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Decenas de gitanos buscan a la niña secuestrada

Medio centenar de gitanos españoles y portugueses buscaban ayer a Julia Ramírez Suárez, de cuatro meses, arrancada del seno de su familia el pasado miércoles por una mujer y dos hombres payos que se hicieron pasar por publicitarios en busca de una modelo infantil. Gitanos de Zaragoza, Pamplona, la Coruña y El Ferrol fueron alertados también para que acudieran a Madrid a reforzar la búsqueda. La policía, por su parte, había localizado en la tarde de ayer a una sospechosa, cuya foto fue mostrada a los Ramírez Suárez. Al cierre de esta edición no se sabía aún si la identificación habla resultado positiva.

El centro de operaciones de los espontáneos rastreadores gitanos es el chalé ruinoso de la calle de Condesa de Venadito donde vive la familia Ramírez Suárez desde pocos días antes del secuestro de la última de sus hijas, Julia. Hombres de todas las edades entran y salen cada dos por tres; dan el sin novedad al padre de la pequeña, Andrés Ramírez, de 40 años; preguntan si hay noticias de la policía, y vuelven a salir de cacería, a bordo de las furgonetas que usan para la recogida del cartón y la chatarra.La solidaridad de la comunidad gitana asentada en las cercanías de la calle de Arturo Soria es ejemplar. Los Ramírez Suárez no están solos, y eso que aún no habían llegado ayer los refuerzos solicitados a otras ciudades españolas donde tienen familia. Andrés Ramírez, "con cuatro pesetas que tenía ahorradas", corre con los gastos de estas expediciones, cuyas únicas pistas son un Renault 9 blanco y una mujer con manchas en manos y brazos. El sentimiento que les mueve no es el de la venganza. Ninguna expresión en este sentido pudo escuchárseles ayer.

Andrés Ramírez lo repetía a los periodistas: "La perdonamos [a la mujer que dirigió el secuestro]. Sólo le pedimos que se ponga en la vez de ser madre, y sabrá lo que es perder un hijo", decía. El tradicional recelo calé a los informadores se ha transformado ahora en cooperación. Los gitanos, como la policía, intuyen que la difusión de este delito por los medios de comunicación es una de las principales bazas contra los secuestradores.

El padre de la pequeña Julia, que no se encontraba en su precario hogar en el momento del secuestro, pasó la noche del jueves al viernes en vela, "escondido en la puerta, por ver si venía el coche [el Renault usado por los secuestradores] y la dejaba" (a la niña). Pero sólo aparecieron las furgonetas de los suyos.

Castellano y portugués

En el chalé de Condesa de Venadito sólo quedan los muros y una complicada antena en la terraza. Cristales, maderas y plomos han sido minuciosamente arrancados. En cuanto a la antena, Andrés Ramírez dice que el lugar fue una sede de la policía. Otras fuentes afirman que no fue este cuerpo de seguridad el que usó el chalé antes de su abandono y ruina, sino el CESID (Centro Superior de Informaciones de la Defensa). Esas fuentes aseguran que el servicio de información militar abandonó el edificio a raíz de los atentados que, en junio de 1982, afectaron a varias de sus instalaciones secretas.Las primeras informaciones sobre este caso decían que la familia Ramírez Suárez habitaba una casa ruinosa de la calle de Bueso Pineda, paralela a la de Condesa de Venadito. Así era hasta pocos días antes del secuestro, y de ahí la confusión.

Como la anterior, la actual vivienda de los padres y hermanos de la pequeña Julia es un campamento techado, una planta baja donde han instalado sus cuatro trastos. Natalia Suárez, de 3 años muy mal llevados, "por la mala vida y los muchos hijos", estaba ayer tumbada en el único lecho del lugar. Si el jueves ya no tenía lágrimas para llorar la suerte de su hija, ayer hasta le faltaban las palabras.

Niños desnudos y perros enflaquecidos corretean por allí. Hay muchas perolas y cocinillas de Camping Gas, y un televisor y una nevera que toman la corriente de no se sabe dónde, y, sobre todo, muchas mantas plegadas con cojines encima, que por la noche se extienden y permiten pernoctar a una docena larga de seres. El lugar está todo lo limpio que permite el agua. La lengua de comunicación de los Ramírez Suárez es una curiosa mezcla de castellano y portugués, no en vano el marido, Andrés, es nacido en Parla, y la mujer, Natalia, en la localidad portuguesa de Ilhavo, y la familia ha vivido a salto de mata entre los dos países.

En sus manifestaciones de ayer, la familia de la pequeña secuestrada ofreció un dato que se desconocía el día anterior. Los secuestradores entraron en contacto con un miembro de la familia en la plaza de Castilla, y no en el chalé de Condesa de Venadito. Los dirigía una mujer de unos 40 años, con el pelo medio rubio, medio moreno, como el de alguien que se lo ha teñido y empieza a recuperar su color natural, baja, de ojos claros y manchas, como pecas, en manos y brazos, pero no en el rostro. Le acompañaban dos jóvenes de unos 18 años, los dos morenos, uno fuerte y otro delgado.

En la plaza de Castilla, los secuestradores preguntaron a Encarna, una prima de la secuestrada, si conocía a alguna niña gitana que fuera guapa y pudiera servir de modelo para una campaña publicitaria de El Corte Inglés. La chica respondió que sí, y el grupo partió en el Renault 9 de color blanco hacia la zona de Arturo Soriá. Los hechos ocurridos en el chalé de Condesa de Venadito fueron los ya relatados ayer. Tras decir que la pequeña Julia les servía, los tres secuestradores partieron hacia El Corte Inglés de la calle de Raimundo Fernández Villaverde-con la niña, su hermana Lisa y sus primas Encarna y Elena. Allí distrajeron a las tres chicas, de edades comprendidas entre los 12 y 14 años, y huyeron con Julia.

Los secuestradores se aprovecharon de la ingenuidad de la familia gitana.

Unos duros repartidos entre la abundante chavalería, la oferta de comprarles ropa a las tres adolescentes y la sugestión de que Julia se iba a convertir en una famosa modelo de una importante empresa fueron suficientes para ganar su confianza.

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