Cuatro individuos secuestran en Azpeitia a un propietario de fincas simpatizante del PNV
Cuatro individuos armados secuestraron el pasado martes en Azpeitia (Guipúzcoa) al propietario de fincas Ángel Carasusan, de 65 años, padre de cuatro hijos y simpatizante del PNV. La junta de este partido en Azpeitia se dirigió ayer a sus afiliados y al resto de la población solicitando "que se mantengan alerta para aportar todo tipo de informaciones que puedan contribuir a la más pronta liberación de Ángel". El alcance de este llamamiento remite a la actitud de compromiso adoptada por el PNV en marzo de 1983 ante el secuestro de su afiliado e industrial de Azpeitia Jesús Guibert.
El secuestro, dado a conocer ayer por portavoces del Gobierno Civil de la provincia, se produjo poco después de las 17.00 horas en las proximidades del Santuario de Loyola. Ángel Carasusan paseaba con su amigo Urbano Sarobe, de 54 años, por una estrecha carretera que sale del mismo Loyola, atraviesa una zona boscosa y finaliza a unos cinco kilómetros en el paraje denominado Fitilla Erreca, cuando fueron, abordados por los ocupantes de un Seat 124 de color beis. Los terroristas -uno de ellos era mujer- preguntaron por la carretera que conduce al monte Urraki y antes de recibir respuesta alguna encañonaron e inmovilizaron a los dos amigos. Urbano Sarobe fue conducido a un pinar cercano y allí quedó atado a un árbol, amordazado y maniatado. A continuación, los terroristas, que hablaban entre ellos en euskera, abandonaron el lugar llevándose consigo a Angel Carasusan. El comunicado distribuido ayer el PNV de Azpeitia confirma las simpatías nacionalistas del secuestrado, califica esta acción de "crimen contra la sociedad" y "nueva manifestación de violencia terrorista", y apunta que los secuestradores han debido sobreestimar las disponibilidades económicas de la familia Carasusan. El gobernador civil de Guipúzcoa en funciones, que ayer se reunió con mandos de las fuerzas de seguridad del Estado, informó al consejero de Interior del Gobierno vasco, Luis María Retolaza, de los pormenores del secuestro, y acordaron las medidas de colaboración tendentes a lograr un desenlace feliz. El delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, manifestó a la familia Carasusan que se tomarían "todas las medidas necesarias para que el señor Carasusan vuelva pronto con los suyos".
Lecturas y paseos
Los amigos de Ángel Carasusan lo definen como un hombre con temperamento nervioso y de buena salud, amante de la lectura y de los largos paseos, que dedica muchas horas al cuidado de la huerta y asiste diariamente a misa. Su participación en las actividades públicas de Azpeitia ha sido siempre discreta, si bien el PNV le atribuyó ayer una actitud de apoyo a las iniciativas culturales desarrolladas en ésta localidad. Urbano Sarobe, propietario de una sala de juegos de Azpeitia, manifestó ayer que el trayecto que él y Ángel Carasusan siguieron en la tarde del secuestro era distinto al que ambos cubrían diariamente.
"Todos los días de cuatro a seis de la tarde dábamos un paseo hasta el Santuario de Loyola, pero el martes a la vista del buen tiempo yo le insistí para que prolongáramos la caminata y nos acercáramos hasta Fistilla Erreca. Llegamos al final de la carretera y ya de vuelta, a unos cientos de metros, nos cruzamos con el coche". Ellos", indica Urbano Sarobe, "dieron también la vuelta al llegar al final de la carretera, vinieron por detrás y pararon a nuestra altura. Preguntaron por el camino del monte Urraki y enseguida, unos de los que ocupaban los asientos traseros y que mantenía la puerta medio abierta, saltó del coche, me encañonó, me obligó a girarme en dirección al puente y me llevó a un pinar que hay pasando el riachuelo".
"Allí me obligaron a sentarme apoyado en un árbol", prosigue Sarobe, "me ataron y me colocaron una cinta, un esparadrapo de papel en la boca y alrededor de la cabeza y del cuerpo sujetándome al árbol". Sarobe cree que la persona que llevó las cuerdas y la cinta era una chica joven y afirma que el individuo que le encañonó aparentaba entre 24 y 27 años, era moreno, tenía el pelo echado hacia atrás, medía entre 1.75 y 1.80, y llevaba un anorak donde guardaba la pistola.
Maritxu Albizu de 60 años, esposa del secuestrado, y sus hijos José Ignacio, profesor de Filosofía; Javier, estudiante de medicina, Lourdes y María Jesús, estudiantes de Derecho, negaron ayer que Ángel hubiera sido amenazado o chantajeado con anterioridad. La familia niega igualmente haber contactado con los secuestradores y hasta el momento no ha nombrado a su portavoz.
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