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Dos guardias civiles, asesinados a quemarropa en San Sebastian

Dos terroristas que llevaban anudado al cuello el pañuelo rojo típico en las fiestas de San Fermín asesinaron ayer en San Sebastián, a las 8.15, a dos guardias civiles de paisano, encargados de la custodia de la delegación de Hacienda, en la zona más céntrica de San Sebastián. Los guardias Juan Merino Antúnez, de 21 años, casado, sin hijos, y Antonio Trujillo Camino, de 22, soltero, escuchaban música en el interior de un vehículo Seat 132, aparcado en la calle de Camino, en las inmediaciones de la delegación de Hacienda, en el momento de ser simultáneamente tiroteados a quemarropa por ambos lados a través de las ventanillas delanteras del coche.

Los terroristas, uno de los cuales vestía un mono azul y llevaba un gorrito de playa, abordaron el coche policial con gestos y andares descompuestos, simulando formar parte de los miles de jóvenes que la resaca de las fiestas sanfermineras devuelve estos días al resto de las capitales del País Vasco. Los guardias quedaron recostados uno sobre el otro y murieron inmediatamente después, en silencio, mientras seguían sonando las canciones de José Luis Perales, que escuchaban en el momento del atentado. Llevaban dos meses y 10 días destinados en San Sebastián, procedentes del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro (Madrid), y cubrían asiduamente la vigilancia de la delegación de Hacienda, edificio objeto de varios atentados y frecuentes avisos de bomba. Fuentes oficiales señalaron ayer que en este tipo de servicios las parejas de guardias tienen órdenes precisas de no permanecer juntos en el interior del coche cuando éste se halla aparcado.Varios vecinos indicaron ayer que los guardias encargados de este servicio utilizan el punto en el que se produjo el atentado como lugar preferente, casi exclusivo, desde el que ejercer la vigilancia, ya sea en el interior de los coches o sentados en. uno de los bancos del jardín que bordea un lateral del hotel María Cristína, frente a la delegación de Hacienda. Tampoco la matrícula del coche Seat 132 color crema que ocupaban las víctimas, GE-6 779-I, contribuía precisamente a que la presencia de los guardias pasara inadvertida para los informadores de ETA Militar.

Según los testigos, los asesinos huyeron pistola en mano y se introdujeron en una de los accesos peatonales del aparcamiento subterráneo de la calle de Oquendo, a 20 metros escasos del lugar del atentado. Inmediatamente después de escucharse los cinco estampidos, dos policías nacionales, uno de ellos vestido de paisano, salieron de la delegación de Hacienda, metralleta en mano, echaron una rápida ojeada a los policías que agonizaban, ordenaron a los vecinos que avisaran a un médico y al 091 y penetraron en el aparcamiento a la búsqueda de los asesinos. Diez minutos más tarde una decena de policías cerró los accesos del estacionamiento subterráneo y registró sin resultados los vehículos y a sus usuarios.

Escaleras de tres en tres

El testimonio de los testigos ha sido corroborado por un ciudadano que se cruzó con los terroristas en las escalerillas del aparcamiento. "Bajaban las escaleras de tres en tres, eran jóvenes, uno de ellos se quitaba algo de la cabeza y el otro llevaba una pistola grande; me gritaron que me apartara y luego los vi atravesar a la carrera el primer piso del aparcamiento en dirección a la salida peatonal más próxima al río". Los empleados del aparcamiento niegan que vehículo alguno ocupado por jóvenes entre 20 y 25 años abandonara el subterráneo en el breve intervalo de tiempo -menos de dos minutos- que transcurrió entre el tiroteo y la llegada de los primeros policías. La suma de estos testimonios abona la tesis de que los asesinos penetraron en el aparcamiento por una entrada peatonal de la calle de Oquendo y salieron por la que desemboca, junto al río Urumea, en la calle de la República Argentina, donde los esperaría un coche.La huida por el subterráneo impidió que los transeúntes siguieran visualmente la trayectoria del comando y anotaran las características del coche utilizado para esta acción. A las diez de la mañana un individuo telefoneó a la DYA (Detente Y Ayuda) en nombre de ETA Militar para indicar que habían abandonado un Renault 7, matrícula SS-6013, en la zona de Cocheras, el garaje de los autobuses urbanos de San Sebastián. El propietario del coche, Domingo Alunda, fue encontrado atado y amordazado en el portamaletas. Tras ser liberado, Domingo Alunda afirmó haber sido abordado a punta de pistola en Pasajes, cuando iba a trabajar, y haber permanecido atado y amordazado en el portamaletas más de una hora.

Minutos después de las diez de la mañana los cadáveres de Juan Merino y Antonio Trujillo fueron introducidos en los féretros y trasladados al cementerio donostiarra de Polloe para practicarles la autopsia.

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Los guardias tenían impactos en la cabeza, en el cuello y en el hombro, debido a la trayectoria descendente seguida por las balas. La mano de uno de los guardias descansaba sobre su muslo derecho, cerca de la pistola reglamentaria, que no llegó a utilizar. La policía recogió dos casquillos de bala en la acera y al menos otros dos más en la calzada. Practicada la autopsia, los cadáveres fueron llevados al Gobierno Civil de la provincia, a la espera del funeral, que se desarrolló a las seis de la tarde en la iglesia de la Sagrada Familia, en el barrio de Amara, con la presidencia del ministro del Interior, José Barrionuevo.

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