lo más gordo queda por decir. Digo bajar. Pero peor será el que la gente piense que callo, luego otorgo".

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