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Clima de incertidumbre en Bolivia a la espera de que el Congreso decida sobre las elecciones del domingo

El Congreso boliviano habrá de reunirse mañana en sesión extraordinaria para debatir la propuesta gubernamental de aplazar hasta el próximo 15 de septiembre las elecciones presidenciales previstas para el próximo domingo. Se ignora qué puede resultar más grave en el proceso de degradación estructural boliviana, si que se suspendan las elecciones del domingo o que se celebren y el derechista general Hugo Bánzer Suárez se alce con la mayoría de los sufragios. El país vive un extraño estado de incertidumbre y de hoscos presagios bajo una tersa superficie de tranquilidad general.

La campaña electoral se está llevando a cabo sin incidentes y hasta sin tono, excepción hecha de la voladura -sin víctimas- en la tarde del martes del domicilio capitalino del presidente de la corte electoral, Edgar Oblitas. Pese a los antagonismos en pugna, la campaña no suscita grandes movilizaciones populares ni conlleva toda la parafernalia inherente a unas elecciones presidenciales. Mítines pequeños y clima moderado y hasta relajado por radiotelevísión. Bien es cierto que no caben grandes agitaciones fisicas y anímicas respirando el delgado aire de la puna andina a 4.000 metros de altitud.Lo más sorprendente es que la campaña electoral prosigue impertérrita, pese a la petición presidencial, a cinco días de los comicios, de un aplazamiento de los mismos por más de dos meses. Con su decisión, el presidente Hernán Siles Zuazo pretende evitar una guerra civil ante el triunfo previsible del general Hugo Bánzer, pero lo ha hecho tarde y mal y, como apuntan constitucionalistas y observadores imparciales, aproximándose él mismo a una suerte de golpe de Estado blando con la pretendida postergación de las elecciones.Los sondeos de opinión carecen de fiabilidad en América Latina, y aún más, si cabe, en Bolivia, pero de alguna manera resultan indicativos, y todos coinciden en otorgar una mayoría minoritaria e incluso absoluta al general Bánzer, candidato presidencial de la derechista Acción Democrática Nacional (ADN), y no más allá de un 4% de los votos a Roberto Jordán Pando, candidato del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierdas (MNR-I), ahora en el Gobierno.A sólo horas de las elecciones -como justamente le recuerda la posición de derecha y centroderecha-, el presidente Siles Zuazo ha caído en la cuenta de que más del 50% del campesinado -indios quechua y aymará- no está censado electoralmente, y que, como afirma la Central Obrera Boliviana (COB) y los Sindicatos Unificados del Campo, celebrar los comicios en estas circunstancias es regalarle el triunfo a la derecha.

Sólo el Congreso podría impedir el previsible triunfo del general Bánzer, reuniendo todos los votos de las formaciones de izquierda para arrebatarle groseramente la presidencia, si aquél sólo obtuviera una mayoría minoritaria. Es cierto que Bánzer para nada representa a la mayoría del país, y que, enfrentado a la todopoderosa Central Obrera Boliviana, tendría que gobernar en permanente estado de guerra civil; pero el aplazamiento hasta el 15 de septiembre de las elecciones -tiempo necesario para dar mayor representativídad al censo- se enfrenta a un obstáculo y a un despropósito jurídico-constitucional.

Las elecciones del domingo fueron anticipadas en un año por acuerdo del Gobierno y de 10 partidos de oposición para evitar la guerra civil, y sólo una ley de la República puede alterar su fecha. Si mañana el Congreso, citado en sesión extraordinaria, no reúne quórum -como es harto probable-, las elecciones habrán de celebrarse indefectiblemente, con el enrarecimiento añadido de la oposición del Gobierno.

Presidencia interina

Pero si el Congreso llegara a aprobar el aplazamiento electoral hasta el 15 de septiembre, el propio presidente y los diputados y senadores deberán abandonar su puesto y sus escaños el próximo 6 de agosto, fecha prevista para la entrega del poder; el presidente del Senado debería asumir interinamente la presidencia de la República y dimitir inmediatamente en favor del presidente de la Cámara de Diputados, por cuanto él mismo es también candidato, y en ese interregno ya todo sería posible en Bolivia, un país en el que ya de por sí todo puede ser.Las fuerzas armadas se encuentran muy divididas -lo que facilitaría una guerra civil-, pero prefieren las elecciones del domingo al galimatías político-institucional que supondría su aplazamiento. El general de división Angel Vargas, secretario del Consejo Nacional de Seguridad, ha dirigido una carta al presidente Siles Zuazo -publicada en todos los medios de comunicación- recomendando el cumplimiento del cronograma electoral como mejor medio de evitar mayores males a la República. El general Bánzer ha denunciado un hipotético pero improbable proyecto de golpe militar a cargo de oficiales izquierdistas.

Todos los elementos del drama están servidos, y ninguna solución al crónico desvertebramiento de la sociedad boliviana parece menos mala. El país de las periódicas matanzas civiles y de los golpes de Estado -medias de uno cada nueve meses desde la independencia- camina decidido hacia las elecciones con futura guerra civil o hacia el cuartelazo sin elecciones. La eterna y maldita elección entre la peste y el cólera.

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