La necesidad de un giro sindical / 1
Es un hecho aceptado que el movimiento sindical europeo -al que vamos a referirnos en exclusiva en este trabajo, obviando las lógicas diferencias de enfoque entre sus distintas corrientes- tomó con retraso conciencia de la magnitud de la crisis que vivimos desde 1973.Otro hecho, hablando siempre en términos generales, es que se ha asumido que las reivindicaciones tradicionales: mejora del poder adquisitivo de los salarios, defensa de la contratación indefinida, mejora del salario diferido, etcétera, debían subordinarse a la lucha contra el paro.
El tercer hecho, relativo a lo que aquí llamamos concertación social, es decir, buscar una salida negociada a la crisis, admitiendo en la práctica más sacrificios que contrapartidas, también se ha dado en una parte significativa del movimiento sindical europeo.
El cuarto hecho, todavía incipiente pero en fase de extensión, es el replanteamiento actual de la estrategia a seguir tras el balance de estos años.
Efectivamente, tras 12 años de crisis, el movimiento sindical constata que la distribución de la renta-nacional refleja el retroceso interrumpido de las rentas salariales en favor de las rentas del capital; que la fiscalidad se hace regresiva; que retrocede el sector público de la economía; que las coberturas sociales también retroceden; que se generaliza la eventualidad en el trabajo; que se acrecienta el poder empresarial sobre los trabajadores; que la afiliación a los sindicatos y el propio poder contractual de éstos van en descenso. Todo ello y mucho más, en línea paralela con el sistemático y continuo aumento del paro. Los beneficiarios del sacrificio de los trabajadores no han sido los parados: ha sido el capitalismo.
Este panorama propicia el debate sindical. Debate que está cuestionando la caracterización hecha de la crisis y la estrategia sindical que se ha seguido.
Una crisis indefinida
En primer lugar, es necesario preguntarse si la idea de que la crisis es una crisis cíclica más, quetiene mayor magnitud por el agotamiento de importantes fuentes de acumulación de capital existentes tras la II Guerra Mundial, pero que tras esta fase entramos en la depresión, después de reanimación, luego de auge, para más tarde abrirse una nueva crisis, no está siendo interpretada de forma mecanicista.
Varios analistas han planteado que a este ciclo clásico teorizado por Marx se superpone otro, el llamado ciclo largo, cuya fase de crisis tendría una duración estimada de 20 años. Según esta tesis, estaríamos ahora atravesando dicha fase y, por tanto, para su superación sería cuestión de esperar un poco más.
Una primera reflexión se hace necesaria al respecto. La historia nos dice que la superación de las grandes crisis ha estado ligada a las grandes guerras, a la drástica destrucción de fuerzas productivas, para superar el desfase insostenible entre capacidades de producción y de mercado. Hoy, esa vía de la gran guerra, aunque no pueda descartarse, parece poco probable debido a la capacidad de destrucción que el armamento nuclear permite.
Esta afortunada circunstancia es una delas razones que contribuyen a que la destrucción de los medios de producción se esté realizando a lo largo de un proceso complejo y relativamente lento, que se presenta unas veces en forma de reestructuración; otras veces como reconversión, y en multitud de casos, cerrando, sin más, las empresas.
A ese proceso se unen los efectos de la llamada segunda revolución tecnológica. No es del caso adentrarse en todo lo que está suponiendo.
Lo que nos interesa destacar es que la competencia, la lucha por los mercados, la lucha por la hegemonía en el control y utilización de las nuevas tecnologías se traduce. hoy en una exigencia permanente de sobreacumulación de capital, muy superior a la de otros períodos de la historia del capitalismo.
En definitiva, a los efectos que pretendemos poner de relieve, mantener una visión de la crisis como algo pasajero, coyuntural, es lo menos apropiado para definir una estrategia sindical acorde con la realidad.
También es necesario replantearse conceptos al uso, como son los de salida o superación de la crisis. E incluso la concepcion de que a través de pactos socioeconómicos globales, interclasistas, sobre la política económica general, se halla la solución.
Desde la perspectiva de que realmente se ha abierto camino, esto es, un proceso ininterrumpido de sobreacumulación de capital en manos privadas, hecho en función de intereses de reducidas oligarquías y ganados los partidos socialdemócratas y socialistas para las soluciones liberalconservadoras, no hay salida ni superacion progresista de la crisis. Tal opción exigiría un previo giro político radical hacia la izquierda de la sociedad, ligado a una fomidable movilización de masas. Y por la interrelación creciente de las economías, el fenómeno habría de tener una dimensión supranacional, al menos en lo que respecta a los países de Europa occidental.
Hemos de entender, por tanto, que la crisis está teniendo salida para el capital privado a través de lo que comúnmente denominamos políticas liberal-conservadoras.
En resumen, lo que venimos llamando crisis puede durar varios decenios y su salida es la reestructuración que el capitalismo está realizando en su seno, configurando un tipo de sociedad y una situación para los trabajadores no sólo y de forma constatada regresiva en lo social, económico y laboral, sino en lo sindical y político.
Se configura así, desde ahora y para el futuro, una sociedad con paro estructural gigantesco, con creciente precariedad en el trabajo, con economía dual -regulada y desregulada-, con una fuerte segmentación en la clase trabajadora, con recortes crecientes de los derechos y libertades democráticas y, en definitiva, con más desigualdades en la sociedad y entre los propios trabajadores, aparte las terribles consecuencias en los países del Tercer Mundo.
Nuevo sindicalismo
La razón de abogar por un giro sindical nace del balance y las perspectivas que de forma somera hemos intentado esbozar. Hay que aclarar que no sería correcto responsabilizar a los sindicatos del deterioro en la situación de los trabajadores,.
Al contrario, con todas las críticas que se quieran hacer, la verdad es que gracias a la acción sindical dicho deterioro no ha sido mayor.
Sin necesidad de pormenorizar diversas conquistas parciales y serios condicionamientos impuestos a las políticas gubernamentales y patronales, cabe señalar, como ejemplo, que sobre la reestructuración interna que el capitalismo está realizando, sobre la nueva división internacional del trabajo y hasta sobre el impulso de los avances tecnológicos, ha pesado el poder sindical, especialmente desarrollado en los países europeos. De ahí que el ataque del sistema lo sea también hacia las legislaciones que consagran derechos y prerrogativas sindicales.
Pero aun valorando su aportación en la defensa de los trabajadores, lo cierto es que, de continuar la actual tendencia, el retroceso de los propios sindicatos, tanto en afiliación, incidencia social y política y poder negociador y contractual, proseguirá el curso negativo que contemplamos en la actualidad. Por eso hay que pensar en dar un giro en las prácticas del sindicalismo de clase.
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