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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La hora de la verdad de la integración en Europa

Cuando los estudiantes del año 2000 analicen el proceso de integración europea deberán retener, sin duda, el año 1985 como uno de los más significativos- y no sólo porque se ha producido nuestra firma de adhesión al club comunitario, sino también porque para el 9 de septiembre está previsto el inicio de la conferencia intergubernamental, decidida en el pasado Consejo Europeo de Milán, -para sentar las bases de las futuras reglas del juego comunitarias.Cuando una empresa aumenta paulatinamente su capital o el número de socios, y, por tanto, su campo de actividad, lógicamente, y en paralelo, se va produciendo un replanteamiento de las reglas del juego que tenga en cuenta los cambios producidos tanto a nivel endógeno como exógeno. Pues bien, aunque no sea una empresa stricto sensu, a la Comunidad le está ocurriendo algo parecido, y ahora, cuando está a punto de cumplir sus 30 años de existencia se sigue rigiendo por los mismos tratados negociados y definidos por sus seis Estados fundadores, unos tratados que si bien han desempeñado su papel y han servido para que los seis países fundadores crearan la Unión Aduanera, la Política Agrícola Común, la Política Comercial Común, etcétera, ya se han mostrado un tanto obsoletos para la posterior Comunidad de nueve y diez Estados. Así pues, y con mucho más motivo por el aumento de los socios derivado de la incorporación de la península Ibérica, dichos tratados están pidiendo a gritos una remodelación. que, además, tenga también en cuenta la nueva escena internacional que tanto a nivel político como económico va a predominar de aquí a finales de siglo.

Nueva Messina

De todos modos, y si bien a menudo, en los años que llevamos de década, se ha venido hablando de la necesidad de reformar, o si, mejor, se quieren adaptar las normas del juego a la nueva realidad, no hay que olvidar que la dinámica comunitaria es muy sui géneris y función de toda una serie de factores (históricos, culturales, políticos, económicos ... ) que condicionan la acción y los reflejos de los Estados para superar los conflictos que aparecen en la vida comunitaria de cada día y abordar nuevas iniciativas.

En ese sentido, basta recordar que para solucionar el problema de la contribución británica al presupuesto comunitario ha sido necesario ir de Dublín a Dublín. Me explicaré: el problema planteado por la señora Thatcher en el Consejo Europeo de Dublín de noviembre de 1979 ha necesitado cinco años para resolverse, precisamente también en Dublín, a finales del pasado año y después de haberse agotado el turno giratorio de presidencias semestrales, lo que no ha hecho más que retrasar la solución de otros problemas, como la imperiosa necesidad de incrementar los recursos presupuestarios (insuficientes ya antes de la tercera ampliación) o el desarrollo de nuevos aspectos de la cooperación europea.

El mandato del 30 de mayo de 1980 de cara a preparar lo que por aquel entonces se denominó "la Europa de la segunda generación", la necesidad de "una nueva Messina", "la Europa a dos velocidades" (a la carta o de geometría variable), el informe Gensher-Colombo, el resurgimiento de la Unión Europea Occidental (UEO), el informe Dooge (sobre la reforma institucional) y Andonnino (sobre la Europa de los ciudadanos), el proyecto de unión europea impulsado por el gran europeísta A. Spinelli, etcétera, han sido y son esfuerzos sin duda necesarios para aportar ideas y encontrar soluciones y no dejar el futuro de la construcción europea en un callejón sin salida. Pues bien, parece que ha llegado la hora de la verdad. Para después del paréntesis veraniego,y a poco más de un trimestre de nuestra adhesión afectiva, está, pues, previsto que se inicie el proceso de reforma comunitario.

Messina, Venecia..., pero casi 30 años de diferencia. Stuttgart (en donde aparecieron los primeros atisbos de voluntad política de proseguir con la construcción europea), pero sobre todo Fontainebleau (con el relanzamiento de la Europa de los ciudadanos y del debate sobre la reforma institucional) y Milán (consolidación del mercado interior para 1992 y, sobre todo, recurso al artículo 236 con la convocatoria de la conferencia intergubernamental) son ciudades, sobre todo las dos últimas, que guardan un cierto paralelismo con las dos italianas que acogieron los hechos más significativos precedentes a la firma del Tratado de Roma.

A finales de junio, con ocasión de una manifestación europeísta que acabó en una masiva concentración en la Piazza del Duomo, milanesa, y mientras desde el Castello Sforzese, en donde se celebraba el Consejo Europeo, llegaban noticias nada optimistas sobre el éxito de la cumbre por un amigo italiano periodista; siembre bien informado y atento a la importancia de la noticia, me enteré de que no todo estaba perdido y de que el presidente Craxi iba a proponer, en base al artículo 236 CEE, algo sin precedentes, es decir, la convocatoria de una conferencia intergubernamental. "Señal de voluntad política", "se han dado cuenta de que era prácticamente la última oportunidad", pensé.

'Suspense' británico

Pues bien, las últimas semanas de actividad comunitaria se han visto dominadas por la convocatoria de dicha conferencia, aprobada con el voto a favor de sólo siete Estados, los seis fundadores más Irlanda, y el suspense en torno a la participación de los tres restantes (Reino Unido, Grecia y Dinamarca), suspense que, por otra parte, se terminó cuando a finales de julio éstos confirmaban su participación.

¿Objetivos de dicha conferencia? Básicamente dos:

1. Un tratado sobre política exterior y seguridad.

2. Revisar el Tratado CEE de cara a mejorar el proceso de decisión del Consejo, así como aumentar las competencias de la Comisión y del Parlamento Europeo. Luego si a eso unimos los esfuerzos que se están realizando para poner en marcha el nuevo proyecto Eureka en el campo de las nuevas tecnologías, que, por otra parte, va más allá del ámbito meramente comunitario e incorpora a otros países europeos, es lógico que pensemos que algo se está moviendo en Europa, y le puede esperar algo más que palabras de esa conferencia intergubernamental sin precedentes que sólo tiene un cierto parecido con la que convocaron los ministros de Asuntos Exteriores en mayo de 1956, en Venecia, y que dio pie precisamente a la redacción del Tratado CEE y Euratom.

Parece, pues, que la hora de la verdad ha llegado. La Comunidad se está dando cuenta que no puede seguir estática y dormida en sus laureles y que son momentos decisivos en los que tienen que dar prueba de su capacidad de adaptación a la nueva realidad.

Unión europea

La Comunidad, "la bella durmiente", como la llaman algunos, parece que ha despertado y quiere sorprender a los que últimamente, y no sin motivos, se han mostrado un tanto escépticos acerca de su capacidad de desarrollo.

Así pues, tanto en la declaración final de la cumbre de Milán, en donde se subrayaba que las decisiones se habían adoptado dentro del marco global del progreso hacia la unión europea, como en los dictámenes de la Comisión y del Parlamento Europeo se insiste en la necesidad de proseguir avanzando hacia la integración económica y política.

El proyecto de unión europea de Spinelli, aprobado por el Parlamento Europeo, queda de momento lejos, como objetivo y utopía si se quiere; no en balde la unión europea es un tema de generaciones. Lo importante es proseguir el camino y que seamos conscientes también nosotros, como Estado adherente (España y Portugal van a participar desde el principio en la conferencia), del papel que debe y parece querer desempeñar Europa como realidad política y económica de nuestro tiempo.

Miquel A. Argimón Ferrando economista, es miembro del Consejo Federal Catalán del Movimiento Europeo.

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